¨Acabo de descubrir por el libro de un amigo en el que se reproduce, sin mala intención, un trabajo mío sobre el anarquismo, pero con el nombre de un falso autor, un tal “Igor Maksaev”, que la página http://html.rincondelvago.com/revolucion-cubana_1.html ha publicado, sin darme el crédito merecido, mis trabajos sobre el movimiento libertario cubano. No es la primera vez que ocurre, ya he tenido una experiencia similar con mi artículo: “El trotskismo: vida y muerte de una alternativa obrera no estalinista. Lo peor es que muchos de los enlaces que llevaban a los textos originales están desapareciendo en el maremágnum del internet, donde las cosas son más perecederas de lo que se cree, así que me he dado a la caza de los sobrevivientes para rescatar aquí todo lo que pueda salvarse de unos textos, que debidamente actualizados, revisados y si el tiempo me acompaña, algún día tomaran forma de libro.
Publicado en http://mlc.50webs.com/pags/anacub.htm
Liderazgo Obrero en Cuba durante la segunda mitad del siglo XIX: del liberalismo integrista al «anarco-separatismo» Carlos M. Estefanía Saturnino Martínez, el ilustrador de los obreros. El primer líder proletario en Cuba no fue socialista, ni tampoco un hombre nacido en la isla. Se llamó Saturnino Martínez: asturiano, integrista, miembro por demás del «Cuerpo de Voluntarios»*. Pese a ello, la clase cubana guarda una deuda de gratitud con este peninsular. Saturnino emigró a Cuba siendo muy joven y allí se dedicó, entre otros oficios, al de tabaquero. Si bien conservador ante el problema del separatismo, aquel hijo del Asturias se dejó influir por el pensamiento liberal de personalidades cubanas progresistas como Nicolas de Azcárate, presidente del Liceo de Guanabacoa y miembro de la ilustre Sociedad Económica de Amigos del País. Sería en la biblioteca de dicha institución (donde trabajaba como bibliotecario después de realizar su jornada artesanal) el lugar en que Saturnino se «contaminaría» con las ideas de progreso e iluminismo sustentadas por lo más avanzado del patriciado criollo. Así como en Europa, las conquistas del liberalismo sirvieron de «paraguas» contra la intolerancia bajo cuyo abrigo se desarrollaron corrientes socialistas, en Cuba este mismo «abrigo» ilustrador le permitirá a Saturnino Martínez fertilizar un campo, mediante la creación de periódicos, bibliotecas y asociaciones obreras, en el que se sembrarían, posteriormente, las doctrinas más radicales de cuantas se hayan comprometido con los proletarios. Martínez le abrió las puertas de la conciencia social obrera, quizás no siempre por su voluntad, a movimientos que buscaron la mejoría del trabajador, ya por vía de la reforma política, ya por la de la revolución contra el Estado. Al hacer todo lo posible por elevar el nivel cultural del trabajador, Martínez destapaba, sin querer, en una sociedad convulsa por la conspiración independentista, la «Caja de Pandora». Saturnino Martínez fue un precursor en la denuncia de las pésimas condiciones de vida que durante la etapa colonial padecía el emergente proletariado cubano, pero lo hizo siempre desde una posición conservadora, apelando como solución a los sentimientos de la ética cristiana y evitando que se identificara su crítica con la que provenía de los enemigos del régimen colonial. El año 1865 constituye el despunte de la actividad de Martínez, bajo su inspiración se iniciaría la lectura en las tabaquerías y se funda «La Aurora» (el primer periódico obrero de nuestra historia). A mediados de ese mismo año creó la Asociación de Tabaqueros de la Habana (1).
Un visitante «peligroso» en la Isla: Las ideas anarquistas Se puede decir que de manera sutil y comenzando por el proselitismo a favor de las cooperativas, se irán difundiendo las ideas anarquistas en Cuba. El primer canal para ello, «la carrilera» como le llamarían las autoridades de hoy, lo constituyó precisamente, el semanario «La Aurora», dirigido por el cauteloso Saturnino. Desde allí se divulgan las ideas de un clásico de este pensamiento, el francés Proudhon, quien se hace muy conocido entre los miembros más «politizados» de las primeras asociaciones de cajistas, jornaleros y artesanos. Las experiencias de la Guerra de los Díez Años y de La Guerra Chiquita en 1879 de alguna manera debieron contribuir a radicalizar los modos de acción obrera. Si bien la capitulación mambísa significó entonces una derrota para los independentistas, aquellos alzamientos tuvieron que dejar alguna huella entre los proletarios cubanos, quienes comenzaban a recepcionar una doctrina donde se les representaba en el puesto de «esclavos asalariados». El modelo que ofrecería las primeras gestas «libertarias» (como suelen llamar en Cuba ), destinadas a sustituir al Estado de la Colonia por el de la República en Armas, así como las tradicionales fugas y apalencamientos de esclavos, al margen de toda ley, constituían buenas «imágenes» para incendiar el espíritu libertario latente entre los obreros de Cuba. Ellas serían utilizadas con efectividad por los líderes anarquistas. Fue por la vía del levantamiento armado que se lograron importantes reformas sociales, como la abolición de la esclavitud a través de la ley del patrono y numerosas concesiones políticas de carácter liberal. El hábito de tomar la lucha antiesclavista en Cuba como ejemplo para caldear el ánimo proletario se manifiesta claramente en unas palabras pronunciadas por el líder ácrata, de origen catalán, Enrique Messonier, durante el Congreso Regional Obrero de Cuba en 1892: «No se consigue nada suplicando. El amo que libera al siervo es porque se le subleva, no porque se le humille. Los esclavos negros que consiguieron su libertad fueron los que sublevaron» (4-pags. 81-82).
La década de 1880 fue de efervescencia anarquista en Cuba. La llegada de nuevas olas migratorias provenientes de la metrópolis trajo como resultado una acelerada diseminación de ideas socialistas entre los trabajadores cubanos. Es bueno aclarar que en ese momento, el concepto de «socialismo» más difundido en España, era el que se basaba en los principios anarquistas de Bakuin. Este fenómeno tenía sumamente preocupado a Carlos Marx, quien le había encargado a su yerno , Pablo Lafargue (nacido en Cuba y mestizo para mayor signo de criollez) , la tarea de contrarrestar entre los españoles el influjo de las ideas del antiguo contrincante ruso en el interior de la Ira Internacional (5-pag. 47). Pese a tener los cubanos un pariente en la familia de Marx, por ironías de la historia, no serían las concepciones del socialismo de Estado, las primeras que hegemonizarían el imaginario de nuestro «artesano». Los obreros cubanos de entonces , quizás con mejor instinto que sus descendientes del siglo XX, preferían guiarse por las concepciones del socialismo libertario que llevaron a los acuerdos del II Congreso Regional de la Federación de los Trabajadores de la Región Española, celebrando en Sevilla el 24 de Septiembre de 1882 (4-pag. 54). Por aquel tiempo surgen en la isla nuevas publicaciones proletarias; entre las de clara tendencia anarquista tendremos: «El Obrero», lanzada en 1885 por el tipógrafo Eduardo Pineda y que fue durante algún tiempo órgano del Círculo de Trabajadores de La Habana. Esta organización había sido creada el mismo año, el 6 de Febrero. Entre los fundadores se encontraban conocidos dirigentes anarcosindicalistas de diferentes gremios, entre ellos Enrique Messonier y su tocayo Enrique Crecci. Ellos serían también responsables de la fundación en 1887 de la primera Federación Local de Tabaqueros entre los obreros cubanos inmigrados a Tampa y Cayo Hueso. El Círculo de Trabajadores de la Habana tenía como propósito dar instrucción laica a los obreros, establecer bibliotecas, alejar a los «productores» de la política y borrar en ellos toda noción de raza, nacionalidad y jerarquía. La actividad proselitista inspirada por el Círculo estimuló la creación de varios grupos ácratas en diferentes puntos de la isla, especialmente en La Habana y en la región central. Otro elemento que contribuyó a la difusión de las ideas anarquistas en Cuba fue el periódico proveniente de España: «La Tramonta». Los ejemplares llegaban a La Habana en cantidades considerables, para luego distribuirse en los términos municipales de Santiago de las Vegas, San Antonio de los Baños y Batabanó. No solamente llegaban «papeles» cargados de ideas anarquistas, a veces también individuos bastante belicosos, capaces de mantener a raya a todo un ejército de la Guardia Civil, como es el caso de un catalán muy buscado por la policía, Valero Bardejí, quien llegó a La Habana, en 1884. Luego de establecer contactos con su compatriota Enrique Messonier, Bardejí organizó grupos anarquistas de «acción directa», algunos de los cuales llegaron a agrupar hasta 19 miembros, dando bastante que hacer a las autoridades en la isla. A finales de 1886 se destacará la figura más prestigiosa del anarquismo en Cuba. Se trata del carismático Enrique Roig San Martín. Había nacido en La Habana en 1843, hijo de una cubano, profesor de cirugía, y de madre mexicana. En 1880 se hace tabaquero y se interesa por las ideas autonomistas hasta que conoce en 1882 la prédica anarquista, de la que llegaría a ser un verdadero «apóstol» hasta el final de su vida. Enrique Roig San Martín asumió el cargo de redactor del «Boletín del Gremio de Obreros», un órgano de los tabaqueros creado por la mencionado Saturnino Martínez. Luego Roig San Martín fundaría el más «beligerante» de cuantos seminarios obreros se conocieron en La Habana; «El Productor» (1887). Aquel instrumento de agitación obrera estuvo en manos de Enrique Roig hasta el momento de su muerte, acaecida el 29 de agosto de 1889. El sepelio constituyó una muestra de popularidad y del respeto que por Roig San Martín sentía, no solo el artesanado, sino también buena parte de la sociedad, que veía en el publicista un hombre idealista e incorruptible. Su prematura desaparición restaba uno de los «tres Enriques» del anarquismo en Cuba (Roig, Messonier, Crecci). A pesar de ese duro golpe, el que hacer de los socialistas libertarios continuó en ascenso en la colonia caribeña. Fue tan destacada la actividad del periódico dirigido por Roig San Martín en la defensa de los obreros cubanos, que en 1888 la Junta Central de Artesanos de La Habana nombró a «El Productor» su órgano oficial. Desde allí se propagaron con total radicalismo y sin eufemismos de ninguna clase los conceptos claves del anarcosindicalismo: su rechazo a la actividad política, el nihilismo nacional, la negación absoluta del Estado, etc. Esta actividad contribuyó a alejar a los obreros, por el momento, tanto de la propuesta independentista predicada por Martí, como de las concepciones de un socialismo autoritario proclamado por los veneradores de Carlos Marx en Europa. «El Productor» no sólo fue un medio de propaganda, sino también un instrumento de acción obrera. A través de la organización ácrata «Alianza», el periódico «monitoreó» varias huelgas, entre ellas, la primera que se efectuó en el giro tabacalero y que fue ganada por los obreros en diciembre de 1887 (1). Enemigo de todo concepto de nacionalidad, «El Productor» fue al mismo tiempo en verdad promotor de solidaridad proletaria por encima de las fronteras. Conmemoró cada aniversario de la Comuna del País como fecha de todos los trabajadores del mundo y desató una poderosa campaña de protesta para lograr la modificación de la sentencia de muerte dictada por los tribunales norteamericanos contra los anarquistas enjuiciados por los sucesos de mayo de 1886 en la Plaza de Haymarket, en Chicago, donde una bomba, supuestamente preparada por los acusados, había explotado entre las piernas de un policía. El 2 de octubre de 1887 los anarquistas cubanos crearon el Comité de Auxilio con el objetivo de apoyar la causa de la libertad de los ocho sentenciados. Entre las multiples actividades del Comité estuvo la convocatoria a una gran asamblea, con el objetivo de solicitar al Gobernador de Illinois el indulto para los obreros procesados. El encuentro se efectuó el 8 de noviembre en el Circo Jané y contó con una participación masiva para la época, asistieron más de 2000 trabajadores. Allí se leyeron adhesiones recibidas de varia localidades, provenientes de gremios de litógrafos, tabaqueros, mecánicos, escogedores, cocheros, cajoneros, panaderos, cigarreros, planchadores, zapateros, mecánicos y sastres. Entre agosto y noviembre de 1887 se efectuaron una serie de reuniones en el local del Círculo de Trabajadores, sito en Dragones 39, que se conoce como el primer «Congreso Obrero» en la isla, propiciado por la recién fundada Federación de Trabajadores de Cuba, de orientación socialista revolucionaria (anarquista). Entre los temas discutidos estaban el auxilio a los encartados en los hechos de Chicago. Allí se llegó al importantísimo acuerdo, desde el punto de vista de los intereses obreros, de organizar sus colectividades haciendo desaparecer los vestigios de autoridad, mediante pactos federativos y tomando como base los de la Federación Española. También se acordó implementar formas cooperativas de vida, proscribiendo en el seno de las colectividades toda doctrina que no fuese la de la emancipación económico- social (en sentido ácrata) y la confraternidad entre todos los productores de la tierra (3-pags. 25-33). En 1888 estalló, la guía de «El Productor», otra importante huelga en la rama tabacalera en la que se paraliza la industria. Desde Cayo Hueso los obreros anarquistas enviaron dinero y recursos a sus compañeros de la isla, quienes pese a esta ayuda fracasan (1).
Pocos saben que por ímpetu de los anarquistas cubanos nuestro país estuvo entre el reducido de los que celebraron en 1890 (por primera vez en la historia) la jornada internacional del Primero de Mayo. La actividad mundial se había acordado por el Congreso celebrado en París en julio de 1889 que dio vida a la 2da. Internacional (en el que participa el cubano Lafargue). Allí se haría un llamado para organizar una gran manifestación, en fecha fija, donde los obreros emplazaban a los poderes públicos exigiendo la reducción de la jornada laboral a ocho horas de trabajo. A pesar carácter socialdemócrata de los promotores extranjeros, el anarquista Círculo de Trabajadores de La Habana tomó la iniciativa de organizar dicha conmemoración también en Cuba. Esto no debe extrañarnos si tenemos en cuenta que se apelaba a una fecha en que se recordarían a los mártires del anarquismo por cuyas vidas tanto habían luchado sus correligionarios cubanos. El 20 de abril el Círculo de Trabajadores convoca a una manifestación pública pacífica que mostraría a las clases elevadas, al gobierno y a la sociedad en general cuáles eran las aspiraciones de las masas obreras en Cuba. En el desfile participaron unos 3000 trabajadores. Se partió del antiguo Campo de Marte, (hoy Parque de la Fraternidad), pasando por las calles Reina, Galiano, San Rafaely Consulado y se concluyó en el Skating Ring, salón de entrenamientos ubicado en la esquina de Virtudes y Consulado. Los oradores, cerca de 15, denunciaron las condiciones de miseria y explotación en la que vivían los obreros cubanos de entonces, abogaron por las jornadas de ocho horas, por la igualdad de blancos y negros, por la destrucción del orden social vigente y por la creación de una patria universa. Resulta paradójico compara la libertad de expresión existente en este momento de la Cuba colonial, con el que prevalece en la Cuba «socialista de hoy». En aquel tiempo los sindicalistas, mientras no pasaran a la acción armada, podían decir todo lo que querían sobre la abolición inmediata del Estado; hoy, la más tímida a la libre sindicalización o a la democratización estatal, se paga con la cárcel u ostracismo social. Pero regresemos al pasado. En 1891 el gobierno colonial español autorizó nuevamente la celebración del Día de los Trabajadores, pero limitó el evento a una asamblea en un local cerrado, el teatro Irijoa (hoy Martí). Los representantes de la Corona española en Cuba daban de ese modo mucha más garantía a los ácratas, que las que el gobierno comunista otorgó a los reprimidos organizadores del Concilio Cubano en 1994 (es inevitable la comparación). Entre los acuerdos adoptados en este acto por aquellos «disidentes» del pasado siglo estaba el de la convocatoria a un nuevo Congreso Obrero Regional de cuyo cumplimiento se encargaría el Círculo de Trabajadores. Pero no todo lo que hacían los anarquistas cubanos estaba dentro de la ley. Durante esta misma época fueron juzgados once libertarios acusados de apuñalar a un obrero reformista del que se sospechaban vínculos con la policía. A pesar de que los obreros fueron absueltos se desató una escalada represiva contra el movimiento ácrata que trajo por consecuencia la suspensión temporal de «El Productor», que saldrá a la calle nuevamente en 1892 (aún no existían leyes Antídoto-Mordaza).**
Del 15 al 19 de enero se efectuó el Congreso Regional Obrero de la Isla de Cuba. El término regional obedecía a que el movimiento obrero en Cuba se consideraba parte orgánica del de España. La convención tuvo lugar en el local del Centro Gallego de la Habana, sito en Prado y Dragones, y contó con la participación de 74 delegados. Allí fueron discutidos libremente (sin la orientación de un Partido) los temas que naturalmente inquietaban a los sectores proletarios de entonces, como son: la jornada de ocho horas, el derecho a huelga, las formas de organización, la igualdad racial, el problema de la mujer, el trabajo infantil. La particularidad del evento estuvo dada por el debate entre los trabajadores afines al separatismo y los obreros, «cosmopolita», o «antibelicistas», que mantenían una posición más bien neutral con respecto al problema de la independencia de Cuba. Esta segunda posición se deja traslucir en estas palabras del delegado Eduardo González: «…yo, que soy enemigo del integrista como del separatista, estrecho sus manos cuando hay que ponerse enfrente del burgués» (4-pag. 83). Al final la balanza se inclinó hacia los que sustentaban la idea de que el anarcosindicalismo cubano debía ser menos ortodoxo en su ideología antinacionalista y respaldar las actividades de los que luchaban por la emancipación de Cuba. Por mayoría fue aprobada la siguiente moción: 1ro- El Congreso reconoce que la clase trabajadora no se emancipará en tanto no abrace las ideas del socialismo revolucionario y, por tanto, aconseja a los trabajadores en Cuba el estudio de dichas ideas para que, actualizándolas, puedan apreciar, como aprecia el Congreso, las inmensas ventajas que estas ideas proporcionan a toda la humanidad al ser implantadas. 2do- «Que si bien hace la anterior afirmación en su sentido más absoluto, también declara que la introducción de estas ideas en la masa trabajadora de Cuba, no viene, no puede venir a ser un nuevo obstáculo para el triunfo de las aspiraciones de emancipación de este pueblo, por cuanto sería absurdo que el hombre que aspira a su libertad individual se opusiera a la libertad colectiva de un pueblo, aunque la libertad a que ese pueblo sea a esa libertad relativa que consiste en emanciparse de la tutela de otro pueblo» (3-pag. 44) (la cursiva es nuestra). Entre los firmantes aparecían Enrique Crecci, quien caería años después en la manigua luchando como mambí, también firmaba Messonier, el único de los «tres Enriques» que sobrevivió a la colonia. La creación del Gobernador Civil de la Provincia, Francisco Cassá, no se hizo esperar. Este dispuso la detención de los firmantes de la propuesta aprobada y la suspención del Congreso. En el oficio, firmado el 20 de Enero y enviado por el funcionario al Presidente de la Junta de Artesanos, se justificaba la cancelación por: «…considerar que la mayor parte de sus acuerdos, particularmente los aceptados y aclamados en la noche de ayer, tienden directamente a implantar y llevar a ejecución los procedimientos del socialismo revolucionario, mediante actos que revisten caracteres de delitos contra el orden social y político existente» (3-pag. 45). Resulta curioso el hecho de que fuera el periódico liberal cubano «La Discusión», uno de los que mayor cobertura le diese a aquel evento, sirviéndole de fuente a los historiógrafos marxistas-leninistas (entiéndase oficiales) para evaluar aquel audaz congreso del anarquismo criollo. El mismo día 21, «La Discusión» publicaría un comentario titulado «Libertad para los obreros», donde se manifiesta la inconformidad del autor con el proceso judicial abierto contra los ácratas y se recuerda que su proposición repetía otras votadas en países europeos, entre ellos la propia España, por lo que nadie había sido enjuiciado. Suspendido el Congreso las autoridades desataron una nueva ola represiva, cerraron los medios de expresión anarquistas encarcelando y deportando a sus líderes más relevantes (2). Amen de la benévola defensa de los ácratas que hace el periódico «La Discusión», hay que reconocer que en la moción que citamos, el congreso transgredía todos los límites del juego «político» que estaba dispuesto a permitir el poder colonial en la Isla. Precisamente aquí reside la particular importante del evento. Este es el momento en que públicamente se rompe la dicotomía entre el movimiento obrero y el independentista. La gobernación española en Cuba no podía permitir que se aliaran, como se pretendía en el Congreso, aquellos levantiscos anarquistas y los seguidores del liberalismo revolucionario de José Martí. Se le podía perdonar a los libertarios sus demandas sociales, pero abogar por la independencia, en tiempos de «tregua fecunda», ya era demasiado. En este punto de nuestra historia se cierra un ciclo dentro de la evolución del liderazgo obrero en Cuba que se había iniciado con la actividad publicista desarrollada por Saturnino Martínez, aquel astur liberal e integrista, y culminaba con un congreso que, en medio del debate sobre temas de gran conflictividad social, tendían un puente entre anarquismo e independentismo. Esta «concesión» de los anarquistas cubanos hecha en vísperas de la nueva y última gesta separatista, constituye una muestra, tanto de su flexibilidad como de las particulares condiciones socio-históricas en las que hubo de nacer y crecer el movimiento libertario en Cuba.
