Gudrun Schyman y el debate sobre la prostitución en Suecia

8 Ago

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Gudrun Schyman

Qué pasa con la compra del sexo en Suecia

En  Suecia, según la llamada «Ley para la compra de sexo», no se castiga a la prostituta, sino a su cliente, el cual es castigado con multa o prisión que puede llegar a seis meses.

Aunque se fundamenta en la visión paternalista de que la gran mayoría de las personas que ejercen la prostitución se encuentran; también una situación social muy difícil, la ley esta encaminada a frenar el tráfico sexual internacional y por supuesto actúa como una barrera contra la trabajadora (o trabajador) sexual inmigrante, que para sobrevivir en el nuevo país no necesita emplear otra cosa que su cuerpo.

Con la ley se castiga no solo coito, sino  también otras formas de acercamiento sexual y toma en cuenta además del pago en dinero, otros tipos de compensación – como el alcohol o las drogas.

En teoría se trata de una ley  de género neutro, es decir, donde los compradores y vendedores, puede ser hombre o mujer. Sin embargo por lo que vemos en la prensa, a quien suele castigarse es al hombre que recibe de una mujer tales servicios, y no recordamos hasta el momento  -aunque quizás lo haya- un caso de cliente homosexual (mujer u hombre) que haya sido castigado, aun cuando se sabe del  crecimiento que existe de la prostitución masculina en las escuelas pre-universitarias.

Esta situación implicaría una doble discriminación, la de la relación heterosexual, en relación a otras prácticas dentro de este tipo de comercio, y la de la contraparte masculina en un contrato de dos (por lo menos).

Dos voces por la liberalización del comercio sexual

Con tal situación desde el punto de vista económico pierden en primer lugar las prostitutas, y aunque podría suponerse que los prostitutos salen ganando con la vista gorda de las autoridades, tampoco le beneficia demasiado, en el sentido de que no pueden, como sus colega femeninas, regular su situación laboral.

No es de extrañar la publicación en el diario Expressen, el 21 de julio pasado, en vísperas del festival por el orgullo LGBT, un evento que de hecho se convirtió en reivindicativo de la plurisexualidad, del artículo «Skrota sexköpslagen för kvinnornas skull», lo que significa algo así, como «Hacer chatarra de la ley para la compra de sexo, por el bien de las mujeres».

Lo firmaba la liberal Camilla Lindberg, y la neo comunista (Partido de Izquierda) Marianne Berg, Lindberg, es miembro de la Comisión de Cultura y Berg de la miembro Comisión de Asuntos Constitucionales del Parlamento

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Camilla Lindberg

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Marianne Berg

En el trabajo se hace una llamando a eliminar Ley de compras sexual, para beneficiar así a las mujeres. Aquí se pedía finalizar la visión patriarcal que tienen los legisladores suecos de la mujer promiscua. Y se respondía concretamente a la propuesta hecha por la nueva canciller de justicia  Anna Skarhed para elevar la pena máxima por la compra de sexo de seis meses a un año de prisión, basada, según las redactoras, en un estudio encargado desde presupuestos ideológicos que determinaban de antemano sus resultados.

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Anna Skarhed

Para las autoras del artículo ley de compras del sexo significa que el Estado controla la actividad sexual consentidas entre adultos, se basa es nociones patriarcales y  expresa sueño de la sociedad sueca del bienestar puro, sería pues un eslabón mas de la cadena que conformaron la  lobotomía para los enfermos mentales, la esterilización forzada por razones de «higiene social» razones, la criminalización y patologización de la homosexualidad. Las protestas contra estos hechos eran rechazadas por necesidades del estado, quien sabía que es lo mejor para su ciudadano. Lo mismo ocurriría hoy en relación al comercio sexual, afirman las autoras. Así mismo consideran que desde el punto de vista patriarcal «lascivia»  femenina es vista  como vergonzosa. Por eso son más los hombres que  las mujeres, quienes ejercen libremente el sexo sin sentir vergüenza o ser devaluados por otros.

