El Trotskismo: vida y muerte de una alternativa obrera no Stalinista

El Trotskismo: vida y muerte de una alternativa

Trotsky y el trotskismo

Leon Trotsky es el nombre que adoptó el revolucionario hebreo-ruso Lev Davidovitch Bronstein (1879-1940) durante su conspiración contra el zarismo. Fue éste uno de los líderes más importantes del Partido Bolchevique e incluso se le ha considerado como el verdadero estratega de la toma del poder por los seguidores de Lenin. Trotsky tuvo además la misión de reconstruir el Ejército Rojo en momentos en que sus continuas derrotas ponían en peligro los destinos de la Rusia soviética. Montado en un tren blindado recorrió los distintos frentes de la guerra civil, animando a sus hombres, administrando con eficiencia los recursos militares e imponiendo dentro del ejército un recio sistema disciplinario y el culto a la personalidad del que luego se apropiaría Stalin.

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Leon Trotsky es el nombre que adoptó el revolucionario hebreo ruso Lev Davidovitch Bronstein (1879-1940) durante su conspiración contra el zarismo. Una de sus últimas fotos en México, donde fue asesinado.

Tras la muerte de Lenin, Trotsky se enfrenó a Stalin, quien le obligó a exiliarse en 1924. Desde este período hasta su muerte (fue asesinado por un agente soviético en México), Trotsky trabajó arduamente para reorganizar sus contactos y seguidores provenientes de la Tercera Internacional y lanzar batallas en dos frentes, una contra el capitalismo internacional y otra contra los partidos comunistas que seguían las directrices enviadas por Stalin desde Moscú.

Se entiende por trotskismo la versión del marxismo desarrollada por Davidovitch Bronstein, cuya idea fundamental es la de la revolución permanente. Según este concepto, el socialismo no puede ser construido en un solo país

Dicha concepción se contrapone a la visión estalinista que cree posible construir la sociedad comunista en naciones aisladas. El trotskismo prestó una atención especial al desarrollo político y económico de la URSS, a la que si bien consideraban un estado obrero, nol dejaban de criticar por haber traicionado su dirigencia los ideales de la revolución socialista. Por su parte, la nomenclatura soviética se dedicó a perseguir al trotskismo, incluso en sus enciclopedias, donde el nombre del segundo de Lenin fue desaparecido. La URSS solo reconoció en el año 1989 la responsabilidad de sus servicios de inteligencia en el asesinato de Trotsky.

Existe actualmente una organización internacional de grupos trotskistas, la Cuarta Internacional, fundada en 1937 por el propio Trotsky y que hoy cuenta con secciones en más de 60 países.

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De izquierda a derecha, el dictador cubano Gerardo Machado; Antonio Guiteras Holmes, fundador de la Joven Cuba, organización aliada al trotskismo, y el Dr. Ramón Grau San Martín, quien fue presidente de la República, de 1944 a 1948.

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Junco estuvo en el exterior durante cuatro años en los que colaboró con Julio Antonio Mella en México, líder de los comunistas cubanos en aquel exilio, y participó en la Conferencia de Sindicatos Comunistas de Montevideo. En 1929 marcha a Europa y tiene oportunidad de visitar la URSS. Durante este viaje se relaciona con Andrés Nin, el líder de los trotskistas españoles. Entonces Nin era aún oficial de la Unión Internacional Roja del Trabajo en Moscú. Cuando Junco regresa a Cuba, él y un grupo de amigos recibe considerable material de los trotskistas españoles, en especial escritos por Andrés Nin y Juan Andrade. Esta propaganda convence a Junco, así que decide unirse con la oposición trotskista. Junco publica un documento en el que realiza un análisis crítico de la situación social y política de Cuba. Sus enfoques se apartaban de los cánones de la Tercera Internacional, lo que trajo por consecuencia su expulsión del Partido Comunista a fines de 1932. Fuera del Partido, Sandalio Junco organiza la llamada Oposición Comunista, que pronto tomará el nombre de Partido Bolchevique-Leninista (PBL) y que se une a la Internacional de la Oposición de izquierda. Junco, además, es incluido dentro del liderazgo de la Federación Obrera de La Habana, la mayor organización de la capital. La dirección era compartida con el nuevo Partido Aprista y los socialistas, que junto a la Federación de Oriente constituían la oposición principal del movimiento obrero a la CNOC, aún en manos de los comunistas.