1-«Aclaraciones», Editora Política, La Habana, 1964.Frank Fernández, * Aquella organización paramilitar, que al estilo de las Brigadas de Acción Rápida de hoy, creaba cierta imagen de respaldo público al despotismo imperante. |
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Publicado en la página del Movimiento Humanista Evolucionario Cubano
Los anarquistas cubanos a fines del siglo XIX: los libertarios y la guerra del 95
Colaboracion de Carlos M. Estefanía
Revista Cuba Nuestra, Suecia
«Yo confío en que los socialistas libertarios que luchan contra el actual régimen no van a colocar uno nuevo en su lugar; ha sido y debe ser comprendido este sentimiento de oposición contra todos los gobiernos que durante la guerra de independencia se encarnó en cada socialista libertario, hacer imposible la opresión del pueblo de Cuba por esas misma leyes como las españolas, por cuya supresión entregaron sus vidas mártires como Martí, Crecci, Maceo y miles de otros cubanos…»
De una carta dirigida a sus camaradas cubanos por el célebre anarquista italiano Errico Malatesta.(2 pág.54)
Dos posiciones de los anarquistas ante la guerra del 95No es de extrañar que entre las alternativas viables a fines del pasado siglo en el escenario político cubano: la de la reforma autonomista o la del levantamiento armado independentista, la segunda ganara para su causa el corazón de muchos socialistas libertarios. El acuerdo del congreso obrero de 1882 apoyando la lucha contra el colonialismo impulsa la convergencia entre proletarios y separatistas. Sin embargo, no puede hablarse de consenso con respecto a la nueva guerra por parte de los anarquistas de Cuba. Muchos ácratas no apoyaban al independentismo, por oposición a una calamitosa guerra entendida como de carácter civil, en tanto Cuba formaba parte de España, una conflagración promovida por una ideología liberal nacionalista como la que sustentaba José Martí, en la que la solución al problema obrero no quedaba suficientemente esclarecida a la luz de la doctrina del socialismo libertario. Pensaban que la república prometida por los independentistas no se diferenciaría de las del resto del continente donde los anarquistas eran tan perseguidos como en el reino de España. El espíritu antibelicista de muchos ácratas, fundamentalmente los de La Habana se sublevaba de antemano contra la idea de una guerra bárbara que habría de destruir la economía de un país, arrebatando 300 000 vidas y cuyo colofón resultaría la entrega de la isla a los Estados Unidos. España, rendida, castigó a su hija rebelde, Cuba, tratando la paz con el enemigo anglosajón, a espaldas de los mambises. Según el escritor Carlos Alberto Montaner, en dialogo sostenido con el autor de estas notas, al entregar Madrid la soberanía de la isla a Estados Unidos, en lugar de hacerlo al movimiento independentista, la vieja metrópolis intentaba preservar las integridad de sus colaboradores, resguardándolos de posibles represalias por parte de un ejercito mambí triunfante. Así, la famosa enmienda Platt, que coartó la soberanía de la república durante sus primeros treinta años, nació precisamente a causa de las condiciones establecidas por España para su capitulación ante los Estados Unidos, el país llamado a intervenir cuando fuera necesario, no solo para proteger sus intereses sino también en defensa de las propiedades españolas en la excolonia. En cierto sentido la historia daría la razón a los anarquistas que asumieron una posición neutral ante el proceso bélico.
Si en algo pueden asemejarse las tres grandes revoluciones sufridas por Cuba en su devenir histórico, la prolongada independentista, la democrático nacionalista de los 30tas y la del 59 (originalmente democrática pero luego devenida en marxista-leninista) es que en cada una las expectativas del movimiento anarquista cubano quedaron insatisfechas. Por otra parte conviene recordar la culpa histórica de España, país en que salvan distancias ideológicas para fascinarse hoy con la figura de Fidel Castro, contemplándolo como el reivindicador del desatre del 98, la vieja espina clavada por Estados Unidos en el orgullo hispano. La españolidad se perdió en Cuba no sólo por la torpeza de los políticos de la metrópolis, o por la superioridad militar norteamericana, sino también porque la soberbia y el desprecio de los combatientes separatistas le impidió a España tener la visión política necesaria para tratar a tiempo la paz con honor (entiéndase la independencia) directamente con cubanos. De haberlo hecho aunque Martí hubiera muerto, quizás «otro gallo cantaría y Cuba sería feliz». Al entregar la isla de Cuba al tutelaje estadounidense, el gobierno español facilitó lo que quiso impedir José Martí al costo de su propia vida: «que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América» (1 pág.327)
El apoyo anarquista a la preparación de la GuerraA partir de la crisis económica mundial de 1857, se inició una imparable ola migratoria de empresarios y obreros cubanos hacia los Estados Unidos. Los emigrados harían de su nueva patria el foco de conspiración separatista más peligroso para el Gobierno General de la Isla de Cuba. Fue aquí donde con mayor éxito desplegó su labor en pro de la independencia José Martí. Su oratoria y su honestidad política lograron atraer numerosos obreros al movimiento independentista. Quien revise la obra publicistica de Martí en los Estados Unidos encontrará excelentes artículos de critica social en los que sin hacer concesiones en cuanto a su conceptos sobre la propiedad y la libertad de mercado, reconoce el derecho a la huelga y a la organización de los obreros para demandar condiciones justas de vida. La concepción socio liberal de Martí le permite tender un puente entre la lucha independentista que estaba organizando y las organizaciones de obreros cubanos emigrados, poderosamente influidas por las ideas ácratas. Los líderes mas importantes del anarquismo criollo, después de la muerte de Enrique Roig San Martín, los otros dos Enriques, Crecci y Messioner, se comprometerían con la causa de la emancipación nacional proclamamda por Martí. Es justo reconocer cuando se habla del apoyo que recibió José Martí de los ácratas cubanos de entonces del caso de Carlos Baliño, a quien el veterano libertario estadounidense Sam Dolgoff ubica como un activo anarquista dentro de los trabajadores del tabaco en la Florida (2 pág.49). Con el tiempo Baliño terminaría convirtiéndose en fundador de una de las primeras organizaciones prosovieticas de Cuba: La Agrupación Comunista de La Habana (18 de marzo de 1923). Pero treinta años antes se podían presumir los contactos y coincidencias de Baliño con los anarquistas de Estados Unidos, quienes mayoritariamente se declararon partidarios de la independencia de Cuba. En un discurso con motivo del 10 de octubre de 1892 Baliño cita, precisamente, las palabras de un líder anarquista norteamericano, Justus H. Schwab para decir:»No podemos permanecer inactivos cuando un pueblo lucha por conquistar su emancipación aunque no lo mueva el deseo de conquistar esas reformas radicales que nosotros proclamamos y que son las únicas que pueden garantizar la expansión del individuo» (3 pág.92).
Para explicar este acercamiento de los anarquistas a la empresa martiana conviene también tomar en cuenta la estructura del El Partido Revolucionario Cubano, fundado por Martí en 1892. Su concepción descentralizada, y unos estatutos propios de la democracia directa, se avienen en buena medida a los hábitos organizativos de los anarquistas, quienes se agruparon fundamentalmente en los clubes «Enrique Roig San Martín» y «Fermín Salvochea» (5 pág.9).
Anarquistas en los campos de Cuba Libre
No puede decirse que fuera en la ultima guerra de independencia la primera vez que anarquistas y sus ideas estuviesen en la manigua. Durante la guerra de los 10 años algunos elementos anarquistas procedentes de la industria tabacalera habían participado. Varias de las figuras destacadas de la guerra grande se encontraban bajo la influencia ideológica del teórico anarquista francés Proudhom, como es el caso de Vicente García y Salvador Cisnero Betacourt, quienes defendían las tesis del federalismo, dentro de la República en Armas. (4 pág.2).
En la guerra del 95 numerosos anarquistas tomaron parte en la lucha armada, muchos de ellos se convertirían en figuras renombradas como es el caso Armando André. Este comandante independentista terminaría sus días asesinado, tres meses después de haber llegado a la presidencia de la republica otro famoso mambí, Gerardo Machado, ¿el motivo?: las denuncias realizadas en contra del nuevo presidente por el antiguo anarquista desde la dirección del periódico oposicionista El Día.
Otra figura relevante para significar la participación anarquista en esta última guerra es Enrique Crecci, el dirigente de EL Productor, de quien ya hemos hablado. Crecci también tuvo un trágico destino, en 1896 cayó macheteado en un hospital de sangre en los llanos de Matanzas. Es bueno destacar la participación en esta contienda de anarquistas extranjeros, como en los casos de los italianos Orestes Ferrara y Federico Falco (4 pág.3).
Los anarquistas de Europa y su influencia en la guerra de Cuba: un pistoletazo para cambiar la historia
El papel de los ácratas en Europa es uno de los elementos que no debe dejarse a un lado si queremos comprender plenamente el rol del anarquismo en la independencia. Frank Fernández historiador y líder del actual Movimiento Libertario Cubano en el exilio se refiere a este escenario cuando escribe: «La crueldad de la guerra creó en España una situación de tensión social que produjo una ácida crítica por parte de los anarquistas españoles y que fue apoyada al momento por los ácratas simpatizantes del separatismo tales como Salvochea y Pedro Vallina. En enero de 1896 se constituye en París el Comité Francés de Cuba Libre debido al trabajo tesonero de Malato y el Dr. Betances. Es necesario destacar que este comité estuvo compuesto principalmente por anarquistas franceses, tales como, Louise Michelle, Sébastien Faures y otros».
Uno de los factores más importantes en la derrota española lo constituye el asesinato del primer ministro español a manos de un anarquista italiano en 1897. Se cree que el hecho contó con participación directa de Emeterio Betances, el doctor puertorriqueño viculado, como ya vimos, al exilio cubano en París. El mandatario ultimado, Cánovas del Castillo, de terquedad parangonable a la de Fidel Castro, fue un conservador cuya dureza contra los independentistas cubanos superó con creces la intransigencia que en este siglo tuvo la célebre Dama de Hierro, Margareth Tatcher ante los terroristas del IRA y la ocupación de las Malvinas por los militares argentinos. Cánovas estaba decidido a aplastar la revolución cubana, pero nos sólo utilizando «hasta el ultimo hombre y la ultima peseta», sino también mediante una verdadera política genocida de cuya ejecución se encargó en la isla el despiadado general Valeriano Weyler. La política sanguinaria de este oficial, si bien diezmó la base popular de la que se nutrían los independentistas, desarrollando lo que hoy llamaríamos una limpieza étnica resultó contraproducente para los intereses coloniales, pues hizo impopular la postura de España ante los ojos de la opinión publica del mundo. Si alguna vez en la historia fue justo un atentado anarquista, fue precisamente el de aquel día de 1897 en que, leyendo apaciblemente el periódico, en un balneario de San Sebastián, el primer ministro del Castillo, recibió un disparo a quemarropa del libertario italiano Angiolillo. Este pistoletazo, no solo puso fin a una táctica criminal en la isla de Cuba, sino que provocó vacilaciones decisivas en la política colonial española que serían aprovechadas muy inteligentemente por una nueva potencia que emergía del otro lado del Atlántico. La muerte de Cánovas trajo al gobierno al liberal Praxedes Mateo Sagasta, quien sin el respeto y la simpatía con que contaba su antecesor en Europa, llevó a cabo una estrategia tardía de apaciguamiento. El sucesor de Cánovas ordenó inmediatamente el regreso de Weyler (quien por cierto había logrado salir ileso de otro atentado en la capitanía general) e inició la «Perestroika» en el régimen colonial e Cuba. Ya era demasiado tarde, la mala fama estaba creada. Más le habría valido a los liberales de España haber escuchado al liberal de Cuba, José Martí, cuando reclamó a la república española proclamada en 1873 el derecho de Cuba a ser libre (1- pag. 46). Una autonomía para Cuba en 1898, no evitaría lo que los españoles aun hoy recuerdan como el desastre. Aprendan pues los actuales gobernantes cubanos para que la experiencia no se repita este siglo si tarda la democratización.
La entrada de los estados Unidos, los anarquistas durante la ocupación
El 15 de febrero de 1898 estalla misteriosamente el acorazado Maine, enviado al puerto de La Habana para proteger los intereses norteamericanos en esta ciudad. El hecho, convenientemente manipulado por la prensa amarilla, se convirtió en el pretexto esperado para la ruptura de hostilidades entre Estados Unidos y una decadente metrópolis europea. El 19 de abril de 1898 el Congreso Norteamericano aprobaba la Resolución Conjunta que reconocía el derecho del pueblo de Cuba a la independencia y exigía al gobierno español la renuncia inmediata de su autoridad sobre la isla. Se iniciaba la guerra hispano-norteamericana que culminaría con la firma del tratado de París. El presidente Mac Kinley humilló con su victoria al viejo león español, no solo se hacía Estados Unidos de Cuba, isla rica y de estratégica posición, sino también de los restos del viejo imperio, desde Puerto Rico a Filipinas. La victoria le aseguró al presidente Mac Kinley un nuevo mandato que no llego a culminar, pues murió, ¡quien lo diría!, a manos de un anarquista.
No cabe duda que la ocupación norteamericana de la isla, cedida oficialmente por España el 10 de diciembre de 1898, significó un hecho frustrante para los combatientes cubanos, a quienes tras luchar arduamente durante décadas se les impidió participar en las conversaciones de paz y entrar como ejército vencedor en las ciudades abandonadas por las tropas coloniales. Cuando Estados Unidos concede la independencia a Cuba en 1902 la soberanía de Cuba quedara condicionada por una enmienda propuesta por el senador norteamericano Orville H. Platt. Según este apéndice a la Constitución de la joven república, a EUA se le concedían derechos a bases carboneras, a intervenir militarmente, así como a tener la prerrogativa de autorizar los empréstitos que hiciera el gobierno cubano. La influencia económica norteamericana se manifestó en la compra de grandes extensiones de tierra abaratadas por la guerra. Las empresas norteamericanas adquirieron así miles de caballerías, además de fábricas de tabaco y cientos de concesiones para explotar minas, instalar alumbrado eléctrico, controlar el transporte ferroviario etc. Si en 1895 las inversiones norteamericanas eran de 50 millones de pesos, un año después de finalizada la ocupación alcanzaban el índice de los 100 millones.
Contra tal estado de cosas maduró una conciencia patriótica que se consagraría en la revolución del 33 y que fue alimentada en sus inicios por los nacionalistas, los liberales y los anarquistas cubanos. Por otro lado hay que reconocer que en medio del caos provocado por la guerra en Cuba, muy similar al dejado por los nazi en Europa tras su derrota a manos de los aliados, los ocupantes norteamericanos contribuyeron a restaurar las heridas de la guerra, a reactivar la maltrecha economía cubana en poco tiempo, a detener el hambre, a desarrollar las obras publicas, y a modernizar la excolonia en los ordenes educacional, sanitario, jurídico y político. (7 págs. 12-13). Por otra parte, el hecho de que la república naciera de la intervencion no pudo impedir un proceso de paulatina y espontánea renacionalización económica que se desarrolló contínuamente hasta el triunfo de la revolución del 59, y sobre el que los historiadores marxistas prefieren no hablar. El fin de la dominación española significó no sólo la irrupción del capital norteamericano sino también la revitalización del movimiento obrero. Gracias a la puesta nuevamente en práctica de la Ley de Asociaciones de 1833, que autorizaba la creación y funcionamiento de organizaciones obreras y que había sido suspendida por la autoridades coloniales durante los años de la guerra (3 pág.126), los obreros cubanos pudieron crear nuevas organizaciones, que ocuparon el lugar de las que de alguna manera había apoyado al régimen autonómico. En este contexto se crea en 1899 La Liga General de Trabajadores Cubanos, la más importante agrupación de aquel período, entre cuyos fundadores se encontraba numerosos obreros de origen ácrata aunque también los habrá de otras ideologías. El primer presidente de la liga fue el viejo líder Enrique Messonier, el último sobreviviente de los tres Enriques del anarquismo cubano decimonónico. Messonier capitalizó para su elección la fama de su larga trayectoria como dirigente libertario y comprometido independentista. La liga surgía, entre otros propósitos, con los objetivos de luchar porque los obreros cubanos disfrutaran de las mismas garantías y ventajas que los extranjeros, porque se gestionara ocupación para los obreros repatriados y porque se buscara oficio a los huérfanos de calle. La organización de trabajadores desencadenó varias huelgas a fines de 1901 y principios de 1902.
Pero de todas las acciones de la Liga, la más importante (y que determinó su quiebra) fue la primera huelga general de nuestra historia, desencadenada ya bajo el mandato de Estrada Palma en noviembre del 92 y que se conoce como de los aprendices. Dicho boicot estaba encaminado a detener la discriminación que sufrían los jovenes cubanos, a quienes no se les permitía entrar como aprendices de los trabajos mejor remunerados en las fábricas de tabaco, un privilegio reservado para los obreros de origen español. La huelga fracasó, no sólo por el modo en que fue reprimida por las autoridades gubernamentales, sino también por las vacilaciones del propio Messonier, quien ya por entonces se deshacía de su credo anarquista para incorporarse al Partido Nacional Cubano, y por la resistencia que encontró por parte de trabajadores anarquistas que vieron en aquella lucha una manera de quebrar la unidad que debía haber entre los obreros por encima de las nacionalidades. Al terminar la huelga de los 10000 miembros con que contaba la liga al inicio del paro, sólo quedarían 300 (3 págs.132-133).
Para terminar esta parte de la historia del anarquismo cubano conviene recordar el apoyo que recibieron las huelgas organizadas por la Liga de Trabajadores Cubanos por parte de libertarios que sin integrar la organización simpatizaron como ella, como es el caso de: Adrián del Valle (cuyo seudónimo era Palmiro de Lidia), Abelardo Saavedra y Arturo Juvenet, miembros los tres de la redacción del semanario ¡Tierra! (3 pág.136).
Bibliografía y Referencias1- José Martí, Mis Propias Palabras, Editora Taller, Santo Domingo, 1995
2- Sam Dolgoff, Den Kubanska Revolutionen-Ur ett Kritisk perspektiv-, Federativ, Stockholm, 1982.
3- Instituto de Historia del Movimiento Comunista y Socialista de Cuba, Historia del Movimiento Obrero Cubano 1865-1958. Tomo 1, Editora Política, La Habana, 1985.
4- Frank Fernández, The Anarchist & Liberty (electronic version) http://www.cs.uthah.edu/~galt/cuba.html.
5- Frank Fernández, Cuba, Los Anarquistas y La Libertad (1), en CNT, marzo de 1994, Barcelona.
6- Juan G. Bedoya, Más se perdió en Cuba, en El País, Domingo 11 de septiembre de 1994, pp.16-17.
7- Juan Clark, Cuba Mito y Realidad. Saeta Ediciones, Miami-Caracas, 1992.