«¿Quiere que su hija se prostituya?» es la pregunta más común entre los defensores de la ley, sin darse cuenta de que con ella refuerzan el estigma femenino, en cambio los hijos de eventuales adulterios no parece preocuparles a igual grado.

Y todo esto ocurre, según las redactoras cuando existen pruebas de que entre los jóvenes son más hombres que las  mujeres los que venden servicios sexuales.

Para las políticas liberal y de izquierda, el día en que pueden tolerar y respetar la «puta» se habrá recorrido un largo camino, pues entonces será respetar a la mujer, su cuerpo y su derecho a su cuerpo, además de habernos liberado de la cultura del honor que señala a la «lascivia» femenina como  algo negativo.

El planteamiento de ley de que «en una sociedad igualitaria es vergonzoso e inaceptable que las mujeres adquieren las relaciones sexuales ocasionales con hombres a cambio de remuneración»,  equivale según las autoras a la violencia masculina contra la mujer, descalifica la experiencia subjetiva de la misma, le  infantilizar, privándola de su responsabilidad por sus acciones y decisiones.

La pegunta que se hacen las dos políticas es de que si se trata de un paso hacia la igualdad de género o en realidad es simplemente un nuevo matiz de la concepción tradicional patriarcal de las mujeres.

Las dos mujeres sugieren alternativas para combatir la adicción a las drogas o la pobreza que lleva a algunas mujeres a la prostitución; como mejorar el tratamiento de la drogadicción, aumentar los lugares de rehabilitación y examinar la red de seguridad social.

En el artículo se subraya que la penalización de la compra de sexo sirve para estigmatizar a los marginados y se recuerda que hay hombres y mujeres que venden sexo, no a causa del abuso de drogas y la pobreza, sino simplemente porque les gusta y de paso obtienen algo de él, como es el dinero.

Sin creer  críticamente los mitos sobre «la puta feliz», en el artículo se reconocen los problemas no abordados del comercio sexual que tenemos que tocar; como es en el caso de Suecia, la falta de sindicatos, medidas de seguridad y salud en este tipo de trabajo, fondo de pensiones y prestaciones monetarias de enfermedad.

Así pues cuando se habla de los servicios sexuales solo se habla de los  problemas como las denuncias de putas maltratadas y las violaciones de las leyes de protección a la infancia.

Como ejemplo para los suecos se pone aquí lo que hacen sus primos de Alemania, donde el comercio sexual es legal y regulado y donde con el apoyo del Partido Verde alemán la prostitución autónoma ha luchado por mejores condiciones y derechos para las trabajadoras sexuales.

Las defensoras del comercio sexual entre adultos que consienten, marcan distancia con el tráfico, la coacción, la esclavitud y la explotación sexual de los niños y se pronuncian en favor de Las leyes que prevengan y combatan la trata de personas; principalmente mujeres y niños, y consideran la  esclavitud sexual y en todas sus formas como algo inaceptable, pero también consideran que ya existen las leyes encargadas de esos crímenes y que ir más allá de esto, criminalizando el comercio sexual consentido entre adultos, sólo empeora la situación.

Así mismo señalan otro fenómeno, la  penalización de los compradores de sexo no disminuye la demanda; solo la exporta al extranjero, sobre todo a los países vecinos de Europa y Asia, o la encamina a la clandestinidad donde las  organizaciones criminales tienen la oportunidad de establecerse, y ahí si resulta difícil para que el comprador saber si existe coacción o voluntariedad y por supuesto disminuye la propensión a alertar a la policía a la sospecha de que el proveedor lo esté siendo bajo sufrimiento.

Con la apertura y legalización de la compra de sexo se mejoraría la detección de abusos. Los vendedores deben ser capaces de organizarse sin que la ley los convierta en criminales, la concesión de Licencias puede ser una solución para la verificación de la edad y otros atributos de estos trabajadores.