El PBL contaba por aquel entonces con el apoyo del movimiento revolucionario estudiantil, en especial de la famosa Ala Izquierda, que rivalizaba con el terrorista Directorio Estudiantil. Uno de los principales amigos en la Universidad de los trotskistas fue el estudiante Charles Simeón

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En agosto de 1933 el dictador Gerardo Machado fue forzado a dejar el poder como consecuencia de una huelga general. Los comunistas habían propuesto a Machado boicotear la huelga si se reconocía el sindicato controlado por ellos, la CNOC, pero históricamente ya era tarde para tratos con Machado. Varias semanas después, el 4 de septiembre de 1933, un grupo de oficiales intermedios del Ejército, lidereados por el sargento Fulgencio Batista, en alianza con estudiantes de la Universidad de La Habana, toman el poder y establecen un gobierno radical nacionalista dirigido por el entonces venerable facultativo de Medicina, Ramón Grau San Martín.

El sector obrero que conducía el PBL ofreció todo su apoyo a Grau, a diferencia del Partido Comunista y la CNOC, para quienes cualquier grupo de izquierda, salvo los estalinistas, era «socialfascista». La suma de la oposición estalinista y de las maniobras del Departamento de Estado de USA sacó a Grau del gobierno en enero de 1934. Para ello fue utilizado el ya coronel Fulgencio Batista.

Durante los años siguientes, la Federación OBRERA DE La Habana, bajo la dirección de Sandalio Junco, organizó numerosas huelgas al tiempo que seguía combatiendo a la CNOC. En marzo de 1935 se lleva a cabo una huelga general revolucionaria donde el Partido Bolchevique Leninista desempeña el rol más importante. En la organización de este movimiento el Partido estuvo cerca de la Joven Cuba, grupo político organizado por Antonio Guiteras, quien había simbolizado el sector izquierdista del gobierno de Grau San Martín.

El Trotskismo: vida y muerte de una alternativa

Durante los meses que antecedieron a la huelga general, el PBL se pronunció abiertamente sobre sus planes de organizar la revolución democrática antimperialista de obreros y campesinos, incluso llegaron a publicar el programa de gobierno acordado con la Joven Cuba. Estas proclamas trajeron la protesta de la sección norteamericana de la Internacional de Oposición de Izquierda, quienes criticaron el slogan, así como la colaboración con la Joven Cuba al tiempo que señalaban que para lograr una unidad amplia era necesario incluir a los estalinistas. Esta crítica tuvo muy poco impacto en la política inmediata de los trotskistas cubanos.

La huelga se efectuó bajo la dirección del Comité de Defensa Proletaria en el cual el PBL y Joven Cuba jugaban un rol determinante. La represión de Batista fue enorme. Se cerraron numerosos sindicatos, muchas personas arrestadas y el gobierno desató un terror generalizado. El movimiento laboral trotskista no se recuperó nunca de aquel golpe. Para colmo, el principal causante de esta huelga general, el líder semilibertario y antiestalinista, Antonio Guiteras, fue asesinado. El trotskismo cubano perdía un importante aliado, prestigioso y corajudo.

Muchos miembros del PBL se incorporaron a la Joven Cuba, lo cual no significó exactamente una penetración, ya que pronto aquellos ex-militantes del Partido Bolchevique Leninista perdieron el contacto con el trotskismo.

En 1937 Joven Cuba se funde con el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) del expresidente Ramón Grau San Martín.

En los siguientes años, los debilitados trotskistas constituyeron, sin embargo, los principales elementos opositores dentro de la nueva Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC), que Batista había permitido el control estalinista en 1938.

El Partido Bolchevique Leninista continuó existiendo, pero, como decíamos, su importancia dentro del movimiento obrero en particular, y dentro de la política nacional cubana en general, decayó. El Partido Bolchevique Leninista cambió de denominación cuando tomó el nombre de Partido Obrero Revolucionario. El POR operaba fundamentalmente en Oriente donde tuvo cierta influencia entre los obreros ferrocarrileros.

Durante las elecciones de 1944 el POR apoyó al expresidente Ramón Grau San Martín, así como a los candidatos auténticos en las elecciones municipales del Congreso. Pero en 1946 ya estaban desilusionados los trotskistas con el gobierno de Grau, por lo que intentaron llevar sus candidatos en el área de Guantánamo. Allí el Tribunal Electoral se negó a reconocerles, por lo que llamaron a la abstención.

En los años 50 el POR se suma a la tendencia posadista dentro del trotskismo latinoamericano y alarga su nombre, denominándose Partido Obrero Revolucionario Trotskista.