El Anarquismo en Cuba, desde el nacimiento de la República a la caída del Dictador Gerardo Machado: El fin de la hegemonía libertaria sobre el movimiento obreroPor Carlos M. Estefanía
«Luchemos, que hay grandes injusticias que destruir y muchos derechos que reclamar. Luchemos, que renunciar a la lucha es renunciar a la vida, es decir, `es renunciar a ser hombres´»
Manifiesto Anarquistas de Cruces, 1915.
Huelgas y más huelgas.
El siglo XX cubano se inició, con una isla ocupada por Estados Unidos, y desbastada por la guerra contra España, el ideario anarquista, tenía pues, bastante tela por donde cortar. Durante este periodo se siguieron difundiendo los métodos de lucha anarcosindicalista, especialmente desde el semanario ¡Tierra! en el que escribían destacados escritores de España y Cuba. Para fortalecer la propaganda de sus ideas, los ácratas de Cuba intentaron contar con la presencia, de uno de los masa conocidos pensadores de su doctrina, Enrico Malatesta, a quien en 1900 los editores de El Mundo Ideal invitaron a la isla para que le hablara a obreros y campesinos sobre el anarquismo. Lamentablemente para los anfitriones, las conferencias debieron interrumpirse, pues a las que las autoridades interventoras norteamericanas no les agradó nada la estancia del connotado anarquista en el país y lo expulsaron. Pese a todo los métodos de acción directa, constituían parte intrínseca del accionar obrero Cubano, en los primeros tiempos postcoloniales.
El parto de la república en 1902 fue «asistido» por La enmienda Platt, y por la primera huelga general de nuestra historia, conocida como la de » los Aprendices», Enmiendoa y Huelga resultaron dos visitantes inesperados para quienes habían idealizado la sociedad de una Cuba libre de España.
La huelga de los aprendices, no solo contó con la participación y apoyo de anarquistas de la isla como, sino que además recibió el respaldo del movimiento ácrata internacional, y de paso el de uno de los grandes inspiradores del anarquismo místico; León Tolstoy quien desde la lejana Rusia mantuvo correspondencia con los obreros encarcelados en La Habana como resultado de los hechos.
También el interior de la isla se conmovía por la actividad de los anarcosindicalistas a penas nacida la República. En 1903 se llevó a cabo una gran huelga azucarera durante la cual fueron asesinados los anarquistas Casañas, y Sarría, por ordenes de quien entonces ocupaba el cargo de gobernador de las Villas, José Miguel Gómez y que llegaría a presidir el País por el partido Liberal entre 1909 y 19013.
Resulta interesante el hecho de que en los primeros años republicanos, el anarquismo «criollo» contara con «plazas fuertes» en las zonas de Cruces y Lajas, donde se habían radicado desde hacía años trabajadores ácratas de origen español, entre los mas cocidos: José García y Matías Palenque. El 21 de noviembre de 1902 los anarquistas salieron a las calles de Cruces, en una estampa que recordaría cualquier ciudad de la industrializada Europa. Los libertarios portaban banderas rojas, convocando a la huelga, llamando a los obreros y campesinos de la zona a la «revolución social» que según ellos se aproximaba. A mediados de diciembre de 1902 , bajo la evidente influencia del cosmopolitismo anarquista, el mulato Evaristo Landa, excombatiente del 95 y dirigente del Gremio de Braceros de Lajas, hacia circular, en ese mismo año un comunicado en el que convocaba a la unión de todos los breros, sin tener en cuenta el lugar de nacimiento, para luchar por el aumento del mísero jornal que recibían (2 pag. 143).
En 1912 el recién Fundado Centro Obrero de Cruces, convocó a un congreso, que hubo de celebrarse entre el 24 y 25 de febrero. El evento tuvo lugar bajo medidas de excepción, implantadas por el entonces Secretario de Gobernación, Gerardo Machado, quien había suspendido un día antes las garantías constitucionales para anarquistas, socialistas y para los independientes de color. Al Congreso asistieron delegados de La Habana, Matanzas, Santa Clara, Cárdenas, Cienfuegos, Remedios, Sagua, Manzanillo, San Antonio de los Baños, Cruces y Lajas.
Entre los acuerdos del Congreso anarquista, estuvo el de crear una federación nacional de trabajadores, aspiración que quedó latente en el imaginario del anarcosindicalismo cubano hasta la llegada de los años 20 con la fundación de la Confederación Nacional Obrera de Cuba.
La agitación anarquista siguió intensificándose en la región Cruces durante este año. Dos de sus líderes Abelardo Saavedra y Juan Tur, quienes habían sido deportados, regresaron clandestinamente para renovar la agitación en las fabricas de azúcar. En medio de esta actividad nació el grupo anarquista Rebelión, quien publicó a fines de diciembre un manifiesto hablándole a los obreros de las bondades de la anarquía y llamándolos a rebelarse contra el capitalismo. Como consecuencia de este documento, el gobierno anunció la existencia de un complot anarquista en toda la república y desató una ola represiva contra los libertarios, el pueblo de Cruces fue tomado por la guardia rural y se expulsaron del país algunos de los agitadores mas importantes, entre ellos Tur y Saavedra.
Cruces continuó siendo una especie de «capital» del anarquismo cubano. En los primeros días de febrero de 1915, circuló, una nueva hoja impresa con otro candente manifiesto. El documento aparecía firmado por Fernando Iglesias y otros dirigentes sindicales de 11 centrales azucareros pertenecientes a los municipios de Cruces, Ranchuelo, San Fernando de Camarones, Rodas y Cienfuegos.
El comunicado condenaba la mansedumbre conque los obreros aceptaban sus condiciones de vida y los conminaba a participar en una huelga exigiendo 8 horas de trabajo y 25% de aumento sobre el salario:
«Seamos firmes, ya que en nosotros radica la fuerza sostenedora. Seamos unidos, ya que para nosotros es el bien y, si es preciso, y si a nuestra demanda se contesta con el hierro; si se nos quiere vencer por medio de la fuerza, ya que somos constructores, seamos destructores; ya que somos sostenedores, seamos exterminadores.-
Esta vida de parias es indigna de vivir, esta vida de miserias es indigna de sostener. Luchar por un pedazo más de pan, un pedazo más de respeto y un átomo más de libertad, es justo. Morir en la contienda es digno, pues como dijo un sociólogo -O vivir para ser libres, o morir para dejar de ser esclavos- optemos por la libertad.
Desde que vea la luz este manifiesto, la lucha está entablada. Levantémonos, como un solo hombre, y que de cada ingenio surja un Comité de Huelga para después formar el Comité Central. Más tarde, las circunstancias nos aconsejaran y el tiempo señalará el fruto de nuestra lucha…» (4)
La respuesta de las autoridades fue la detención, a pocos días de circulado el manifiesto, de varios dirigentes azucareros, entre estos el propio Fernando Iglesias al que se le señalaba como jefe de los anarquistas de las Villas. Si bien el documento no logró repercusión en los centrales de la jurisdicción de Cruces, parece que si influyó en el desencadenamiento en una cadena huelguística entre los ingenios de Guantánamo durante febrero, en cuyas propagandas se hacía referencia al Manifiesto de Cruces.
Durante las primeras décadas republicanas el anarquismo, jugó un papel protagónico, en la organización de las de protesta obrera en toda la isla.
Los anarquistas estuvieron presentes en importantísimas huelgas como la de la Moneda en 1907, llamada así porque con ella los tabaqueros de La Habana reclamaban sus salarios en moneda norteamericana en lugar de española o francesa, totalmente desvalorizadas en comparación con el dólar. Esa huelga terminó con un eufórico triunfo.
El célebre semanario anarquista ¡Tierra! fue acusado de haber instigado la huelga ferrocarrilera que tuvo lugar entre septiembre de 1907 y enero de 1908, los obreros ferroviarios exigían aumentos de salario y Jornadas de 8 horas, demandas que no pudieron lograr. Otra huelga del mismo año 1908 fue la que organizaron entre enero y febrero los tabaqueros de La Habana y provincias limítrofes, conocida como la Huelga de la No Rebaja, contra los despidos periódicos, que sufrían los trabajadores del ramo en determinadas épocas, también constituyó una derrota para sus organizadores.
Los anarquistas, pese al apoliticismo de su doctrina, influyeron indirectamente en el sistema político del país, con sus acciones llevaban a los partidos a tomar conciencia de las necesidades obreras y proponer fórmulas jurídicas que mejoraran sus condiciones de vida un ejemplo de este fenómeno lo tenemos en la Ley de Arteaga, nacida como consecuencia de una huelga donde se manifestó la influencia de los métodos ácratas de acción directa y que fue organizada por los obreros de central Jagüeyal, Ciego de Ávila, en agosto del candente 1908. Se protestaba contra el pago de los salarios en vales, que solo podían emplearse en la bodega de la compañía donde la mayor de las veces faltaban artículos de primera necesidad y cuando los había eran de la pésima calidad a precios fabulosos. Es un sistema de explotación obrera muy similar al que sigue hoy en Cuba, las empresas estatales, cuando pagan al obrero con pesos cubanos, moneda cuyo real poder adquisitivo la asemeja mas a aquellas fichas conque se le pagaba a los obreros del Jagüeyal que a al dinero que, según el propio Marx, para serlo, debe tener circulación universal, algo de lo que carecen nuestros «pesos» incluso en los predios del propio Estado al que representa. De retorno a la huelga diremos que fue sofocada por la guardia rural, y sus dirigentes procesados bajo a acusación de tenencia de explosivos, amenaza, desorden público y otros delitos. Aunque el Fiscal pidió para cuatro de ellos la sanción de cadena perpetua, los encausados resultaron absuelto a los cinco meses de encarcelamiento. Como resultado de aquel hecho, un representante a la Cámara por el partido Liberal, Emilio Arteaga, presentó ante el cuerpo legislativo un proyecto de ley que prohibía el pago de salarios mediante vales, chapas o fichas de cualquier clase que tuvieran el carácter de signos representativos de la moneda. La Ley Arteaga, fue publicada en la Gaceta oficial el 24 de junio de 1909, en ella se establecían sanciones de multa y cárcel para los infractores.
Si se habla de huelgas en Cuba, a las que se vincularon los anarquistas, especialmente los de origen español no podemos dejar de mencionar la del alcantarillado de la Habana, en 1911. En ella participaron unos 1500 obreros quienes se revelaron contra las condiciones infrahumanas de trabajo, los bajos salarios, las 11 horas de labor, la falta de condiciones sanitarias y el no pago en moneda norteamericana. La huelga se perdió entre otros factores por la falta de apoyo, de organizaciones obreras cubanas, que oponían su «patriotismo» a las tesis del cosmopolitismo anarquista, aportando obreros rompe huelgas. Aquel fué un desquite de los gremios cubanos con el sentimiento de discriminación al obrero nativo que había despertado el hecho de que en las obras de Alcantarillado de La Habana el 75 % de los empleados fueran extranjeros, casi todos españoles.
Los anarquistas también apoyaron, la huelga de trabajadores de restaurantes y cafés en 1912. Aqui se destacó el huelguista Hilario Alonso. Otra huelga respaldada fué la de los constructores por las 8 horas del trabajo. Como muchos de los militantes anarquistas eran de origen español, una de las medidas mas utilizadas contra el movimiento por las autoridades fue la de la deportación.
Entre las organizaciones anarcosindicalistas mas combativas de nuestras primeras décadas se destacó el Sindicato General de Obreros de la Industria Fabril fundado en La Habana el 10 de agosto de 1917. Lo integraban obreros de las fabricas de confituras, papel, cigarro, cerveza etc., quienes organizaron importantes huelgas en su centros laborales.
Es imposible en tan breve espacio reseñar todas las huelgas que conmovieron, a Cuba por aquella época, baste decir que entre 1917 y comienzos del 20 ocurrieron mas de 220 huelgas generales y parciales. Esta forma de lucha constituyó un recurso muy utilizado por los anarquistas,. quienes si bien en muchas ocasiones enfrentaron una brutal represión en otras lograron éxitos que contribuyeron a que la clase obrera cubana lograra un estandar de vida, envidiables para los trabajadores de otros países. Los triunfos sociales del proletariado cubano pueden ser considerados como parte de los elementos que que estimulóron la continua inmigración de obreros hacia Cuba, no solo de la cuenca caribeña, si no incluso de la propia Europa, especialmente de España.
Anarquismo versus reformismo
Durante esta época el anarquismo se convirtió en un verdadero obstáculo contra la influencia de ideas reformistas dentro del sector obrero. La tradicional propaganda apoliticista desplegada por los ácrata es uno de los motivos por los que a principios de siglo dieran al traste diversos los intentos del reformista social Diego Vicente Tejera para la creación d dos organizaciones políticas obreras de corte social demócratas; el Partido Socialista Cubano (1989) y el Partido Popular (1900)(2 pag. 146-143)
Otro boicot anarquista contra las aspiraciones organizativas de los pioneros de la social democracia cubana lo tenemos durante el Congreso Obrero de 1914. En enero de ese año se había constituido en la capital de Cuba, la Asociación Cubana para la Protección Legal del Trabajo, de su seno, surgió la idea de organizar un Congreso Nacional Obrero, para el cual se logró un donativo de 7000 pesos por parte del Ayuntamiento de La Habana y un subsidio del poder legislativo que ascendía a los l0000 pesos. El Congreso se celebró entre e el 28 y 30 de agosto. Las agrupaciones anarquista consideraron al evento como un acto de colaboracionismo de clases y organizaron paralelamente manifestaciones en La Habana demandando de que los 17000 pesos tomados de los fondos públicos para ese Congreso se destinaran a ayudar a los obreros desplazados por el cierre de fabricas tabacaleras como consecuencia del primer conflicto bélico mundial (la guerra había interrumpido las exportaciones de tabaco a Europa). Con sus manifestaciones los ácratas robaron la atención pública de un encuentro cuyo matiz reformista se evidenciaba al compararse sus demandas de claro tiente social demócrata, con las anarquista que caracterizaron al Congreso Nacional Obrero de 1892, en pleno despotismo español. Por otra parte se evidenció que el Congreso de 1914 había sido convocado como plataforma para crear, a penas concluido, el Partido Democrático social, cuya directiva que coincidía en términos generales con la del propio Congreso: Presidente, el abogado y profesor Francisco Carrera Justís y Secretario general el obrero Antonio Castell. Cual su fuera poco para ganarse el repudio anarquista, el Congreso Obrero de 1914 sumaba al subsidio estatal la presencia en inaguracion depersoneros gubernamentales: el Secretario de Justicia; Doctor Cristóbal de la Guardia (delegando personalmente por el presidente de La república, Mario García Menocal), el Secretario de Agricultura Comercio y trabajo; General Emilio Nuñez, y el Alcalde de La Habana; Doctor Fernando Freyre de Andrade. Los libertarios no se dejaron apaciguar por el hecho de que el Congreso debatiera muchos de los temas que preocupaban a las organizaciones anarcosindicalistas: la condena de la guerra mundial, la necesidad de eliminar la desigualdad de derechos entre el hombre y la mujer, o que se aprobaran propuestas encaminadas a mejorar las condiciones de vida del proletariado cubano: la de modificar los aranceles para facilitar la vida del trabajador, la de estimular la industria nacional, la de crear una secretaría del trabajo en el gobierno y cátedras universitarias de derecho obrero, la de ayudar económicamente al repatriamiento de los cubanos emigrados a la Florida, o la de estimular las cooperativas de consumo y sociedades de asistencia. Entre las figuras anarquistas destacadas por su repudio al Congreso Nacional Obrero de 1914 despuntó Alfredo López Arencibia, miembro de la de la Asociación de Tipógrafos, quien con el tiempo se convertiría en el líder nacional obrero mas importante de la época que analizamos.
En febrero de 1920 fue difundido por diferentes periódicos cubanos un manifiesto de la reformista Confederación Obrera Pan-Americana, que se dirigía a todos los obreros del continente para que enviaran delegaciones nacionales a un Congreso Panamericano Obrero que tendría lugar en México durante el 12 de julio. La única organización cubana que aceptó dicha invitación fue la Federación de Torcedores de las Provincias de La Habana y Pinar del Río lidereada por el reformista José Bravo Suarez, quien lanzó una convocatoria a todos los gremios y colectividades proletarias del país para que enviaran sus delegados a un nuevo Congreso Nacional de Trabajadores que comenzaría sus sesiones el 14 de abril en el Centro Obrero, hubicado en Ejido 2, altos, La Habana. E objetivo de la convocatoria era el de discutir la carestía de la vida y el envío de delegados a la Convención Panamericana de Obreros, que se celebraría en México en julio. En este caso, los anarquistas, siguieron una estrategia distinta a la adoptada durante el congreso de 1914. En lugar de combatir el reformismo desde afuera, los anarcosindicalistas decidieron batirlo desde adentro, participando en nuevo Congreso e influyendo en sus declaraciones y acuerdos.
Desde el inicio los anarquistas ocuparon puestos claves en la dirección del evento, teniendo como secretario de la mesa provisional a Alfredo López y a Marcelo Salinas, el segundo destacado ideólogo libertario al que rodeaba una aureola por su participación en sonadas acciones anarquistas en España. El congreso se caracterizó por el crudo enfrentamiento entre las posiciones ácratas y las reformistas. El saldo favoreció a los anarquistas quienes lograron echar a abajo la propuesta de Bravo para que los trabajadores cubanos enviasen una delegación al III Congreso Obrero Panamericano de México, en cambio se envió un saludo del Congreso a la Rusia Roja, que por entonces significaba para muchos anarquistas un ejemplo de redención y justicia. Otro fruto que pudieron cosechar los anarquistas en aquel evento, cuyo signo originalmente reformista lograron invertir hacia posiciones radicales, fué el del nacimiento del La Federación Obrera de La Habana, paso previo para la creación de un sindicato nacional. Las dos organizaciones estaría dirigidas por el célebre Alfredo López.
La Federación Obrera de la Habana, se constituyó el 15 de septiembre de 1921 con la aceptación por parte de diecisiete organizaciones obreras de un reglamento cuyo artículo primero se sustentaba la lucha de clases, la acción directa y el rechazo colectivo a la actividad electoral.(5)
Actividad social de los anarquistas: el movimiento de Cooperativas libertarias en CubaEl anarquismo en Cuba, como en otros muchos lugares, no constituye solamente un movimientos de reivindicaciones económicas a los dueños del capital, su incidencia social va mas allá, alcanzando terreno de la ilustración cultural, y el de la búsqueda de formas alternativas de organización económica que solucionasen los problemas de los sectores menos favorecidos del país. Desde el siglo pasado los anarquistas mantenían una febril actividad socio cultural, auto sustentada al margen de cualquier poder financiero o político. En las primeras décadas del siglo XX, los libertarios cubanos publicaron innumerables periódicos y semanarios que además de reflejar los intereses y preocupaciones proletarios, ilustraban a sus lectores sobre los mas diversos aspectos de la vida, la filosofía, el arte, la literatura y la naturaleza. Entre estas publicaciones podemos mencionar: Nueva Aurora, Labor Sana, El progreso, Voz del Dependiente, El productor panadero, Nueva Luz, Proteo, El Libertario, La Batalla, Nuevos Rumbos, Vía Libre, Voz Rebelde, Solidaridad, Memorándum Topográfico, etc. Gracias a ellas los artesanos cubanos se mantenían al tanto de los causes que tomaba el pensamiento anarquista universal, teniendo a su disposición textos clásicos como los escritos por Bakunin, Elisée Reclus y el ya nombrado Malatesta.
Entre las actividades educativas importantes de los anarquistas debe señalarse el estimulo ofrecido por la Federación Obrera de la Habana, dirigida por Alfredo López, a la creación de escuelas racionalistas como la que funcionaba en El Centro Obrero de la Habana y a la que asistían los hijos de los obreros en horario diurno y los trabajadores en el nocturno. Dentro de esta labor ilustradora se destaca la colaboración entre libertarios y estudiantes de izquierda, que dio lugar a la Universidad Popular José Martí. Una hazaña si tenemos en cuenta la falta de recursos con que contaban los anarquistas.