Calle Malmskillnadsgatan de Estocolmo, en ella acostumbran a encotrarse las prostututas y sus clientes, los cuales, son criminalizados por las leyes suecas. Foto: Germán Díaz Guerra

El contrataque feminista

La respuesta al trabajo anterior no se hizo esperar en forma de un artículo titulado «Sexköp är ingen mänsklig rättighet» (la compra de sexo no es ningún derechos humano), lo firma la antigua neocomunista Gudrun Schyman,
candidata parlamentaria y portavoz del partido Iniciativa Feminista, del cual ella misma es fundadora,  aparece publicado 27 de julio 2010 en el propio diario.

Aquí la feminista ataca a Camilla Lindberg y Marianne Berg; asegurando que  hay pocas personas que se sientan cómodas viviendo de la prostitución y creé que no puede legislarse a partir de una minoría para favorecer lo que califica como moderna trata de esclavos a nivel mundial.

Así mismo, Gudrun Schyman considera que las dos políticas se han enemistado con la realidad, perdiendo de perspectiva lo que denomina el «poder de género», que según ella es la base misma de la industria del sexo.

Schyman afirma que la ley sueca de compra de sexo no está para negar a alguien vivir su sexualidad, lo que dicha ley dice es que está prohibido comprar el cuerpo de otra persona y usarla para cosas que aparentemente tiene que ver con el deseo sexual.

Ley de compra del sexo no es una ley moral, asegura, no habla de que un cierto tipo de sexo sea malo y fue adoptada por que los que entonces conformaban la mayoría de parlamentarios (incluida ella misma), consideraban  que la prostitución debe ser vista a la luz de una sociedad, como según la polemista es la Sueca, caracterizada por una estructura de poder en que los hombres como grupo tienen más poder que las mujeres como grupo.

En Alemania donde la compra de sexo es legal, recuerda, las  feministas argumentaron  en la década de 1990 que no había diferencia alguna entre  el hecho de que las mujeres tuvieran relaciones sexuales con los hombres dentro del matrimonio o  que vendieran su sexo a los hombres fuera de sus hogares. En cualquier  de los dos casos el sexo era visto como una parte y consecuencia de una estructura de poder patriarcal. Por eso incluso la prostitución debería considerarse como una profesión. Los compradores nunca fueron cuestionados.

En Suecia, se hizo lo contrario, recuerda, se visibilizó el problema, concretamente, la demanda, esto, dice, no le importa a Lindberg y Berg en absoluto. Es como si la prostitución y el tráfico tratara solo de mujeres, de las cuales solo vamos ayudar a aquellas que no están contentas con su vida, pero sobre todo, que tuviéramos que garantizar que las mujeres que quieren usar sus cuerpos con espíritu empresarial contemporáneo, puedan hacerlo.

Luego ironiza diciendo que el siguiente paso para Camilla Lindberg y Marianne Berg sería lógicamente establecer  una línea de estudios pre-universitarios para trabajadores del sexo, complementado por un programa de carrera con sus correspondientes «coacher, incluidos aquí cursos en tecnología y la ciencia de los materiales ya que el cliente tiene derecho a exigir calidad.

Schyman, aunque ya no está para el mercado termina diciendo:

» Pero me niego a ver el cuerpo en una mercancía. No quiero que sea para la venta, ya sea total o en partes. No creo que la idea de negocio de convertir nuestras zonas erógenas para los servicios domésticos. Creo que la sexualidad, como parte de nuestra identidad humana, debe estar protegida contra la explotación comercial. Estoy preparada para restringirle  a las pocas «afortunados putas» libertad de acción para que  finalmente podamos llegar al cambio de paradigma en el que los derechos humanos sean para las mujeres también.
Ley de compras sexo es una de las herramientas que utilizamos en esta labor.»

Después de este artículo podría esperarse cualquier cosa, menos la respuesta que recibió en el mismo periódico la candidata feminista; una respuesta que fue dada desde el campo de la prostitución, pero no por dos trabajadores sexuales, sino por dos prostitutos…

Continuará

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