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Algunos de sus miembros combatieron con las fuerzas de Fidel Castro entre 1956 y 1959. Ellos apoyaban fuertemente el movimiento hacia la izquierda del proceso revolucionario, sin dejar de ser atacados violentamente por los comunistas.

Castro contra el trotskismo

Con el fortalecimiento del régimen castrista se hicieron frecuentes los casos en los que un dirigente importante condenaba en público a una persona para que ésta fuese detenida y acusada ante los tribunales revolucionarios.

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El asesino de Trotsky fue un agente estalinista llamado Ramón Mercader y del Río, nacido en Barcelona en 1913 y muerto en la Habana en 1978. Por encargo de Stalin tomó la identidad de «Jacques Monard»

Así ocurrió con los trotskistas. En mayo de 1961 bastó que el Che Guevara hiciera un comentario polémico sobre un artículo del periódico del PORT para que el gobierno de Castro suprimiese Voz Ploretaria (3) y destruyese las planchas del libro de Trotsky, La Revolución Permanente, que el PORT pensaba publicar. A continuación el Ministerio del Trabajo se apoderó de la imprenta de los trotskistas denegándoles el derecho a imprimir, por lo que tuvieron que recurrir a una máquina mimeográfica. Guevara invocó la dictadura del proletariado para justificar la represión contra los seguidores de una de las «cabezas» de la primera dictadura proletaria del mundo, Leon Trotsky.

En agosto de 1962, Castro intensificaba la persecución de los trotskistas. Dos de sus líderes fueron arrestados por distribuir una declaración en la que se hacía un llamado a una reunión de delegados de las cooperativas azucareras. La declaración denunciaba la falta de democracia dentro del movimiento obrero y las cooperativas cañeras.

En el mismo año 62, el PORT alcanzó a efectuar su Segunda Conferencia Nacional en La Habana, pero ya en diciembre del 63 recibía su tiro de gracia cuando sus principales líderes eran arrestados, acusados de distribuir periódicos ilegales en los que se abogaba por el derrocamiento del régimen imperante y se criticaba la figura del propio Castro. Ellos fueron sentenciados a prisión en términos que iban desde los dos a los nueve años. No salieron de la cárcel hasta que firmaron una declaración en la que repudiaban a la Cuarta Internacional.

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El 8 de marzo de 1962 se anuncia en La Habana la composición de la Dirección Nacional de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) y el equipo estaba compuesto por 25 personas, 13 de las cuales provenían del antiguo 26 de Julio, 10 del Partido Socialista Popular (estalinista) y dos del antiguo Directorio (5). Anarcos y trotskistas brillaban por su ausencia. Así, la izquierda anti-estalinista quedaba excluida de la dirección revolucionaria.

El trotskismo internacional y la Revolución cubana

De pronto Castro se gira hacia la derecha y da un nuevo golpe teatral. El 13 de marzo de 1962, en un mitin en la escalinata de la Universidad de La Habana, Castro saltó airadamente de su lugar cuando un joven comunista relevó el testamento político de José Antonio Echeverría, mártir del Directorio Estudiantil Revolucionario. El texto, que era bien conocido, había sido depurado de sus referencias religiosas. Castro protestó violentamente contra la «falsificación», aunque en sus escuelas de instrucción revolucionaria y en los periódicos de las ORI se reescribía la historia de un modo más audaz (6). Aquel escándalo podía interpretarse como una señal de que Castro se aprestaba a frenar el avance de estalinistas dentro de la Revolución.

Efectivamente, el 26 de marzo Fidel se dirigió inesperadamente a la nación en un discurso televisado y denunció vehementemente a Aníbal Escalante, líder del Partido Socialista Popular (estalinista), quien hasta ese momento era Secretario de Organización de las ORI. Escalante fue acusado de todos los vicios propios de Castro: sectarismo, autoritarismo, hipercontrol y oportunismo político.

El discurso causó un efecto revivificante dentro y fuera de Cuba. La campaña contra el sectarismo fue interpretada como un signo de salud y fuerza dentro de la Revolución. Mientras Escalante se retiraba discretamente a Moscú, las lenguas se desataron para hablar con franqueza de los errores cometidos durante el período del «miniestalinismo». El trotskismo internacional cayó en la trampa. Aquella campaña contra un pequeño sector del estalinismo nacional le hizo creer a la izquierda antisoviética que Castro en enfrentaría las tendencias burocratizadoras de su régimen. El hecho fue estudiado con mayor serenidad por K. S. Karol, un periodista que conoció profundamente el sistema soviético y que siguió muy de cerca a la Revolución cubana en su primera década. Karol analizó las expectativas desatadas por el destronamiento de Escalante, las consideró demasiado jubilosas y escribió:

«Una lectura un poco atenta del discurso de Fidel Castro permitía constatar que atacaba directamente al antiguo secretario de la organización y no las mismas bases del sistema autoritario y vertical. Se hubiera dicho que en ese asunto, se trataba de nuevo del problema de algunos hombres particularmente nocivos y no de toda una concepción del gobierno, de toda una tradición común a los países del bloque soviético…

…Fidel Castro no quería, o no podía simplemente poner en entredicho la responsabilidad colectiva del grupo dirigente y por tanto la suya propia que había tolerado todas esas anomalias y permitido la cristalización de una cierta forma de poder y de gestión en la saciedad. Su elección estaba limitada, en primer lugar, por su alianza con la URSS, que no habría tolerado una puesta de entredicho global de toda la concepción del socialismo autoritario vertical…». *

En su libro Los Guerrilleros del Poder, Karol ofrece numerosos ejemplos de casos «autorepresivos» dentro de la Revolución cubana: la condena de Hubert Matos, de Lunes de Revolución, la lucha contra el «sectarismo», la expulsión autoinculpación forzada del poeta Heberto Padilla, quien a pesar de «con la Revolución todo», resultó demasiado crítico para ella. En todos ellos se operó de manera arbitraria e ilegal, en forma muy semejante a los «célebres» procesos de Moscú. Pero la recepción a estos testimonios no fue muy favorable que digamos entre los trotskistas de Francia, país donde residía Karol. Uno de los teóricos de la Cuarta Internacional, Livio Maitán, consideró que las conclusiones de Karol sobre el hecho de que Cuba había adoptado la concepción estalinista era simplemente aberrante, aunque aceptaba la presencia de algunos elementos alarmantes dentro del nuevo «estado obrero». Para Maitán el régimen cubano, como parte de la Revolución Mundial, merecía el apoyo de la Cuarta Internacional(7). Lamentablemente Maitán no se ubicaba en el hecho de que Fidel, más que dar la alarma contra las deformaciones estalinistas que amenazaban su revolución, era precisamente el mentor de las mismas, a las que se opone solo si éstas amenazan su poder personal. Castro podría ser considerado dentro de una perspectiva consecuentemente trotskista, como el principal obstáculo para la participación de las «masas» en la gestión económica y política del país. Lamentablemente, los teóricos de esta versión del marxismo-leninismo se han preocupado más por destacar las concepciones castro-guevaristas acerca de la lucha armada, el estímulo «moral» versus material, el aniquilamiento de las relaciones mercantiles dentro del sector estatal y la exportación de la revolución, que de analizar la represión de los dirigentes cubanos contra cualquier tipo de oposición obrera, especialmente la de inspiración trotskista.

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La condescendencia con Castro de numerosos trotskistas internacionales llegó al extremo de perdonarle el hecho de que en enero de 1966, Fidel usara la plataforma del Congreso de la Tricontinental en La Habana para atacar a diferentes grupos del trotskismo latinoamericano. La convivencia con el estalinismo tropical llega a límites impensables, como es el caso del Partido Socialista Obrero de Estados Unidos, quien históricamente ha mantenido relaciones cordiales con el régimen de Castro. La generación más joven de este Partido ha transitado del trotskismo a un castrismo (8) ortodoxo en el que no cree ni el propio Fidel. A principios de los 90, cuando Castro se aleja de la URSS con motivo de su rechazo al proceso democratizador desatado por Gorbachov se podía encontrar en la Feria Internacional del Libro de La Habana un puesto de venta con las obras publicadas por aquel partido, entre ellas, numerosos discursos de Fidel y el Che, junto a clásicos de Trotsky prohibidos durante años en las editoriales, librerías y universidades cubanas. Allí estaba La Revolución traicionada, pero ningún cubano podía comprarla, pues se vendía en dólares y su tenencia estaba entonces penalizada para los ciudadanos de Cuba. Aquellos jóvenes vendedores norteamericanos, acosados por jineteras o jineteros (sexuales o intelectuales) no podían sospechar que estaban ofreciendo su mercancía ideológica en el país en que yacía enterrado y donde fue condecorado y premiado con un cómodo puesto de asesor de Castro, tras su excarcelación en México, el hombre que dio muerte a Leon Trotsky. **

El Trotskismo: vida y muerte de una alternativa

fuente:
http://hem.passagen.se/cestefana/primera/hist8.html