Gracias al anarquismo nació y creció Cuba un autentico movimiento cooperativo, caracterizado por sus métodos de auto gestión y democracia directa que lo hacen incomparablemente superior, incluso desde un punto de vista socialista, al que establecieran los comunistas tras la revolución de 1959. En aquellas sociedades los obreros pagando un mínima suma al mes, tenían acceso a innumerables actividades culturales de tiempo libre, cuidados médicos y otros servicios. El movimiento cooperativo, en el que participaban miles de obreros y campesinos cubanos, incluía diversas ramas, entre ellas las de consumo y la construcción de vivienda. A través de este movimiento se manifiestó la temprana influencia anarquista en nuestros campos, donde los libertarios fundaron la primera organización de agricultores de nuestra historia: La Federación Campesina de Cuba en 1915. Los anarquistas rurales desarrollaron cooperativas por toda Cuba; en San Cristóbal, Los Palacios, Pinar del Río, Ventas de Casanova, Santa Lucia, siendo la mas célelebre Realengo 18 conocida nacionalmente por los reportajes que dedicó el periodista Pablo de La Torriente Brau a sus enfretamientos armados contra el estado. Entre los numerosos y activos anarquistas del campo podemos mencionar a Laureano Otero, Manuel López, José Lage, Benjamin Janeiros, Luis Meneses, Marcelo Salinas, Modesto Barbieto, Sabino Pupo Millan, Niceto Pérez y muchísimos más, quienes entre 1918 y 1925 tuvieron influencia prácticamente exclusiva entre los trabajadores de la tierra y los entre los obreros azucareros.
Los Libertario bajo el poder de Gerardo Machado: Principio del fin de la hegemonía anarquista sobre el movimiento obrero Cubano.
Si bien bajo los diferentes mandatos republicanos los anarquistas cubanos conocieron de cárceles deportaciones y hasta ejecuciones sumarias, la palma en la batida contra sus activistas se la llevó el General Gerardo Machado y Morales, ex oficial del ejército independentista, que llego a la presidencia con gran popularidad en mayo de 1925 y quien termino siendo derrocado como dictador por la Revolución de 1933.
Siguiendo los acuerdos del Congreso obrero de 1920, la Federación Obrera de la Habana había trazado un plan para la creación de un sindicato nacional. Como paso concreto del mismo, se realizó el llamado al Segundo Congreso Obrero nacional del 15 al 19 de febrero de 1925 en Cienfuegos. Este nuevo encuentro tuvo la participación de unos 110 delegados representantes de 75 organizaciones obreras. Entre los asistentes predominaba la corriente anarcosindicalista, aunque también había delegados de ideología social demócrata y marxista leninista. En el congreso se acordó de celebrar el III Congreso Nacional Obrero en la ciudad de Camagüey con el fin de crear definitivamente una confederación de todos los trabajadores cubanos. El nuevo evento que tuvo lugar entere el 2 y 7 de agosto en Camagüey, a tres meses de haber llegado al Poder Machado Asi nace, bajo el signo fatal del Machadato la Confederación Nacional Obrera de Cuba encabezada por Alfredo López. Los anarcosindicalistas, primeros lideres del la CNOC defendieron la linea del apoliticismo, que impedía que a los sindicatos convirtierase en instrumentos políticos de ningún partido, incluido el flamante Partido Comunista, fundado en la Habana exactamente en el mismo mes de Agosto los días 16 y 17.
Machado, quien terminaría derrocado por una huelga general había prometido que ningún boicot de este tipo le duraría mas de 24 horas. Estaba decidido a reprimir con mano dura cualquier desorden que pudieran afectar los negocios nacionales o las inversiones de capital extranjero. Tenía pues en la mirilla a los anarquistas quienes significaban por entonces la única amenaza cierta contra la «estabilidad social» prometida por el ex-mambí.
Así, desde las primeras huelgas el nuevo gobierno respondio con, arrestos masivos, aplicaciones de ley de fugas y desapariciones. Tales medidas aplicaron no sólo contra los obreros ácratas, sino contra cualquiera que desde la prensa o la política osara enfrentarse al «presidente».
Machado como buen caudillo populista encontró argumentos para ilegalizar al los anarquistas como «obreros que no seguían una conducta realmente patriótica». El embate de Machado contra los libertario tenía como cobertura, la gran cantidad de votos conque ganó el exgeneral mambí las elecciones de 1924, el auge económico provocado por su plan de obras publicas, y la legitimación que ofrecia a su politica «social» el apoyo de la moderada Federación Cubana del Trabajo, fundada en 1927 con respaldo económico y policiaco del gobierno.
La persecución machadista contra los líderes de la CNOC fue realmente despiadada, entre los asesinatos ordenados están los de Enrique Varona, organizador de los obreros ferroviarios, Margarito Iglesias, Secretario de la Unión de Obreros Fabriles y el del propio Secretario de la CNOC, Alfredo López, quien fue arrestado el 20 de julio de 1926, cuando se dirigía al domicilio del Centro Obrero. Sus restos solo fuero encontrados tras la caída de Machado, en las faldas del castillo de Atarés,.
La embestida antilibertaria del gobierno fue aprovechada con astucia por los comunistas, quienes se hicieron oportunista mente de los puestos directivos de la CNOC que iban quedando «vacantes» como resultado de las deportaciones, encarcelamientos, persecuciones y asesinato de los líderes anarquistas.
La ofensiva del machadato contra los ácratas encontró la resistencia, desde el primer momento de la Federación de Grupos anarquistas de Cuba, creada en 1924, cuyos activistas respondieron a la represión promulgando huelgas, circulando propaganda y contribuyendo al estado de violencia social que terminaría con el derrocamiento del tirano en agosto de 1933.
Anarquistas y comunistas un: pésimo matrimonio.
El 7 de noviembre de 1917, los bolcheviques encabezados por Lenin, dieron un golpe de estado al gobierno de Kerensky, nacido de la revolución democrática contra el zarismo. Los bolcheviques no sólo fueron buenos estrategas en la conspiración contra el gobierno, en la lucha contra los mencheviques, socialistas revolucionarios y guardias blancos, sino tambien en la propaganda internacional que les permitió vender al mundo la imagen de que establecía en Rusia un estado de libertad para los trabajadores y dictadura unicamente para burgueses y aristócratas.
Las noticias que llegaban a Cuba desde Rusia, resultaban ambiguas y confusas por los que cada cual interpretaba los acontecimientos, según sus perspectivas ideológicas. El bolchevismo en Cuba logró aceptación antes que entre los obreros, de pequeños sectores intelectuales y estudiantiles atraídos por la novedad, radicalismo y aparente éxito, de la doctrina leninista. Como pequeño estigma del movimiento anarquista hay que reconocer el hecho de que hubo libertarios en Cuba, que a despecho de la evidente matriz marxista del bolchevismo, se entusiasmaron con aquella Revolución bolchevique aaprentemente justa e igualitaria. En 1920 varios líderes anarquistas auto proclamados «Sección Comunista de la III Internacional» improvisaron un «Congreso de los Soviets Cuba en el que aprobaron un programa de bases de la «República Comunista de los soviets en Cuba» donde se llamaba a la creación de un ejercito rojo, a la dictadura transitoria del proletariado, y al establecimiento de la pena de muerte para los saboteadores.
El probolchevismo se hizo latente en el Congreso Nacional Obrero de 1920 donde, como ya hemos dicho, los líderes anarquistas encabezados por el propio Alfredo López enviaron un fraternal saludo a nombre de los trabajadores cubanos a la república de los Soviets:
«Esta comisión considera a la Rusia Roja como faro de Luz, como ejemplo, guía y estímulo para las maltratadas muchedumbres obreras ansiosas de redención y justicia, y junto con el testimonio de nuestra ardiente admiración y simpatía enviamos a nuestros hermanos de Rusia el testimonio de nuestra solidaridad Revolucionaria. El Congreso.»
A propósito del mensaje un columnista del periódico la Noche comentaría:
«…un faro de luz. Sí. ¡De luz brillante ardiendo!» (3- pag. 102).
Muy pronto los anarquistas cubanos tendrían oportunidad de compreder que en las palabras del periodista había algo mas que chanza. No olvidamos que en 1921 tuvo lugar en Kronshtadt la primera sublevación antisoviética posterior a la guerra civil, protagonizada precisamente por los anarquistas rusos. Rebelíon aplastada a sangre y fuego por el Ejército Rojo bajo el mando de Trotsky, por entonces brazo derecho de Lenin.
Gracias a los testimonios de los camaradas rusos y europeos que difundía la prensa libertaria cubana muchos anarquistas comnezaron a darse cuenta de lo que realmente estaba pasando en la Rusia de los Soviets.
El 30 de octubre de 1924, el decano de la prensa anarquista en Cuba ¡Tierra! convertido por entonces en el órgano de la Federación de Grupos Anarquistas de Cuba (La Habana, Zulueta 37, altos), denunciaba la prensa que ya por entonces estaba siendo comprada por la Unión Soviética:
«…así como los políticos subvencionan a los periódicos burgueses para que halaguen a sus personas y propaguen sus candidaturas, así Moscow subvenciona y reparte rublos a los periodistas comunistas de América y Europa..»
En la misma publicación se definían a los pocos marxistas-leninistas de Cuba como; «los cuatro gatos del «comunismo cuartelero cubano». Desgraciadamente hubo anarquistas entre ellos el propiol Alfredo López quw no supieron captar el peligro que significaba, aquellos cuatro gatos, que terminarían devorando como leones el control del movimiento obrero en la Isla. Mientras que desde las paginas de ¡Tierra! se denunciaba los privilegios comunistas en Rusia y la presencia del Buque Vaslaw Vorodsky, en el puerto de Cárdenas como nave embajadora neomarxista, «cuyos tripulantes lo justificaban todo». Alfredo López, respondiendo a un telegrama enviado por el líder comunista Julio Antonio Mella, proponía en la ultima sesión del Congreso Obrero de 1925 en Camagüey que se protestara ante el gobierno por haber impedido festejos en honor al barco soviético, eso si, y esto resulta un detalle importante, al gobierno se le critica por su «atentado al ejercicio de los derechos individuales», sin que haya, por lo que sabemos, ninguna declaracion de «solidaridad» con la «Rusia Roja» al estilo del Congreso de 1920.
La disposición a colaborar con los comunistas, de López, nacida quizás de su vocación unitaria, permitió a los comunistas penetrar CNOC, y esperando el momento oportuno, el de la desaparición física delmliderazgo anarquista, para saltar al poder, olvidandose aquellos estatutos originales en los que se planteaba que no se permitiría ocupar puesto alguno en la dirección de la Confederación a aquellos delegados que hagan propaganda activa en los partidos políticos. En 1927, la CNOC se había convertido, prácticamente, en un instrumento de maniobra política del Partido Comunista, dirigido por Rubén Martínez Villena. Para 1933 los comunistas habían conseguido hegemonizar la dirección de buena parte del movimiento obrero. Esto lo lograron contaban desde el exterior con el apoyo de la URSS, deplegando en el interior una maquiavélica política de intrigas en la que se vinculaba el ataque a los anarquistas, y socialdemócratas con la alternancia de enfrentamientos y negociaciones con el dictador de turno. Esta practica inconsecuentes llevo a los comunistas a cometer uno de los errores políticos mas grandes de su historia, el de ordenar a cambio de la legalización de su partido y prebendas económicas a sus sindicatos la detención de la Huelga General contra Machado que daría al traste con su régimen. La miopía política de los comunistas no sólo les impidió jugar un papel protagónico en el derrocamiento del macahdato, sino que ademas le creó un problema que se exteinde hasta hoy día a los historiadores marxista-leninistas, quienes se ven obligado a realizar los mas inverosímiles malabares dialécticos para ocuktar la mancha colaboracionista en la trayectoria del comunismo en Cuba.
Como respuesta a aquel vergonzoso acto la Federación de Anarquista, sacó a la luz un manifiesto en el que acusaba a los comunistas de traición a los trabajadores y de apoyar al tirano.
«Los comunistas suplicaron desesperadamente a los trabajadores que regresaran a sus puesto, ya que los empleadores habían aceptado sus demandas. Pero los obreros, (incluso los del sindicato de autobuses y transporte controlados por los comunistas se negaron). Ellos estaban definitivamente decididos a obedecer unicamnete sus conciencias y a continuar la oposición al régimen de Machado hasta derrocarlo o forzarlo a huir.
Machado y sus aliados comunistas se vengaron. A todos los sindicatos se les prohibió reunirse. La Federación de Obreros de La Habana (FOH fundada por anarcosindicalistas) así como a como la mayor cantidad de sindicatos apolíticos, estaban atados, no podían convocar a reuniones porque para ello hacia falta el permiso por escrito del gobierno, solo los comunistas quienes gracias a su perfidia tuvieron autorización para reunirse…»(1- pag. 62)
Este documento de denuncia se conoció no solo en Cuba sino también en el extranjero , fué publicado en Chicago por Industrial Worquer, el 3 de octubre del 33. El comunicado de la Federación Anarquista no solo constituyó un ajuste de cuentas publico de los libertarios por las traiciones recibidas a su buena fe de parte del comunismo. Es ademas un llamdo de alerta contra lo que podía esperar Cuba de los prosoviéticos.
Desgraciadamente todavía les faltaba aun por quemar a nuestros anarquistas el «karma», sembrado por aquellos de sus camaradas que en los años 20 tendieron manos francas a los discípulos cubanos de Lenin.
La misma imagen equivocada que tuvieron anarquistas cubanos del régimen bolchevique, la tendrían cuarenta años después sectores anarquistas de todos el mundo con respecto a la Revolución «Socialista» en Cuba, cuya forma exterior «Libertaria» les ocultó su esencia estalinista, apartándoles del deber solidario de denunciar la represión que estaba sufriendo los herederos de Alfredo López a manos de los mismos comunistas que olvidaron su muerte cuando negociaron con Machado. Los comunistas cubanos, esos que más tarde entrarían en contubernio con una figura lanzada al estrellato político por la convulsa revolución del 33, el nefasto presidente y dictador Fulgencio Batista y Zaldivar.
Fuentes:1- Sam Dolgoff, Den Kubanska Revolutionen-Ur ett kritsk perspectiv, Federativ, Stockholm, 1982.
2-Historia del Movimiento Obrero Cubano Tomo 1, Editora Política la Habana 1985.
3- Evelio Telleria Los Congresos Obreros en Cuba. Editorial Arte y Literatura, La Habana 1973.
4- Manifiesto de Cruces, en Hortencia Pichardo, Documentos para la Historia de Cuba. Editorial Ciencias Sociales, La Habana 1976.
5- Federación Obrera de La Habana, Reglamento, en Hortencia Pichardo, Documentos Para La Historia de Cuba.
6-FrankFernández,The|Anarchist&Liberty(electronic version) http://www.cs.uthah.edu/~galt/cuba.html.
– – Fin de Los anarquistas cubanos a fines del siglo XIX: los libertarios y la guerra del 95 (abr/97)
y
El Anarquismo en Cuba, desde el nacimiento de la República a la caída del Dictador Gerardo Machado: El fin de la hegemonía libertaria sobre el movimiento obrero (mayo/97)
Movimiento Humanista Evolucionario Cubano
Los anarquistas cubanos a fines del siglo XIX: los libertarios y la guerra del 95
Colaboracion de Carlos M. Estefanía
Revista Cuba Nuestra, Suecia
«Yo confío en que los socialistas libertarios que luchan contra el actual régimen no van a colocar uno nuevo en su lugar; ha sido y debe ser comprendido este sentimiento de oposición contra todos los gobiernos que durante la guerra de independencia se encarnó en cada socialista libertario, hacer imposible la opresión del pueblo de Cuba por esas misma leyes como las españolas, por cuya supresión entregaron sus vidas mártires como Martí, Crecci, Maceo y miles de otros cubanos…»
De una carta dirigida a sus camaradas cubanos por el célebre anarquista italiano Errico Malatesta.(2 pág.54)
Dos posiciones de los anarquistas ante la guerra del 95No es de extrañar que entre las alternativas viables a fines del pasado siglo en el escenario político cubano: la de la reforma autonomista o la del levantamiento armado independentista, la segunda ganara para su causa el corazón de muchos socialistas libertarios. El acuerdo del congreso obrero de 1882 apoyando la lucha contra el colonialismo impulsa la convergencia entre proletarios y separatistas. Sin embargo, no puede hablarse de consenso con respecto a la nueva guerra por parte de los anarquistas de Cuba. Muchos ácratas no apoyaban al independentismo, por oposición a una calamitosa guerra entendida como de carácter civil, en tanto Cuba formaba parte de España, una conflagración promovida por una ideología liberal nacionalista como la que sustentaba José Martí, en la que la solución al problema obrero no quedaba suficientemente esclarecida a la luz de la doctrina del socialismo libertario. Pensaban que la república prometida por los independentistas no se diferenciaría de las del resto del continente donde los anarquistas eran tan perseguidos como en el reino de España. El espíritu antibelicista de muchos ácratas, fundamentalmente los de La Habana se sublevaba de antemano contra la idea de una guerra bárbara que habría de destruir la economía de un país, arrebatando 300 000 vidas y cuyo colofón resultaría la entrega de la isla a los Estados Unidos. España, rendida, castigó a su hija rebelde, Cuba, tratando la paz con el enemigo anglosajón, a espaldas de los mambises. Según el escritor Carlos Alberto Montaner, en dialogo sostenido con el autor de estas notas, al entregar Madrid la soberanía de la isla a Estados Unidos, en lugar de hacerlo al movimiento independentista, la vieja metrópolis intentaba preservar las integridad de sus colaboradores, resguardándolos de posibles represalias por parte de un ejercito mambí triunfante. Así, la famosa enmienda Platt, que coartó la soberanía de la república durante sus primeros treinta años, nació precisamente a causa de las condiciones establecidas por España para su capitulación ante los Estados Unidos, el país llamado a intervenir cuando fuera necesario, no solo para proteger sus intereses sino también en defensa de las propiedades españolas en la excolonia. En cierto sentido la historia daría la razón a los anarquistas que asumieron una posición neutral ante el proceso bélico.
Si en algo pueden asemejarse las tres grandes revoluciones sufridas por Cuba en su devenir histórico, la prolongada independentista, la democrático nacionalista de los 30tas y la del 59 (originalmente democrática pero luego devenida en marxista-leninista) es que en cada una las expectativas del movimiento anarquista cubano quedaron insatisfechas. Por otra parte conviene recordar la culpa histórica de España, país en que salvan distancias ideológicas para fascinarse hoy con la figura de Fidel Castro, contemplándolo como el reivindicador del desatre del 98, la vieja espina clavada por Estados Unidos en el orgullo hispano. La españolidad se perdió en Cuba no sólo por la torpeza de los políticos de la metrópolis, o por la superioridad militar norteamericana, sino también porque la soberbia y el desprecio de los combatientes separatistas le impidió a España tener la visión política necesaria para tratar a tiempo la paz con honor (entiéndase la independencia) directamente con cubanos. De haberlo hecho aunque Martí hubiera muerto, quizás «otro gallo cantaría y Cuba sería feliz». Al entregar la isla de Cuba al tutelaje estadounidense, el gobierno español facilitó lo que quiso impedir José Martí al costo de su propia vida: «que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América» (1 pág.327)
El apoyo anarquista a la preparación de la GuerraA partir de la crisis económica mundial de 1857, se inició una imparable ola migratoria de empresarios y obreros cubanos hacia los Estados Unidos. Los emigrados harían de su nueva patria el foco de conspiración separatista más peligroso para el Gobierno General de la Isla de Cuba. Fue aquí donde con mayor éxito desplegó su labor en pro de la independencia José Martí. Su oratoria y su honestidad política lograron atraer numerosos obreros al movimiento independentista. Quien revise la obra publicistica de Martí en los Estados Unidos encontrará excelentes artículos de critica social en los que sin hacer concesiones en cuanto a su conceptos sobre la propiedad y la libertad de mercado, reconoce el derecho a la huelga y a la organización de los obreros para demandar condiciones justas de vida. La concepción socio liberal de Martí le permite tender un puente entre la lucha independentista que estaba organizando y las organizaciones de obreros cubanos emigrados, poderosamente influidas por las ideas ácratas. Los líderes mas importantes del anarquismo criollo, después de la muerte de Enrique Roig San Martín, los otros dos Enriques, Crecci y Messioner, se comprometerían con la causa de la emancipación nacional proclamamda por Martí. Es justo reconocer cuando se habla del apoyo que recibió José Martí de los ácratas cubanos de entonces del caso de Carlos Baliño, a quien el veterano libertario estadounidense Sam Dolgoff ubica como un activo anarquista dentro de los trabajadores del tabaco en la Florida (2 pág.49). Con el tiempo Baliño terminaría convirtiéndose en fundador de una de las primeras organizaciones prosovieticas de Cuba: La Agrupación Comunista de La Habana (18 de marzo de 1923). Pero treinta años antes se podían presumir los contactos y coincidencias de Baliño con los anarquistas de Estados Unidos, quienes mayoritariamente se declararon partidarios de la independencia de Cuba. En un discurso con motivo del 10 de octubre de 1892 Baliño cita, precisamente, las palabras de un líder anarquista norteamericano, Justus H. Schwab para decir:»No podemos permanecer inactivos cuando un pueblo lucha por conquistar su emancipación aunque no lo mueva el deseo de conquistar esas reformas radicales que nosotros proclamamos y que son las únicas que pueden garantizar la expansión del individuo» (3 pág.92).
Para explicar este acercamiento de los anarquistas a la empresa martiana conviene también tomar en cuenta la estructura del El Partido Revolucionario Cubano, fundado por Martí en 1892. Su concepción descentralizada, y unos estatutos propios de la democracia directa, se avienen en buena medida a los hábitos organizativos de los anarquistas, quienes se agruparon fundamentalmente en los clubes «Enrique Roig San Martín» y «Fermín Salvochea» (5 pág.9).
Anarquistas en los campos de Cuba Libre
No puede decirse que fuera en la ultima guerra de independencia la primera vez que anarquistas y sus ideas estuviesen en la manigua. Durante la guerra de los 10 años algunos elementos anarquistas procedentes de la industria tabacalera habían participado. Varias de las figuras destacadas de la guerra grande se encontraban bajo la influencia ideológica del teórico anarquista francés Proudhom, como es el caso de Vicente García y Salvador Cisnero Betacourt, quienes defendían las tesis del federalismo, dentro de la República en Armas. (4 pág.2).
En la guerra del 95 numerosos anarquistas tomaron parte en la lucha armada, muchos de ellos se convertirían en figuras renombradas como es el caso Armando André. Este comandante independentista terminaría sus días asesinado, tres meses después de haber llegado a la presidencia de la republica otro famoso mambí, Gerardo Machado, ¿el motivo?: las denuncias realizadas en contra del nuevo presidente por el antiguo anarquista desde la dirección del periódico oposicionista El Día.
Otra figura relevante para significar la participación anarquista en esta última guerra es Enrique Crecci, el dirigente de EL Productor, de quien ya hemos hablado. Crecci también tuvo un trágico destino, en 1896 cayó macheteado en un hospital de sangre en los llanos de Matanzas. Es bueno destacar la participación en esta contienda de anarquistas extranjeros, como en los casos de los italianos Orestes Ferrara y Federico Falco (4 pág.3).
Los anarquistas de Europa y su influencia en la guerra de Cuba: un pistoletazo para cambiar la historia
El papel de los ácratas en Europa es uno de los elementos que no debe dejarse a un lado si queremos comprender plenamente el rol del anarquismo en la independencia. Frank Fernández historiador y líder del actual Movimiento Libertario Cubano en el exilio se refiere a este escenario cuando escribe: «La crueldad de la guerra creó en España una situación de tensión social que produjo una ácida crítica por parte de los anarquistas españoles y que fue apoyada al momento por los ácratas simpatizantes del separatismo tales como Salvochea y Pedro Vallina. En enero de 1896 se constituye en París el Comité Francés de Cuba Libre debido al trabajo tesonero de Malato y el Dr. Betances. Es necesario destacar que este comité estuvo compuesto principalmente por anarquistas franceses, tales como, Louise Michelle, Sébastien Faures y otros».
Uno de los factores más importantes en la derrota española lo constituye el asesinato del primer ministro español a manos de un anarquista italiano en 1897. Se cree que el hecho contó con participación directa de Emeterio Betances, el doctor puertorriqueño viculado, como ya vimos, al exilio cubano en París. El mandatario ultimado, Cánovas del Castillo, de terquedad parangonable a la de Fidel Castro, fue un conservador cuya dureza contra los independentistas cubanos superó con creces la intransigencia que en este siglo tuvo la célebre Dama de Hierro, Margareth Tatcher ante los terroristas del IRA y la ocupación de las Malvinas por los militares argentinos. Cánovas estaba decidido a aplastar la revolución cubana, pero nos sólo utilizando «hasta el ultimo hombre y la ultima peseta», sino también mediante una verdadera política genocida de cuya ejecución se encargó en la isla el despiadado general Valeriano Weyler. La política sanguinaria de este oficial, si bien diezmó la base popular de la que se nutrían los independentistas, desarrollando lo que hoy llamaríamos una limpieza étnica resultó contraproducente para los intereses coloniales, pues hizo impopular la postura de España ante los ojos de la opinión publica del mundo. Si alguna vez en la historia fue justo un atentado anarquista, fue precisamente el de aquel día de 1897 en que, leyendo apaciblemente el periódico, en un balneario de San Sebastián, el primer ministro del Castillo, recibió un disparo a quemarropa del libertario italiano Angiolillo. Este pistoletazo, no solo puso fin a una táctica criminal en la isla de Cuba, sino que provocó vacilaciones decisivas en la política colonial española que serían aprovechadas muy inteligentemente por una nueva potencia que emergía del otro lado del Atlántico. La muerte de Cánovas trajo al gobierno al liberal Praxedes Mateo Sagasta, quien sin el respeto y la simpatía con que contaba su antecesor en Europa, llevó a cabo una estrategia tardía de apaciguamiento. El sucesor de Cánovas ordenó inmediatamente el regreso de Weyler (quien por cierto había logrado salir ileso de otro atentado en la capitanía general) e inició la «Perestroika» en el régimen colonial e Cuba. Ya era demasiado tarde, la mala fama estaba creada. Más le habría valido a los liberales de España haber escuchado al liberal de Cuba, José Martí, cuando reclamó a la república española proclamada en 1873 el derecho de Cuba a ser libre (1- pag. 46). Una autonomía para Cuba en 1898, no evitaría lo que los españoles aun hoy recuerdan como el desastre. Aprendan pues los actuales gobernantes cubanos para que la experiencia no se repita este siglo si tarda la democratización.
La entrada de los estados Unidos, los anarquistas durante la ocupación
El 15 de febrero de 1898 estalla misteriosamente el acorazado Maine, enviado al puerto de La Habana para proteger los intereses norteamericanos en esta ciudad. El hecho, convenientemente manipulado por la prensa amarilla, se convirtió en el pretexto esperado para la ruptura de hostilidades entre Estados Unidos y una decadente metrópolis europea. El 19 de abril de 1898 el Congreso Norteamericano aprobaba la Resolución Conjunta que reconocía el derecho del pueblo de Cuba a la independencia y exigía al gobierno español la renuncia inmediata de su autoridad sobre la isla. Se iniciaba la guerra hispano-norteamericana que culminaría con la firma del tratado de París. El presidente Mac Kinley humilló con su victoria al viejo león español, no solo se hacía Estados Unidos de Cuba, isla rica y de estratégica posición, sino también de los restos del viejo imperio, desde Puerto Rico a Filipinas. La victoria le aseguró al presidente Mac Kinley un nuevo mandato que no llego a culminar, pues murió, ¡quien lo diría!, a manos de un anarquista.
No cabe duda que la ocupación norteamericana de la isla, cedida oficialmente por España el 10 de diciembre de 1898, significó un hecho frustrante para los combatientes cubanos, a quienes tras luchar arduamente durante décadas se les impidió participar en las conversaciones de paz y entrar como ejército vencedor en las ciudades abandonadas por las tropas coloniales. Cuando Estados Unidos concede la independencia a Cuba en 1902 la soberanía de Cuba quedara condicionada por una enmienda propuesta por el senador norteamericano Orville H. Platt. Según este apéndice a la Constitución de la joven república, a EUA se le concedían derechos a bases carboneras, a intervenir militarmente, así como a tener la prerrogativa de autorizar los empréstitos que hiciera el gobierno cubano. La influencia económica norteamericana se manifestó en la compra de grandes extensiones de tierra abaratadas por la guerra. Las empresas norteamericanas adquirieron así miles de caballerías, además de fábricas de tabaco y cientos de concesiones para explotar minas, instalar alumbrado eléctrico, controlar el transporte ferroviario etc. Si en 1895 las inversiones norteamericanas eran de 50 millones de pesos, un año después de finalizada la ocupación alcanzaban el índice de los 100 millones.
Contra tal estado de cosas maduró una conciencia patriótica que se consagraría en la revolución del 33 y que fue alimentada en sus inicios por los nacionalistas, los liberales y los anarquistas cubanos. Por otro lado hay que reconocer que en medio del caos provocado por la guerra en Cuba, muy similar al dejado por los nazi en Europa tras su derrota a manos de los aliados, los ocupantes norteamericanos contribuyeron a restaurar las heridas de la guerra, a reactivar la maltrecha economía cubana en poco tiempo, a detener el hambre, a desarrollar las obras publicas, y a modernizar la excolonia en los ordenes educacional, sanitario, jurídico y político. (7 págs. 12-13). Por otra parte, el hecho de que la república naciera de la intervencion no pudo impedir un proceso de paulatina y espontánea renacionalización económica que se desarrolló contínuamente hasta el triunfo de la revolución del 59, y sobre el que los historiadores marxistas prefieren no hablar. El fin de la dominación española significó no sólo la irrupción del capital norteamericano sino también la revitalización del movimiento obrero. Gracias a la puesta nuevamente en práctica de la Ley de Asociaciones de 1833, que autorizaba la creación y funcionamiento de organizaciones obreras y que había sido suspendida por la autoridades coloniales durante los años de la guerra (3 pág.126), los obreros cubanos pudieron crear nuevas organizaciones, que ocuparon el lugar de las que de alguna manera había apoyado al régimen autonómico. En este contexto se crea en 1899 La Liga General de Trabajadores Cubanos, la más importante agrupación de aquel período, entre cuyos fundadores se encontraba numerosos obreros de origen ácrata aunque también los habrá de otras ideologías. El primer presidente de la liga fue el viejo líder Enrique Messonier, el último sobreviviente de los tres Enriques del anarquismo cubano decimonónico. Messonier capitalizó para su elección la fama de su larga trayectoria como dirigente libertario y comprometido independentista. La liga surgía, entre otros propósitos, con los objetivos de luchar porque los obreros cubanos disfrutaran de las mismas garantías y ventajas que los extranjeros, porque se gestionara ocupación para los obreros repatriados y porque se buscara oficio a los huérfanos de calle. La organización de trabajadores desencadenó varias huelgas a fines de 1901 y principios de 1902.
Pero de todas las acciones de la Liga, la más importante (y que determinó su quiebra) fue la primera huelga general de nuestra historia, desencadenada ya bajo el mandato de Estrada Palma en noviembre del 92 y que se conoce como de los aprendices. Dicho boicot estaba encaminado a detener la discriminación que sufrían los jovenes cubanos, a quienes no se les permitía entrar como aprendices de los trabajos mejor remunerados en las fábricas de tabaco, un privilegio reservado para los obreros de origen español. La huelga fracasó, no sólo por el modo en que fue reprimida por las autoridades gubernamentales, sino también por las vacilaciones del propio Messonier, quien ya por entonces se deshacía de su credo anarquista para incorporarse al Partido Nacional Cubano, y por la resistencia que encontró por parte de trabajadores anarquistas que vieron en aquella lucha una manera de quebrar la unidad que debía haber entre los obreros por encima de las nacionalidades. Al terminar la huelga de los 10000 miembros con que contaba la liga al inicio del paro, sólo quedarían 300 (3 págs.132-133).
Para terminar esta parte de la historia del anarquismo cubano conviene recordar el apoyo que recibieron las huelgas organizadas por la Liga de Trabajadores Cubanos por parte de libertarios que sin integrar la organización simpatizaron como ella, como es el caso de: Adrián del Valle (cuyo seudónimo era Palmiro de Lidia), Abelardo Saavedra y Arturo Juvenet, miembros los tres de la redacción del semanario ¡Tierra! (3 pág.136).
Bibliografía y Referencias1- José Martí, Mis Propias Palabras, Editora Taller, Santo Domingo, 1995
2- Sam Dolgoff, Den Kubanska Revolutionen-Ur ett Kritisk perspektiv-, Federativ, Stockholm, 1982.
3- Instituto de Historia del Movimiento Comunista y Socialista de Cuba, Historia del Movimiento Obrero Cubano 1865-1958. Tomo 1, Editora Política, La Habana, 1985.
4- Frank Fernández, The Anarchist & Liberty (electronic version) http://www.cs.uthah.edu/~galt/cuba.html.
5- Frank Fernández, Cuba, Los Anarquistas y La Libertad (1), en CNT, marzo de 1994, Barcelona.
6- Juan G. Bedoya, Más se perdió en Cuba, en El País, Domingo 11 de septiembre de 1994, pp.16-17.
7- Juan Clark, Cuba Mito y Realidad. Saeta Ediciones, Miami-Caracas, 1992.
El Anarquismo en Cuba, desde el nacimiento de la República a la caída del Dictador Gerardo Machado: El fin de la hegemonía libertaria sobre el movimiento obreroPor Carlos M. Estefanía
«Luchemos, que hay grandes injusticias que destruir y muchos derechos que reclamar. Luchemos, que renunciar a la lucha es renunciar a la vida, es decir, `es renunciar a ser hombres´»
Manifiesto Anarquistas de Cruces, 1915.
Huelgas y más huelgas.
El siglo XX cubano se inició, con una isla ocupada por Estados Unidos, y desbastada por la guerra contra España, el ideario anarquista, tenía pues, bastante tela por donde cortar. Durante este periodo se siguieron difundiendo los métodos de lucha anarcosindicalista, especialmente desde el semanario ¡Tierra! en el que escribían destacados escritores de España y Cuba. Para fortalecer la propaganda de sus ideas, los ácratas de Cuba intentaron contar con la presencia, de uno de los masa conocidos pensadores de su doctrina, Enrico Malatesta, a quien en 1900 los editores de El Mundo Ideal invitaron a la isla para que le hablara a obreros y campesinos sobre el anarquismo. Lamentablemente para los anfitriones, las conferencias debieron interrumpirse, pues a las que las autoridades interventoras norteamericanas no les agradó nada la estancia del connotado anarquista en el país y lo expulsaron. Pese a todo los métodos de acción directa, constituían parte intrínseca del accionar obrero Cubano, en los primeros tiempos postcoloniales.
El parto de la república en 1902 fue «asistido» por La enmienda Platt, y por la primera huelga general de nuestra historia, conocida como la de » los Aprendices», Enmiendoa y Huelga resultaron dos visitantes inesperados para quienes habían idealizado la sociedad de una Cuba libre de España.
La huelga de los aprendices, no solo contó con la participación y apoyo de anarquistas de la isla como, sino que además recibió el respaldo del movimiento ácrata internacional, y de paso el de uno de los grandes inspiradores del anarquismo místico; León Tolstoy quien desde la lejana Rusia mantuvo correspondencia con los obreros encarcelados en La Habana como resultado de los hechos.
También el interior de la isla se conmovía por la actividad de los anarcosindicalistas a penas nacida la República. En 1903 se llevó a cabo una gran huelga azucarera durante la cual fueron asesinados los anarquistas Casañas, y Sarría, por ordenes de quien entonces ocupaba el cargo de gobernador de las Villas, José Miguel Gómez y que llegaría a presidir el País por el partido Liberal entre 1909 y 19013.
Resulta interesante el hecho de que en los primeros años republicanos, el anarquismo «criollo» contara con «plazas fuertes» en las zonas de Cruces y Lajas, donde se habían radicado desde hacía años trabajadores ácratas de origen español, entre los mas cocidos: José García y Matías Palenque. El 21 de noviembre de 1902 los anarquistas salieron a las calles de Cruces, en una estampa que recordaría cualquier ciudad de la industrializada Europa. Los libertarios portaban banderas rojas, convocando a la huelga, llamando a los obreros y campesinos de la zona a la «revolución social» que según ellos se aproximaba. A mediados de diciembre de 1902 , bajo la evidente influencia del cosmopolitismo anarquista, el mulato Evaristo Landa, excombatiente del 95 y dirigente del Gremio de Braceros de Lajas, hacia circular, en ese mismo año un comunicado en el que convocaba a la unión de todos los breros, sin tener en cuenta el lugar de nacimiento, para luchar por el aumento del mísero jornal que recibían (2 pag. 143).
En 1912 el recién Fundado Centro Obrero de Cruces, convocó a un congreso, que hubo de celebrarse entre el 24 y 25 de febrero. El evento tuvo lugar bajo medidas de excepción, implantadas por el entonces Secretario de Gobernación, Gerardo Machado, quien había suspendido un día antes las garantías constitucionales para anarquistas, socialistas y para los independientes de color. Al Congreso asistieron delegados de La Habana, Matanzas, Santa Clara, Cárdenas, Cienfuegos, Remedios, Sagua, Manzanillo, San Antonio de los Baños, Cruces y Lajas.
Entre los acuerdos del Congreso anarquista, estuvo el de crear una federación nacional de trabajadores, aspiración que quedó latente en el imaginario del anarcosindicalismo cubano hasta la llegada de los años 20 con la fundación de la Confederación Nacional Obrera de Cuba.
La agitación anarquista siguió intensificándose en la región Cruces durante este año. Dos de sus líderes Abelardo Saavedra y Juan Tur, quienes habían sido deportados, regresaron clandestinamente para renovar la agitación en las fabricas de azúcar. En medio de esta actividad nació el grupo anarquista Rebelión, quien publicó a fines de diciembre un manifiesto hablándole a los obreros de las bondades de la anarquía y llamándolos a rebelarse contra el capitalismo. Como consecuencia de este documento, el gobierno anunció la existencia de un complot anarquista en toda la república y desató una ola represiva contra los libertarios, el pueblo de Cruces fue tomado por la guardia rural y se expulsaron del país algunos de los agitadores mas importantes, entre ellos Tur y Saavedra.
Cruces continuó siendo una especie de «capital» del anarquismo cubano. En los primeros días de febrero de 1915, circuló, una nueva hoja impresa con otro candente manifiesto. El documento aparecía firmado por Fernando Iglesias y otros dirigentes sindicales de 11 centrales azucareros pertenecientes a los municipios de Cruces, Ranchuelo, San Fernando de Camarones, Rodas y Cienfuegos.
El comunicado condenaba la mansedumbre conque los obreros aceptaban sus condiciones de vida y los conminaba a participar en una huelga exigiendo 8 horas de trabajo y 25% de aumento sobre el salario:
«Seamos firmes, ya que en nosotros radica la fuerza sostenedora. Seamos unidos, ya que para nosotros es el bien y, si es preciso, y si a nuestra demanda se contesta con el hierro; si se nos quiere vencer por medio de la fuerza, ya que somos constructores, seamos destructores; ya que somos sostenedores, seamos exterminadores.-
Esta vida de parias es indigna de vivir, esta vida de miserias es indigna de sostener. Luchar por un pedazo más de pan, un pedazo más de respeto y un átomo más de libertad, es justo. Morir en la contienda es digno, pues como dijo un sociólogo -O vivir para ser libres, o morir para dejar de ser esclavos- optemos por la libertad.
Desde que vea la luz este manifiesto, la lucha está entablada. Levantémonos, como un solo hombre, y que de cada ingenio surja un Comité de Huelga para después formar el Comité Central. Más tarde, las circunstancias nos aconsejaran y el tiempo señalará el fruto de nuestra lucha…» (4)
La respuesta de las autoridades fue la detención, a pocos días de circulado el manifiesto, de varios dirigentes azucareros, entre estos el propio Fernando Iglesias al que se le señalaba como jefe de los anarquistas de las Villas. Si bien el documento no logró repercusión en los centrales de la jurisdicción de Cruces, parece que si influyó en el desencadenamiento en una cadena huelguística entre los ingenios de Guantánamo durante febrero, en cuyas propagandas se hacía referencia al Manifiesto de Cruces.
Durante las primeras décadas republicanas el anarquismo, jugó un papel protagónico, en la organización de las de protesta obrera en toda la isla.
Los anarquistas estuvieron presentes en importantísimas huelgas como la de la Moneda en 1907, llamada así porque con ella los tabaqueros de La Habana reclamaban sus salarios en moneda norteamericana en lugar de española o francesa, totalmente desvalorizadas en comparación con el dólar. Esa huelga terminó con un eufórico triunfo.
El célebre semanario anarquista ¡Tierra! fue acusado de haber instigado la huelga ferrocarrilera que tuvo lugar entre septiembre de 1907 y enero de 1908, los obreros ferroviarios exigían aumentos de salario y Jornadas de 8 horas, demandas que no pudieron lograr. Otra huelga del mismo año 1908 fue la que organizaron entre enero y febrero los tabaqueros de La Habana y provincias limítrofes, conocida como la Huelga de la No Rebaja, contra los despidos periódicos, que sufrían los trabajadores del ramo en determinadas épocas, también constituyó una derrota para sus organizadores.
Los anarquistas, pese al apoliticismo de su doctrina, influyeron indirectamente en el sistema político del país, con sus acciones llevaban a los partidos a tomar conciencia de las necesidades obreras y proponer fórmulas jurídicas que mejoraran sus condiciones de vida un ejemplo de este fenómeno lo tenemos en la Ley de Arteaga, nacida como consecuencia de una huelga donde se manifestó la influencia de los métodos ácratas de acción directa y que fue organizada por los obreros de central Jagüeyal, Ciego de Ávila, en agosto del candente 1908. Se protestaba contra el pago de los salarios en vales, que solo podían emplearse en la bodega de la compañía donde la mayor de las veces faltaban artículos de primera necesidad y cuando los había eran de la pésima calidad a precios fabulosos. Es un sistema de explotación obrera muy similar al que sigue hoy en Cuba, las empresas estatales, cuando pagan al obrero con pesos cubanos, moneda cuyo real poder adquisitivo la asemeja mas a aquellas fichas conque se le pagaba a los obreros del Jagüeyal que a al dinero que, según el propio Marx, para serlo, debe tener circulación universal, algo de lo que carecen nuestros «pesos» incluso en los predios del propio Estado al que representa. De retorno a la huelga diremos que fue sofocada por la guardia rural, y sus dirigentes procesados bajo a acusación de tenencia de explosivos, amenaza, desorden público y otros delitos. Aunque el Fiscal pidió para cuatro de ellos la sanción de cadena perpetua, los encausados resultaron absuelto a los cinco meses de encarcelamiento. Como resultado de aquel hecho, un representante a la Cámara por el partido Liberal, Emilio Arteaga, presentó ante el cuerpo legislativo un proyecto de ley que prohibía el pago de salarios mediante vales, chapas o fichas de cualquier clase que tuvieran el carácter de signos representativos de la moneda. La Ley Arteaga, fue publicada en la Gaceta oficial el 24 de junio de 1909, en ella se establecían sanciones de multa y cárcel para los infractores.
Si se habla de huelgas en Cuba, a las que se vincularon los anarquistas, especialmente los de origen español no podemos dejar de mencionar la del alcantarillado de la Habana, en 1911. En ella participaron unos 1500 obreros quienes se revelaron contra las condiciones infrahumanas de trabajo, los bajos salarios, las 11 horas de labor, la falta de condiciones sanitarias y el no pago en moneda norteamericana. La huelga se perdió entre otros factores por la falta de apoyo, de organizaciones obreras cubanas, que oponían su «patriotismo» a las tesis del cosmopolitismo anarquista, aportando obreros rompe huelgas. Aquel fué un desquite de los gremios cubanos con el sentimiento de discriminación al obrero nativo que había despertado el hecho de que en las obras de Alcantarillado de La Habana el 75 % de los empleados fueran extranjeros, casi todos españoles.
Los anarquistas también apoyaron, la huelga de trabajadores de restaurantes y cafés en 1912. Aqui se destacó el huelguista Hilario Alonso. Otra huelga respaldada fué la de los constructores por las 8 horas del trabajo. Como muchos de los militantes anarquistas eran de origen español, una de las medidas mas utilizadas contra el movimiento por las autoridades fue la de la deportación.
Entre las organizaciones anarcosindicalistas mas combativas de nuestras primeras décadas se destacó el Sindicato General de Obreros de la Industria Fabril fundado en La Habana el 10 de agosto de 1917. Lo integraban obreros de las fabricas de confituras, papel, cigarro, cerveza etc., quienes organizaron importantes huelgas en su centros laborales.
Es imposible en tan breve espacio reseñar todas las huelgas que conmovieron, a Cuba por aquella época, baste decir que entre 1917 y comienzos del 20 ocurrieron mas de 220 huelgas generales y parciales. Esta forma de lucha constituyó un recurso muy utilizado por los anarquistas,. quienes si bien en muchas ocasiones enfrentaron una brutal represión en otras lograron éxitos que contribuyeron a que la clase obrera cubana lograra un estandar de vida, envidiables para los trabajadores de otros países. Los triunfos sociales del proletariado cubano pueden ser considerados como parte de los elementos que que estimulóron la continua inmigración de obreros hacia Cuba, no solo de la cuenca caribeña, si no incluso de la propia Europa, especialmente de España.
Anarquismo versus reformismo
Durante esta época el anarquismo se convirtió en un verdadero obstáculo contra la influencia de ideas reformistas dentro del sector obrero. La tradicional propaganda apoliticista desplegada por los ácrata es uno de los motivos por los que a principios de siglo dieran al traste diversos los intentos del reformista social Diego Vicente Tejera para la creación d dos organizaciones políticas obreras de corte social demócratas; el Partido Socialista Cubano (1989) y el Partido Popular (1900)(2 pag. 146-143)
Otro boicot anarquista contra las aspiraciones organizativas de los pioneros de la social democracia cubana lo tenemos durante el Congreso Obrero de 1914. En enero de ese año se había constituido en la capital de Cuba, la Asociación Cubana para la Protección Legal del Trabajo, de su seno, surgió la idea de organizar un Congreso Nacional Obrero, para el cual se logró un donativo de 7000 pesos por parte del Ayuntamiento de La Habana y un subsidio del poder legislativo que ascendía a los l0000 pesos. El Congreso se celebró entre e el 28 y 30 de agosto. Las agrupaciones anarquista consideraron al evento como un acto de colaboracionismo de clases y organizaron paralelamente manifestaciones en La Habana demandando de que los 17000 pesos tomados de los fondos públicos para ese Congreso se destinaran a ayudar a los obreros desplazados por el cierre de fabricas tabacaleras como consecuencia del primer conflicto bélico mundial (la guerra había interrumpido las exportaciones de tabaco a Europa). Con sus manifestaciones los ácratas robaron la atención pública de un encuentro cuyo matiz reformista se evidenciaba al compararse sus demandas de claro tiente social demócrata, con las anarquista que caracterizaron al Congreso Nacional Obrero de 1892, en pleno despotismo español. Por otra parte se evidenció que el Congreso de 1914 había sido convocado como plataforma para crear, a penas concluido, el Partido Democrático social, cuya directiva que coincidía en términos generales con la del propio Congreso: Presidente, el abogado y profesor Francisco Carrera Justís y Secretario general el obrero Antonio Castell. Cual su fuera poco para ganarse el repudio anarquista, el Congreso Obrero de 1914 sumaba al subsidio estatal la presencia en inaguracion depersoneros gubernamentales: el Secretario de Justicia; Doctor Cristóbal de la Guardia (delegando personalmente por el presidente de La república, Mario García Menocal), el Secretario de Agricultura Comercio y trabajo; General Emilio Nuñez, y el Alcalde de La Habana; Doctor Fernando Freyre de Andrade. Los libertarios no se dejaron apaciguar por el hecho de que el Congreso debatiera muchos de los temas que preocupaban a las organizaciones anarcosindicalistas: la condena de la guerra mundial, la necesidad de eliminar la desigualdad de derechos entre el hombre y la mujer, o que se aprobaran propuestas encaminadas a mejorar las condiciones de vida del proletariado cubano: la de modificar los aranceles para facilitar la vida del trabajador, la de estimular la industria nacional, la de crear una secretaría del trabajo en el gobierno y cátedras universitarias de derecho obrero, la de ayudar económicamente al repatriamiento de los cubanos emigrados a la Florida, o la de estimular las cooperativas de consumo y sociedades de asistencia. Entre las figuras anarquistas destacadas por su repudio al Congreso Nacional Obrero de 1914 despuntó Alfredo López Arencibia, miembro de la de la Asociación de Tipógrafos, quien con el tiempo se convertiría en el líder nacional obrero mas importante de la época que analizamos.
En febrero de 1920 fue difundido por diferentes periódicos cubanos un manifiesto de la reformista Confederación Obrera Pan-Americana, que se dirigía a todos los obreros del continente para que enviaran delegaciones nacionales a un Congreso Panamericano Obrero que tendría lugar en México durante el 12 de julio. La única organización cubana que aceptó dicha invitación fue la Federación de Torcedores de las Provincias de La Habana y Pinar del Río lidereada por el reformista José Bravo Suarez, quien lanzó una convocatoria a todos los gremios y colectividades proletarias del país para que enviaran sus delegados a un nuevo Congreso Nacional de Trabajadores que comenzaría sus sesiones el 14 de abril en el Centro Obrero, hubicado en Ejido 2, altos, La Habana. E objetivo de la convocatoria era el de discutir la carestía de la vida y el envío de delegados a la Convención Panamericana de Obreros, que se celebraría en México en julio. En este caso, los anarquistas, siguieron una estrategia distinta a la adoptada durante el congreso de 1914. En lugar de combatir el reformismo desde afuera, los anarcosindicalistas decidieron batirlo desde adentro, participando en nuevo Congreso e influyendo en sus declaraciones y acuerdos.
Desde el inicio los anarquistas ocuparon puestos claves en la dirección del evento, teniendo como secretario de la mesa provisional a Alfredo López y a Marcelo Salinas, el segundo destacado ideólogo libertario al que rodeaba una aureola por su participación en sonadas acciones anarquistas en España. El congreso se caracterizó por el crudo enfrentamiento entre las posiciones ácratas y las reformistas. El saldo favoreció a los anarquistas quienes lograron echar a abajo la propuesta de Bravo para que los trabajadores cubanos enviasen una delegación al III Congreso Obrero Panamericano de México, en cambio se envió un saludo del Congreso a la Rusia Roja, que por entonces significaba para muchos anarquistas un ejemplo de redención y justicia. Otro fruto que pudieron cosechar los anarquistas en aquel evento, cuyo signo originalmente reformista lograron invertir hacia posiciones radicales, fué el del nacimiento del La Federación Obrera de La Habana, paso previo para la creación de un sindicato nacional. Las dos organizaciones estaría dirigidas por el célebre Alfredo López.
La Federación Obrera de la Habana, se constituyó el 15 de septiembre de 1921 con la aceptación por parte de diecisiete organizaciones obreras de un reglamento cuyo artículo primero se sustentaba la lucha de clases, la acción directa y el rechazo colectivo a la actividad electoral.(5)
Actividad social de los anarquistas: el movimiento de Cooperativas libertarias en CubaEl anarquismo en Cuba, como en otros muchos lugares, no constituye solamente un movimientos de reivindicaciones económicas a los dueños del capital, su incidencia social va mas allá, alcanzando terreno de la ilustración cultural, y el de la búsqueda de formas alternativas de organización económica que solucionasen los problemas de los sectores menos favorecidos del país. Desde el siglo pasado los anarquistas mantenían una febril actividad socio cultural, auto sustentada al margen de cualquier poder financiero o político. En las primeras décadas del siglo XX, los libertarios cubanos publicaron innumerables periódicos y semanarios que además de reflejar los intereses y preocupaciones proletarios, ilustraban a sus lectores sobre los mas diversos aspectos de la vida, la filosofía, el arte, la literatura y la naturaleza. Entre estas publicaciones podemos mencionar: Nueva Aurora, Labor Sana, El progreso, Voz del Dependiente, El productor panadero, Nueva Luz, Proteo, El Libertario, La Batalla, Nuevos Rumbos, Vía Libre, Voz Rebelde, Solidaridad, Memorándum Topográfico, etc. Gracias a ellas los artesanos cubanos se mantenían al tanto de los causes que tomaba el pensamiento anarquista universal, teniendo a su disposición textos clásicos como los escritos por Bakunin, Elisée Reclus y el ya nombrado Malatesta.
Entre las actividades educativas importantes de los anarquistas debe señalarse el estimulo ofrecido por la Federación Obrera de la Habana, dirigida por Alfredo López, a la creación de escuelas racionalistas como la que funcionaba en El Centro Obrero de la Habana y a la que asistían los hijos de los obreros en horario diurno y los trabajadores en el nocturno. Dentro de esta labor ilustradora se destaca la colaboración entre libertarios y estudiantes de izquierda, que dio lugar a la Universidad Popular José Martí. Una hazaña si tenemos en cuenta la falta de recursos con que contaban los anarquistas.
Gracias al anarquismo nació y creció Cuba un autentico movimiento cooperativo, caracterizado por sus métodos de auto gestión y democracia directa que lo hacen incomparablemente superior, incluso desde un punto de vista socialista, al que establecieran los comunistas tras la revolución de 1959. En aquellas sociedades los obreros pagando un mínima suma al mes, tenían acceso a innumerables actividades culturales de tiempo libre, cuidados médicos y otros servicios. El movimiento cooperativo, en el que participaban miles de obreros y campesinos cubanos, incluía diversas ramas, entre ellas las de consumo y la construcción de vivienda. A través de este movimiento se manifiestó la temprana influencia anarquista en nuestros campos, donde los libertarios fundaron la primera organización de agricultores de nuestra historia: La Federación Campesina de Cuba en 1915. Los anarquistas rurales desarrollaron cooperativas por toda Cuba; en San Cristóbal, Los Palacios, Pinar del Río, Ventas de Casanova, Santa Lucia, siendo la mas célelebre Realengo 18 conocida nacionalmente por los reportajes que dedicó el periodista Pablo de La Torriente Brau a sus enfretamientos armados contra el estado. Entre los numerosos y activos anarquistas del campo podemos mencionar a Laureano Otero, Manuel López, José Lage, Benjamin Janeiros, Luis Meneses, Marcelo Salinas, Modesto Barbieto, Sabino Pupo Millan, Niceto Pérez y muchísimos más, quienes entre 1918 y 1925 tuvieron influencia prácticamente exclusiva entre los trabajadores de la tierra y los entre los obreros azucareros.
Los Libertario bajo el poder de Gerardo Machado: Principio del fin de la hegemonía anarquista sobre el movimiento obrero Cubano.
Si bien bajo los diferentes mandatos republicanos los anarquistas cubanos conocieron de cárceles deportaciones y hasta ejecuciones sumarias, la palma en la batida contra sus activistas se la llevó el General Gerardo Machado y Morales, ex oficial del ejército independentista, que llego a la presidencia con gran popularidad en mayo de 1925 y quien termino siendo derrocado como dictador por la Revolución de 1933.
Siguiendo los acuerdos del Congreso obrero de 1920, la Federación Obrera de la Habana había trazado un plan para la creación de un sindicato nacional. Como paso concreto del mismo, se realizó el llamado al Segundo Congreso Obrero nacional del 15 al 19 de febrero de 1925 en Cienfuegos. Este nuevo encuentro tuvo la participación de unos 110 delegados representantes de 75 organizaciones obreras. Entre los asistentes predominaba la corriente anarcosindicalista, aunque también había delegados de ideología social demócrata y marxista leninista. En el congreso se acordó de celebrar el III Congreso Nacional Obrero en la ciudad de Camagüey con el fin de crear definitivamente una confederación de todos los trabajadores cubanos. El nuevo evento que tuvo lugar entere el 2 y 7 de agosto en Camagüey, a tres meses de haber llegado al Poder Machado Asi nace, bajo el signo fatal del Machadato la Confederación Nacional Obrera de Cuba encabezada por Alfredo López. Los anarcosindicalistas, primeros lideres del la CNOC defendieron la linea del apoliticismo, que impedía que a los sindicatos convirtierase en instrumentos políticos de ningún partido, incluido el flamante Partido Comunista, fundado en la Habana exactamente en el mismo mes de Agosto los días 16 y 17.
Machado, quien terminaría derrocado por una huelga general había prometido que ningún boicot de este tipo le duraría mas de 24 horas. Estaba decidido a reprimir con mano dura cualquier desorden que pudieran afectar los negocios nacionales o las inversiones de capital extranjero. Tenía pues en la mirilla a los anarquistas quienes significaban por entonces la única amenaza cierta contra la «estabilidad social» prometida por el ex-mambí.
Así, desde las primeras huelgas el nuevo gobierno respondio con, arrestos masivos, aplicaciones de ley de fugas y desapariciones. Tales medidas aplicaron no sólo contra los obreros ácratas, sino contra cualquiera que desde la prensa o la política osara enfrentarse al «presidente».
Machado como buen caudillo populista encontró argumentos para ilegalizar al los anarquistas como «obreros que no seguían una conducta realmente patriótica». El embate de Machado contra los libertario tenía como cobertura, la gran cantidad de votos conque ganó el exgeneral mambí las elecciones de 1924, el auge económico provocado por su plan de obras publicas, y la legitimación que ofrecia a su politica «social» el apoyo de la moderada Federación Cubana del Trabajo, fundada en 1927 con respaldo económico y policiaco del gobierno.
La persecución machadista contra los líderes de la CNOC fue realmente despiadada, entre los asesinatos ordenados están los de Enrique Varona, organizador de los obreros ferroviarios, Margarito Iglesias, Secretario de la Unión de Obreros Fabriles y el del propio Secretario de la CNOC, Alfredo López, quien fue arrestado el 20 de julio de 1926, cuando se dirigía al domicilio del Centro Obrero. Sus restos solo fuero encontrados tras la caída de Machado, en las faldas del castillo de Atarés,.
La embestida antilibertaria del gobierno fue aprovechada con astucia por los comunistas, quienes se hicieron oportunista mente de los puestos directivos de la CNOC que iban quedando «vacantes» como resultado de las deportaciones, encarcelamientos, persecuciones y asesinato de los líderes anarquistas.
La ofensiva del machadato contra los ácratas encontró la resistencia, desde el primer momento de la Federación de Grupos anarquistas de Cuba, creada en 1924, cuyos activistas respondieron a la represión promulgando huelgas, circulando propaganda y contribuyendo al estado de violencia social que terminaría con el derrocamiento del tirano en agosto de 1933.
Anarquistas y comunistas un: pésimo matrimonio.
El 7 de noviembre de 1917, los bolcheviques encabezados por Lenin, dieron un golpe de estado al gobierno de Kerensky, nacido de la revolución democrática contra el zarismo. Los bolcheviques no sólo fueron buenos estrategas en la conspiración contra el gobierno, en la lucha contra los mencheviques, socialistas revolucionarios y guardias blancos, sino tambien en la propaganda internacional que les permitió vender al mundo la imagen de que establecía en Rusia un estado de libertad para los trabajadores y dictadura unicamente para burgueses y aristócratas.
Las noticias que llegaban a Cuba desde Rusia, resultaban ambiguas y confusas por los que cada cual interpretaba los acontecimientos, según sus perspectivas ideológicas. El bolchevismo en Cuba logró aceptación antes que entre los obreros, de pequeños sectores intelectuales y estudiantiles atraídos por la novedad, radicalismo y aparente éxito, de la doctrina leninista. Como pequeño estigma del movimiento anarquista hay que reconocer el hecho de que hubo libertarios en Cuba, que a despecho de la evidente matriz marxista del bolchevismo, se entusiasmaron con aquella Revolución bolchevique aaprentemente justa e igualitaria. En 1920 varios líderes anarquistas auto proclamados «Sección Comunista de la III Internacional» improvisaron un «Congreso de los Soviets Cuba en el que aprobaron un programa de bases de la «República Comunista de los soviets en Cuba» donde se llamaba a la creación de un ejercito rojo, a la dictadura transitoria del proletariado, y al establecimiento de la pena de muerte para los saboteadores.
El probolchevismo se hizo latente en el Congreso Nacional Obrero de 1920 donde, como ya hemos dicho, los líderes anarquistas encabezados por el propio Alfredo López enviaron un fraternal saludo a nombre de los trabajadores cubanos a la república de los Soviets:
«Esta comisión considera a la Rusia Roja como faro de Luz, como ejemplo, guía y estímulo para las maltratadas muchedumbres obreras ansiosas de redención y justicia, y junto con el testimonio de nuestra ardiente admiración y simpatía enviamos a nuestros hermanos de Rusia el testimonio de nuestra solidaridad Revolucionaria. El Congreso.»
A propósito del mensaje un columnista del periódico la Noche comentaría:
«…un faro de luz. Sí. ¡De luz brillante ardiendo!» (3- pag. 102).
Muy pronto los anarquistas cubanos tendrían oportunidad de compreder que en las palabras del periodista había algo mas que chanza. No olvidamos que en 1921 tuvo lugar en Kronshtadt la primera sublevación antisoviética posterior a la guerra civil, protagonizada precisamente por los anarquistas rusos. Rebelíon aplastada a sangre y fuego por el Ejército Rojo bajo el mando de Trotsky, por entonces brazo derecho de Lenin.
Gracias a los testimonios de los camaradas rusos y europeos que difundía la prensa libertaria cubana muchos anarquistas comnezaron a darse cuenta de lo que realmente estaba pasando en la Rusia de los Soviets.
El 30 de octubre de 1924, el decano de la prensa anarquista en Cuba ¡Tierra! convertido por entonces en el órgano de la Federación de Grupos Anarquistas de Cuba (La Habana, Zulueta 37, altos), denunciaba la prensa que ya por entonces estaba siendo comprada por la Unión Soviética:
«…así como los políticos subvencionan a los periódicos burgueses para que halaguen a sus personas y propaguen sus candidaturas, así Moscow subvenciona y reparte rublos a los periodistas comunistas de América y Europa..»
En la misma publicación se definían a los pocos marxistas-leninistas de Cuba como; «los cuatro gatos del «comunismo cuartelero cubano». Desgraciadamente hubo anarquistas entre ellos el propiol Alfredo López quw no supieron captar el peligro que significaba, aquellos cuatro gatos, que terminarían devorando como leones el control del movimiento obrero en la Isla. Mientras que desde las paginas de ¡Tierra! se denunciaba los privilegios comunistas en Rusia y la presencia del Buque Vaslaw Vorodsky, en el puerto de Cárdenas como nave embajadora neomarxista, «cuyos tripulantes lo justificaban todo». Alfredo López, respondiendo a un telegrama enviado por el líder comunista Julio Antonio Mella, proponía en la ultima sesión del Congreso Obrero de 1925 en Camagüey que se protestara ante el gobierno por haber impedido festejos en honor al barco soviético, eso si, y esto resulta un detalle importante, al gobierno se le critica por su «atentado al ejercicio de los derechos individuales», sin que haya, por lo que sabemos, ninguna declaracion de «solidaridad» con la «Rusia Roja» al estilo del Congreso de 1920.
La disposición a colaborar con los comunistas, de López, nacida quizás de su vocación unitaria, permitió a los comunistas penetrar CNOC, y esperando el momento oportuno, el de la desaparición física delmliderazgo anarquista, para saltar al poder, olvidandose aquellos estatutos originales en los que se planteaba que no se permitiría ocupar puesto alguno en la dirección de la Confederación a aquellos delegados que hagan propaganda activa en los partidos políticos. En 1927, la CNOC se había convertido, prácticamente, en un instrumento de maniobra política del Partido Comunista, dirigido por Rubén Martínez Villena. Para 1933 los comunistas habían conseguido hegemonizar la dirección de buena parte del movimiento obrero. Esto lo lograron contaban desde el exterior con el apoyo de la URSS, deplegando en el interior una maquiavélica política de intrigas en la que se vinculaba el ataque a los anarquistas, y socialdemócratas con la alternancia de enfrentamientos y negociaciones con el dictador de turno. Esta practica inconsecuentes llevo a los comunistas a cometer uno de los errores políticos mas grandes de su historia, el de ordenar a cambio de la legalización de su partido y prebendas económicas a sus sindicatos la detención de la Huelga General contra Machado que daría al traste con su régimen. La miopía política de los comunistas no sólo les impidió jugar un papel protagónico en el derrocamiento del macahdato, sino que ademas le creó un problema que se exteinde hasta hoy día a los historiadores marxista-leninistas, quienes se ven obligado a realizar los mas inverosímiles malabares dialécticos para ocuktar la mancha colaboracionista en la trayectoria del comunismo en Cuba.
Como respuesta a aquel vergonzoso acto la Federación de Anarquista, sacó a la luz un manifiesto en el que acusaba a los comunistas de traición a los trabajadores y de apoyar al tirano.
«Los comunistas suplicaron desesperadamente a los trabajadores que regresaran a sus puesto, ya que los empleadores habían aceptado sus demandas. Pero los obreros, (incluso los del sindicato de autobuses y transporte controlados por los comunistas se negaron). Ellos estaban definitivamente decididos a obedecer unicamnete sus conciencias y a continuar la oposición al régimen de Machado hasta derrocarlo o forzarlo a huir.
Machado y sus aliados comunistas se vengaron. A todos los sindicatos se les prohibió reunirse. La Federación de Obreros de La Habana (FOH fundada por anarcosindicalistas) así como a como la mayor cantidad de sindicatos apolíticos, estaban atados, no podían convocar a reuniones porque para ello hacia falta el permiso por escrito del gobierno, solo los comunistas quienes gracias a su perfidia tuvieron autorización para reunirse…»(1- pag. 62)
Este documento de denuncia se conoció no solo en Cuba sino también en el extranjero , fué publicado en Chicago por Industrial Worquer, el 3 de octubre del 33. El comunicado de la Federación Anarquista no solo constituyó un ajuste de cuentas publico de los libertarios por las traiciones recibidas a su buena fe de parte del comunismo. Es ademas un llamdo de alerta contra lo que podía esperar Cuba de los prosoviéticos.
Desgraciadamente todavía les faltaba aun por quemar a nuestros anarquistas el «karma», sembrado por aquellos de sus camaradas que en los años 20 tendieron manos francas a los discípulos cubanos de Lenin.
La misma imagen equivocada que tuvieron anarquistas cubanos del régimen bolchevique, la tendrían cuarenta años después sectores anarquistas de todos el mundo con respecto a la Revolución «Socialista» en Cuba, cuya forma exterior «Libertaria» les ocultó su esencia estalinista, apartándoles del deber solidario de denunciar la represión que estaba sufriendo los herederos de Alfredo López a manos de los mismos comunistas que olvidaron su muerte cuando negociaron con Machado. Los comunistas cubanos, esos que más tarde entrarían en contubernio con una figura lanzada al estrellato político por la convulsa revolución del 33, el nefasto presidente y dictador Fulgencio Batista y Zaldivar.
Fuentes:1- Sam Dolgoff, Den Kubanska Revolutionen-Ur ett kritsk perspectiv, Federativ, Stockholm, 1982.
2-Historia del Movimiento Obrero Cubano Tomo 1, Editora Política la Habana 1985.
3- Evelio Telleria Los Congresos Obreros en Cuba. Editorial Arte y Literatura, La Habana 1973.
4- Manifiesto de Cruces, en Hortencia Pichardo, Documentos para la Historia de Cuba. Editorial Ciencias Sociales, La Habana 1976.
5- Federación Obrera de La Habana, Reglamento, en Hortencia Pichardo, Documentos Para La Historia de Cuba.
6-FrankFernández,The|Anarchist&Liberty(electronic version) http://www.cs.uthah.edu/~galt/cuba.html.
– – Fin de Los anarquistas cubanos a fines del siglo XIX: los libertarios y la guerra del 95 (abr/97)
y
El Anarquismo en Cuba, desde el nacimiento de la República a la caída del Dictador Gerardo Machado: El fin de la hegemonía libertaria sobre el movimiento obrero (mayo/97)
Publicado en Iniciativa Socialista:
España y el anarquismo en Cuba
Carlos M. Estefanía
Carlos M. Estefanía, disidente cubano residente en Suecia, es director de la revista electrónica Cuba Nuestra (http://hem.passagen.se/cubanuestra)
Los libertarios han luchado en Cuba contra toda suerte de regímenes despóticos, el de Batista no fue la excepción. Cientos de ácratas cubanos sufrieron persecución, tortura, muerte y exilio por su participación en acciones de protesta, incluso armadas, contra la dictadura. Entre los combatientes antibatistianos se encontraban numerosos anarquistas: Boris Luis Santa Coloma (muerto durante el ataque al Cuartel Moncada), Miguel Rivas (desaparecido), Aquiles Iglesias y Barbeito Álvarez (desterrados), así como Isidro Moscú, Roberto Bretau, Manuel Gerona, Rafael Cerra, Modesto Barbieta, María Pinar González, Dr. Pablo Madan, Plácido Méndez, Eulogio Reloba (y sus hijos), Abelardo Iglesias y Mario García (también con sus primogénitos). Todos ellos fueron encarcelados, y en casos torturados, incluso hasta la muerte, como ocurrió con Isidro Moscú. Los anarquistas estarían presentes en las guerrillas. En las de Oriente participarían Gilberto Liman y Luis Linsuaín. En las del Escanbray una de las principales figuras lo fue Plácido Méndez. La lucha urbana contó con el local de la Asociación Libertaria de La Habana como centro de reuniones conspirativas tanto para el 26 de julio como el Directorio Revolucionario.
La perspectiva libertaria sobre la Naturaleza de la Revolución Cubana
A principios de los sesenta, la revista libertaria argentina «Reconstruir» publicó una serie de artículos extraordinariamente reveladores sobre la revolución cubana. Tales textos constituyen material de primera mano para interpretar, desde una perspectiva libertaria, el proceso socio-político que condujo al derrocamiento de Batista y comprender la esencia del nuevo régimen establecido. Se destacan los trabajos firmados por Justo Muriel, Gastón Leval, Augusto Souchy y especialmente los de Abelardo Iglesias, veterano de la Guerra Civil española y participante en la lucha antibatistiana. Entre las referencias especialmente importantes sobre el momento del triunfo revolucionario que nos ofrece Iglesias, están sus valoraciones en torno a los logros sindicales obtenidos por los obreros cubanos (de los que serían privados por su «Revolución») y una «lectura» de la apoteósica «Marcha sobre la Habana» de Fidel. Para Iglesias no fue más que una comedia copiada de la marcha de Mussolini sobre Roma. El costoso espectáculo, según Iglesias, no tenía sentido militar, el pueblo cubano ya se había liberado de Batista. Aquella era una simple ceremonia ostentadora del poder del nuevo caudillo.
Los textos publicados por Reconstruir develan el carácter policlasista, reformista y democrático que en sus orígenes tuvo la revolución cubana, así como la ausencia en el proceso, salvo en elementos muy aislados, del radical antinorteamericanismo y del prosovietismo puestos en boga por Fidel Castro después de sentirse firme en el poder. Lo que se desprende de estos artículos es que aquella no había sido una verdadera revolución obrero-campesina, y que tampoco había conducido al restablecimiento de las libertades civiles, ni a la creación de un sistema socialista; tras ella se violaban los derechos humanos más elementales y los trabajadores del campo y la ciudad continuaban alienados de los medios de producción, del mismo modo o peor de lo que habían estado antes.
A pesar de haber transcurrido más de 30 años, desde que se publicaron, estos artículos mantienen gran vigencia, particularmente los análisis de Iglesias sobre el funcionamiento de la nueva oligarquía gobernante, sus técnicas propagandísticas, de coacción y de movilización masiva.
Desgraciadamente, existe una sesuda «cubanología» parapetaba en ciertas universidades europeas y latinoamericanas que desconoce artículos como los de Reconstruir u otros trabajos que detallan la desnaturalización estalinista sufrida por la revolución cubana. Un proceso que se inició mucho antes de la confrontación (realmente provocada por Fidel Castro) con los Estados Unidos.
Nuestro hombre en La Habana
Los soviéticos descubrieron muy a tiempo en Fidel Castro un individuo con suficiente habilidad política como para atribuirse la victoria revolucionaria -que pertenecía en realidad al conjunto de las diversas fuerzas sociales que enfrentaron a Batista-. La imagen burgesa-latifundista del joven Castro evitó que los cubanos sospecharan lo que él mismo llegó a declarar en 1961, que había sido un marxista convencido (aunque inmaduro) desde los inicios de la lucha armada. Todas sus acciones y declaraciones políticas de aquella etapa estuvieron encaminadas a crear confusión acerca de su verdadera ideología. Hubo quien le atribuyó concepciones fascistas, otros anarquistas.
En la trampa de tomar a Castro por libertario han caído unos cuantos, incluso el jefe de propaganda del Partido Socialista Popular (partido de los estalinistas cubanos), Luis Mas Martín, quien intentó usar a Raúl Castro para influir en Fidel. Mas Martín todavía en 1959 opinaba que Fidel Castro era un anarquista cuyo odio a los Estados Unidos le llevaría a manos del Partido (comunista) sobre todo si los norteamericanos «seguían actuando de manera idiota» [Andrew]. Es muy probable que los estrategas soviéticos prefirieran mantener compartimentada la información sobre sus planes para Cuba entre la nueva mano derecha (KGB) y la vieja izquierda estalinista que ya estaba introducida en la Isla desde los años 20. Esto explicaría que tanto Mas Martín como otros dirigentes del PSP desconocieran los proyectos soviéticos para la revolución cubana.
El primer gobierno revolucionario tenía apariencia liberal. El presidente Manuel Urrutia, designado por Fidel Castro, había defendido en su condición de magistrado el derecho de Fidel Castro a rebelarse contra la dictadura de Batista, pero al mismo tiempo era un declarado opositor al imperialismo soviético, posición que compartía con numerosos militantes del 26 de Julio y de las demás organizaciones revolucionaria. Estos creían en Fidel, pero no así en Raúl Castro y Ernesto Che Guevara declarados filosoviéticos Muy pronto se demostró que aquel gobierno provisional no tenía verdadero poder. A los pocos meses el presidente Urrutia es obligado a renunciar por una maniobra que el mismo denominó. «e1 golpe de estado de 17 de Julio».
La penetración comunista fue denunciada por el comandante Huber Matos, jefe militar de Camagüey lo que le costaría la acusación de traidor y ser condenado a 20 años de prisión. Es en medio del proceso contra Matos que desaparece Camilo Cienfuegos, según el régimen producto de un «accidente aéreo». Pero existe otra versión la que nos ofrece, en «Reconstruir» el capitán Roberto Cárdenas, Jefe de la Base Aérea de Camagüey en el momento de la desaparición. Cárdenas era amigo personal de Camilo, había combatido contra la tiranía de Batista en la Columna 14, en la cual era jefe de su sección de espionaje:
«En realidad lo que había sucedido era que Camilo había sido muerto por el propio Fidel en el Palacio Presidencial, aproximadamente a las nueve y media de la noche del 27 de octubre, día que se celebró el mitin para pedir el fusilamiento de Húber Matos. Pepita Riera se encontraba presente en el Palacio presidencial durante la concentración donde las masas fueron excitadas para pedir el fusilamiento de Húber Matos. Hablaron Fidel, Raúl y Almeida a la multitud. Camilo no quiso hablar esa noche. Después recriminó a Raúl y dijo que era vergonzoso incitar a las masas a pedir el fusilamiento del comandante Matos, quien verdaderamente no era culpable de ningún delito. Raúl respondió lleno de ira, insultantemente y Camilo le dijo también en tono descompuesto que si seguía así lo iba a matar allí mismo. Hay otro testigo cuyo nombre no puede ser descubierto aún, que presenció la continuación de esta discusión. Según él las voces fueron subiendo de tono, hasta que súbitamente, se sintió un disparo, y a continuación otro más. Este testigo oyó a Raúl gritar: ¡Lo has matado! Esto sucedía en una de las habitaciones del Palacio Presidencial donde se habían reunido. Después llegó a nuestro conocimiento que Fidel necesitó esa noche asistencia médica, porque había tenido una crisis nerviosa y estaba histérico» [Cárdenas].
Como oficial de la Fuerza Aérea Rebelde y experimentado piloto, el capitán Cárdenas detectó una serie de incongruencias en la búsqueda de Camilo y organizó una investigación paralela. Asi dió con el avión de Camilo en una finca situada a 25 millas al sudeste de Camagüey, llamada «La Larga». Allí estaba la pequeña nave áerea escondida bajo pencas de guano y con las insignias cubiertas de pintura blanca [Cárdenas].
Camilo ha sido una de la figura cuyo carisma e ideología ambigua, unidos al color rojinegro del brazalete de los miembros del 26 de julio, ha contribuido a la confusión universal sobre la matriz libertaria de la revolución Cubana. El autor tuvo la oportunidad de tratar el tema en mayo de 1998, en una actividad de los anarcosindicalistas suecos, con el ácrata napolitano, Egno Carbone, quien citó un artículo aparecido en el periódico libertario italiano Humanita Nuova donde se señalaba a Camilo Cienfuegos como el espíritu libertario de la Revolución y la posibilidad de que Fidel lo hubiera mandado a matar.
Según el colega Frank Fernández, concienzudo historiador del anarquismo cubano, no existe prueba alguna de ideología anarquista en Camilo aunque se sabe que su padre militó en las filas libertarias durante la juventud. Por otra parte sabemos que el hermano de Camilo, Osmani, era miembro del PSP antes de la revolución y fue, hasta no hace mucho, uno de los dirigentes más importantes del régimen cubano. (¿conocería las revelaciones de Cárdenas sobre Camilo?).
Lo que si parece ser, por lo que declara Roberto Cárdenas, es que Camilo, a diferencia de su hermano, habría constituido un obstáculo para la sovietizacion del país. Afirma el capitán Cárdenas, que ya en 1958 algunos oficiales rebeldes habían detectados las «tendencias comunistoídes» de Fidel Castro. Una noche del mes de septiembre de 1958 se celebró una reunión en la finca de Cárdenas con la participación de Camilo. Allí se acordó que a la primera manifestación comunista de Fidel los presentes harían todo lo posible por destituirlo [Cárdenas].
Desafortunadamente los acontecimientos se desarrollaron con tal vertiginosidad que las fuerzas antiestalinistas de la revolución no atinaron a detener la penetración, fraguada de antemano, por prosoviéticos. Los sectores políticos, económicos, ideológicos y especialmente represivos del aparato estatal fuero copados rapidamente por cuadros comunistas. Quien se tomara el trabajo de visitar el museo del Ministerio del Interior, cito en quinta avenida y catorce, Miramar, La Habana, como hizo el autor en la primavera de 1993, detectaría, por las biografías inscritas en los pies de los retratos de los primeros «mártires» del G-2, la mayoritaria pertenencia a la «Seguridad» de los miembros del Partido Socialista Popular. Comparado con otras organizaciones, el PSP apenas se destacó en la lucha clandestina contra Batista. Así resulta algo desproporcionado la confianza que se depositó en sus cuadros a la hora de reprimir los grupos de todo tipo (muchos de origen revolucionario) que se opusieron al gobierno de Castro.
España; aparta de mí ese cáliz
No estaba ocurriendo «nuevo bajo el sol»; los anarquistas cubanos, que participaron como combatientes en la guerra civil española, descubrieron que se estaba repitiendo en Cuba, pero a mayor escala que en España, el modus operandi de los comunistas. Durante la guerra civil, los estalinistas, amparándose en la lucha antifascista, así como el apoyo económico, y de inteligencia les ofreció la URSS consiguieron cuotas de poder suficiente para aniquilar arteramente a muchos antifranquistas. La decisión de prestar ayuda a la República Española fue tomada por Stalin el 31 de agosto de 1936, en el curso de una reunión del Politburó celebrada en Moscú. Desde entonces, el Komintern y sus diversos agentes, organizaciones secretas y de espionaje se prepararon para para un mayor compromiso militar. El 14 de septiembre tuvo lugar una reunion determinante, nada más y nada menos que en los cuarteles de la tristemente célebre Lubianka, al parecer en presencia de Yagoda, jefe de la policía secreta NKDV. En ella se determinó organizar la ayuda militar directa de Rusia a España -algun día sabremos donde se efectuó la que hizo lo mismo con Cuba- En la reunion de marras se le atribuyó al NKDV la tarea de supervisar los envíos de armas y personal con destino a España y se nombró a «Alexander Orlov» (seudónimo) como oficial superintendente [Johansson…]. Este individuo sería la eminencia gris encargada de prácticar en España muchas de las medidas represivas que poco más de 20 años despues aplicarían sus discípulos contra los anarquistas en Cuba.
Vale recordar aquí, a modo de ejemplo, uno de los casos represivos estalinistas más escandalosos en España, el de la aniquilación del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). Éste era una organización conformada por unos 60000 miembros, que lideraba Andrés Nin, antiguo secretario de Trotsky en Moscú, que mantenía una posición totalmente crítica hacia el estalinismo. Por cierto, fue gracias a la influencia de Nin sobre el comunista cubano Sandalio Junco que nacería el trotskismo en Cuba. No es mera casualidad que Junco cayera una década después que su mentor, también a manos del estalinismo, bajo los disparos de una pandilla en la que participó Armando Acosta, entre otros. Acosta se convertiría en asistente del Che durante su incursión guerrillera en las Villas, y posteriormente presidente de los llamados Comité de Defensa de la Revolución.
Volviendo a España. El prestigio de Nin le permitió ocupar la cartera de ministro de Justicia en el gobierno catalán, lo que le valió al POUM la critica de Trotsky. A pesar de ello el POUM no se pasó al estalinismo, siguió siendo uno de los pocos grupos dentro de la República, que, junto a algunas publicaciones anarquistas, se atreviera a denunciar los procesos de Moscú.
Los comunistas españoles y sus aliados internacionales, comenzaron una fuerte campaña contra el POUM. El primer eslabón fue expulsar a Nin del Gobierno catalán en diciembre del 36. El punto culminante fue su arresto y desaparición. Los dirigentes del POUM fueron acusados de fascistas. Las persecuciones y torturas las llevaban a cabo los comunistas extranjeros siguiendo instrucciones de Orlov, quien insistía en que le gobierno español no debía tener información sobre el asunto. Mientras los socialistas y republicanos, ensimismados en su lucha contra Franco apenas se dieron por enterados. Asesinado Nin, los hombres de Orlov continuaron en activo, mientras se formaba un servicio de contraespionaje llamado SIM (Servicio de Investigación Militar), con el fin de limitar la actividad entre otros, de los anarquistas. Aunque al principio el SIM sirvió con lealtad al gobiemo republicano, incluso denunció casos de los funcionarios rusos que pretendían actuar sin consultar con éste, terminó por transformarse en una policía política de los comunistas. Thomas Hugh, historiador de la guerra civil española, nos refiere:
«En todo caso el SIM pronto empezó a emplear los viles métodos de tortura de la NKVD: se construyeron celdas de unas dimensiones tan pequeñas que apenas cabía en ella un prisionero y el suelo era de ladrillos colocados de canto. Se instalaron fuertes luces eléctricas que producían deslumbramiento, o se utilizaban ruidos ensordecedores, o baños helados, hierros candentes o porras. EL SIM fue responsable del asesinato de varios reclutas del ejército republicano, y no sólo de los cobardes e ineficaces, sino también de aquellos que no estaban dispuestos a seguir las órdenes de los jefes comunistas» [Andrew].
Del mismo modo que el estalinismo de España quiso hacer pasar a los militantes del POUM por agente de los «Nacionales» se ha querido hacer pasar a los opositores de Castro, entre ellos a los anarquistas y trotskistas, como aliados de la reacción o agentes del imperialismo. El recurso de identificar al antiestalinista con las fuerzas de la «contrarrevolución» sería aplicado en Cuba, gracias a las «asesorías» de numerosos cuadros formados durante la guerra civil española, o de hijos de los comunistas educados en «La patria de Lenin». No debe extrañarnos semejanzas entre los medios de presión utilizados en las cárceles de Cuba, según los testimonios del nuevo presidio político cubano, y los que describe Hugh, como propios de las cárceles del SIM en España. Podemos arribar, pues a la conclusión de que la Guerra civil española sirvió a los estrategas soviéticos como campo de experimentación, cuyos resultados serían aplicados indefectiblemente en la transformación en saéelite de los países de Europa Oriental, y especialmente de Cuba (cuyo contexto sociocultural emparentaba con el español).
Veamos cómo se inicia el expediente cubano de la KGB -descartando la versión de Salvador DíazVerson de que Castro fué reclutado en 1948-: a mediados de los años 50 los servicios de inteligencia soviéticos tenían grandes dudas sobre la posibilidad de un poder comunista en América Latina, dada la enorme influencia de los Estados Unidos en el continente y pese a contar con la magnífica cantera de espías que significaban los partidos comunistas, verdaderos brazos políticos de la URSS en el continente el partido comunista era capaz de desencadenar una revolución o detenerla según ella favoreciera o perjudicara los intereses de la Unión Soviética en la región-.
E1 primero en descubrir dentro de la KGB las potencialidades de Castro para los intereses regionales de la URSS fue el joven oficial hispanohablante de la KGB Nikolay Sergeievich Leonov, estacionado en la ciudad de México. Leonov había «conocido» previamente a Raúl Castro en 1951. Fue a raíz de su participación en el Festival Internacional de la Juventud en Viena. Este primer contacto tuvo lugar en el barco en que regresaba de Europa el hermano de Fidel. Se iniciaría así una historia que empequeñecería a la más fantástica de las aventuras de «James Bond» pero ahora con un final de signo contrario, el de victoria rotunda de la KGB sobre los servicios de inteligencia occidental.
Leonov frecuentará la casa de la famosa «María Antoni» -de la que habla Ernesto Guevara en su carta de despedida a Fidel Castro ante la aventura de Bolivia-. En ese lugar, Leonov también hará buenas migas con Emesto Guevara, un «rebelde sin causa» argentino de vaga ideología marxista, admirador de Mao, captado por Ñico López y Raúl Castro (en aquel entonces estalinistas convictos y confesos) para el movimiento armado. Guevara se encontrará posteriormente con Leonov en la Embajada y en las instituciones «culturales» soviéticas en México allí sera proveído de lo mejor de la literatura soviética. (Y por supuesto de su propaganda).
Cuenta Carlos Franqui que cuando conoció a Guevara éste leía las tesis de Lenin explicadas por Stalin, Franqui le preguntó que si había leído el informe de Nikita Kruschev al XX Congreso del PCUS. Guevara respondió que eso era «propaganda imperialista». Del mismo modo, Guevara manifestó ante otro testigo que la revolución antiestalinista húngara no había sido otra cosa que un motín fascista. Sin que pueda afirmarse que el Che fue un agente profesional de la KGB, no cabe dudas de que se convirtió, junto a Raúl Cartro, en un verdadero Caballo de Troya de la penetración de los prosoviéticos en las guerrillas y el posterior copamiento de la Revolución Cubana por los comunistas. Siendo uno más durante la preparación del Granma, Guevara recibirá la máxima calificación y será el alumno predilecto del maestro durante los entrenamientos militares que ofreció Alberto Bayo, prestigioso oficial del ejercito republicano español, a los expedicionarios del Granma.
Ya comandante guerrillero, Guevara favoreció en la guerrilla a los cuadros del PSP, entre ellos figuras de destacada trayectoria estalinista como Carlos Rafael Rodríguez y el ya mencionado Armando Acosta, su asistente guerrillero. Pero no sólo Guevara y Raúl tenían contactos directos con el representante de la KGB. También Fidel Castro se había dirigido a la embajada soviética en busca de ayuda militar para sus campañas guerrilleras contra Batista. Leonov comenzó a encontrarse regularmente con él ofreciéndole todo su apoyo moral. Leonov tuvo en cuenta el total control de Castro sobre le 26 de julio y el hecho de que su hermano Raúl, y un hombre de confianza, el Che ya se consideraran fueran para entonces verdaderos marxistas-leninistas.
El segundo momento crucial de esta historia lo tiene, a principios del 59 cuando viaja a Cuba el agente de la KGB Alexander Alexeiev (con la covertura de periodista de TASS) para entrevistarse, primero con Guevara y luego con el propio Castro a quienes promete todo el apoyo necesario por parte de la URSS. En julio de 1959 Ramiro Valdés, jefe de inteligencia de Castro, sostuvo un encuentro clandestino en México con el embajador soviético y el representante de la KGB. De este encuentro quedó el acuerdo de enviar a más de 100 consejeros de la KGB para los servicios de inteligencia y la seguridad de Castro. Estos consejeros fueron seleccionados entre «los niños» como se denominaban a los hijos exiliados en Rusia de los comunistas españoles. También fue enviado el veterano español Enrique Líster Farjan, uno de los jefes de propaganda del Partido Comunista español y uno de los más acérrimos críticos de las experiencias libertarias durante la guerra civil española.
En su memorias, Líster definió la revolución anarquista de Aragón como una «tiranía inhumana, que había establecido el terror como instrumento de autoridad y crimen organizado». Sin embargo, ello no fue óbice para que le tocara a Líster, en Cuba, la dudosa gloria de haber sido en creador de uno de los aparatos de represión y vigilancia colectiva más efectivos de cuantos haya conocido sociedad totalitaria alguna, los Comités de defensa de la Revolución, colocados, como dijimos, bajo la presidencia de Armando Acosta un hombre de probada fidelidad a la causa de la Madresita Rusia.
Así, los que ya se habían enfrentado dentro del campo republicano durante la guerra civil española: estalinistas y antiestalinisntas, volverían a encontrarse en Cuba. Un paradigma de este destino lo tenemos en la historia del gran intelectual republicano Antonio Ortega. Fué un hombre que supo conjugar la formación científica y cultural con la de consejero de propaganda del Consejo de Asturias como representante del partido de Izquierda republicana. Ortega se traslada a Cuba bajo la condición de exiliado a mediados de 1939. En octubre fue designado jefe de información de la prestigiosa revista Bohemia, que bajo la dirección de Miguel Ángel Quevedo comenzaba a tener una proyección continental. Antonio Ortega puede ser considerado como uno de los mejores cuentistas de cuantos produjeran en Cuba por aquellos años, por ello en 1945 fue invitado a formar parte de la fundación del Pen Club de Cuba. En 1954 Bohemia, donde continuaba ejerciendo el cargo de jefe de Información, se había convertido en la revista de idioma español de mayor tirada en el mundo y la de mayor circulación en Hispanoamérica. Ese año la triunfante empresa editora adquiere la revista que le seguía en importancia, Carteles y Antonio Ortega es designado su director. Como demostración de repudio a la dictadura de Batista, Ortega se abstuvo de participar en las actividades culturales organizadas por instituciones oficiales.
El derrumbe del régimen batisitano fue celebrado por carteles. Pronto vendría la decepción por el criterio de que en Cuba se establecería un régimen comunista. En esta situación el director de Bohemia (la revista que tan buena publicidad había hecho a la guerrilla de Castro), le propuso a Ortega marcharse del país para fundar en Venezuela «Bohemia Libre», y otra vez debió correr el camino del exilio ahora escapando del estalinismo cubano. Murió pobre pero libre en Caracas en 1970.
Otro caso similar es el de Salvador García, quien debió exiliarse despues de la revolución en México, precisamente la tierra donde su compatriota Alberto Bayo había entrenado a Fidel Castro y sus hombres. Salvador García ingresó en las juventudes libertarias siendo casi niño. Durante la guerra civil luchó hasta la caída de Cataluña. El grueso de su división fue a parar a un campo de concentración en Francia donde se incorporó a los maquis contra el ejército de ocupación alemán. Emigrado más tarde a Cuba, de donde era originaria su esposa, fue secretario de la CNT de España durante muchos años. Los acontecimientos cubanos le obligaron a exiliarse en la embajada mexicana en 1963. Su testimonio al salir de Cuba constituye una de las críticas más contundentes de cuantas haya hecho un anarquista español contra el régimen de Castro. La revista «Reconstruir» publicó una entrevista a Salvador García donde éste detalladamente relató cómo una nueva clase administraba la producción, cómo se teje la tela de araña del estado totalitario, donde toda queja o reclamo era tachado de contrarevolución, los lujos de los técnicos soviéticos, la merma de la capacidad adquisitiva del cubano, otrora uno de los países de mejor nivel de vida, perdía los derechos ciudadanos y sindicales, el fracaso del azúcar y del mal llamado trabajo voluntario. Aunque no perdía las esperanzas de una pronta liberación; declaraba sus temores pues «no es fácil que un pueblo se libere por sí solo», y ponía el caso de la España de Franco a pesar de que el fascismo internacional ya había sido vencido en los campos de batalla.
Desgraciadamente el régimen de Fidel Castro superaría al de Franco por su duración y falta de libertades. En una mesa servida por la KGB, el anarquismo estaba de más. Con el establecimiento del poder absoluto de Fidel Castro los anarquistas en Cuba solo podían tener una garantía: la de que sus días en la isla estaban contados.
Fuentes
– Abelardo Iglesias, «Revolución y dictadura en Cuba», Reconstruir 20/10/62, Buenos Aires, Argentina, y Reconstruir, compilación de artículos, 1963 / Apostillas al articulo deAlfiedo Gómez. En Guangara Libertaria, Otoño 1991
– Agrupación Sindicalista Libertaria, «Declaración de Principios», La Habana, Junio 1960. En Guángara libertaria, Verano 1990- Alfredo Gómez, Los anarquistas cubanos o la Mala conciencia del Anarquismo. En Guangara Libertaria, Verano 1981
– Anna Johansson, Annika Hjelm, Rebecka Bohlin, Kuba urettfühetligt perspektiv (Cuba desde una perspectiva libertaria) En Syndikalisten, april 1998, Stockholm.
– August Souchy, «Testimonios sobre la Revolución Cubana», Reconstruir, Buenos Aires, Argentina, dic. 1960
– Christofepher Andrew, La KGB desde adentro, Nonnierr Fakta Bokförlag CAAB, Uddevallá 1991.- Frank Fernández: The Anarchist & Liberty, Monty Miller Press, 1987 / Lucha Justa y necesaria, Oct. 1996, pp. 88-90 / «Homenaje a Santiago Cobo» en Guángara Libertaria, Inviemo 1992, Vo1.13-No 49 / Carta personal al autor, 5 de dicíembre de 1997.
– Gastón Leval, «El castro-comunismo no puede engañar a nadie», Reconstruir 21 Nov-dic. 1962.
– Hug Thomas, La Guerra Civil Española, Tomo I, Grijalbo Mondadori, Barcelona 1995
– Jorge Domingo Antonio Ortega, «De regreso», La Gaceta de Cuba, 2. Marzo/ Abril 1998, La Habana
– Justo Muriel, «Los cubanos y la libertad», Reconstruir , 41, Marzo-Abril, 1961.
– Paco Cabello, «A cien años de la independencia cubana…el Papa en Cuba». CNT febrero-abril 1998.- Roberto Cárdenas, «La muerte de Camilo Cienfuegos», Reconstruir Nov-Dic. 1961.
– Salvador García, «En torno a la revolución cubana». Reconstruir, Jul-Agosto 1963
– Sam Dolgoff, Den Kubanska Revolutionen -ur ett Kritisk Perspektiv (La Revolución Cubana desde una perspectiva crítica) Tryckeri AB Federativ, Stockholm, 1982
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Publicado en Carta de Cuba:
«Hacer Historia» con la historia
Comentando la obra “El Anarquismo en Cuba” de Frank Fernández.
Nota del editor de Internet: En muchos lugares del mundo, persiste el mito de que el castrismo representa una «revolución» de izquierda, a favor de los mas desvalidos, y que los oponentes a la dictadura en Cuba son personas de «derecha» comprometidos con los grandes intereses económicos, y opuestos a los intereses de las clases trabajadoras. Nada mas lejos de la verdad. Este artículo, del amigo Carlos Manuel Estefanía, originalmente publicado en la revista «Cuba Nuestra»( http://www.cubanuestra.nu/), de Estocolmo, evalúa críticamente un libro del estudioso cubano Frank Fernández que rompe con el mito, y muestra la manera en que ha sido aplastada la auténtica izquierda cubana. Por su valor como documento histórico, nos complace presentarlo a los lectores, en forma idéntica a como nos fuera transmitido, incluyendo una entrevista con el Sr. Fernández publicada en Inglaterra.
Por Carlos Manuel Estefanía, Cuba Nuestra Estocolmo
Más que acontecimiento editorial, fue un hecho de relevancia histórica la aparición del libro “Anarquismo en Cuba” [Fundación Anselmo Lorenzo, Colección Cuadernos libertarios /6 Madrid 2000 ( http://www.barataria.com/lorenzo.html ) ]. Lo mismo ocurre como su edición en ingles; “Cuban Anarchism” [Tucson, Arizona 2001, http://www.seesharppress.com/books.htm#books )].
Frank Fernández, el autor, reflexiona en su entrega bibliográfica sobre el devenir del olvidado anarquismo cubano. Lo hace desde una perspectiva y con un compromiso poco usual entre quienes escriben hoy la historia de Cuba; la libertaria. Puede que sean estos folios el canto de cisne, ó quizá un ave fénix de esa tendencia tan determinante en la evolución del movimiento obrero en la isla, como fue la del socialismo libertario.
Vinculado con los ácratas desde los sesenta, Fernández, tiene en su haber una importante obra intelectual, así como el reconocimiento internacional, lo mismo entre sus camaradas norteamericanos, que entre los mexicanos, españoles y suecos. Nuestro escritor, ha pertenecido al equipo editorial de la Guángara Libertaria [la única revista de persuasión anarquista editada en español en los Estados Unidos], publicación que acompañó hasta el último de sus días. También ha colaborado con el mensuario CNT, órgano del aguerrido anarcosindicalismo español. Su ensayo “ CUBA – The Anarchists & Liberty » , prologado por Sam Dolgoff [ Monty Miller Press, Australia 1987 ( http://iww.org/~galt/cuba.html ) ], no sólo recorrió el mundo en forma impresa, sino que ha sido el primer trabajo serio sobre la historia del anarquismo cubano aparecido en Internet. Tan excelente librillo sirvió a quien hace esta reseña de inspiración, fuente y guía para escribir una serie de artículos sobre los libertarios de Cuba [ «– Socialismo libertario versus Socialismo autoritario en Cuba. En torno a la historia del anarquismo cubano. » « Los libertarios en Cuba. Liderazgo obrero en Cuba durante la segunda mitad del siglo XIX: Del Liberalismo integrista al `Anarco-separatismo´». «- Los anarquistas cubanos a fines del siglo XIX: Los libertarios y la Guerra.» – El anarquismo en Cuba, desde el nacimiento de la República hasta la caída del Dictador Gerardo Machado. » » Los anarquistas en Cuba: Del machadato al batistato. » » España y el anarquismo cubano » » Liquidación del socialismo libertario en Cuba: ¿final de una utopía? » ], trabajos que guardan una deuda de gratitud innegable con la obra y las observaciones, de Fernández.
Relevante sin duda, dentro del quehacer histórico es su libro “La Sangre de Santa Agueda” [Ediciones Universal, Florida 1994], donde se retoma el hilo iniciado por varios artículos de la Guángara. Frank Fernández indaga en esta obra ( imprescindible en la biblioteca, tanto del hispanista como del cubanista ), sobre los vínculos conspiratorios entre el doctor Ramón Emeterio Betances, representante el independentismo cubano en Francia, y Michele Angiolillo, anarquista de origen italiano que ejecutó al ministro español Antonio Cánovas del Castillo.
Con actualidad necesaria y magnifica pluma, Frank Fernández, continua en “El Anarquismo en Cuba” un derrotero marcado por Sam Dolgoff, con su demoledor “The Cuban Revolution -a critical perpective” [ Den Kubanska Revolutionen –ur ett kritikt perspektiv, Federativs Stockholm, 1982]. La obra de Fernández, hereda y reactiva el mensaje de alerta dado por Dolgoff sobre la manera en que había sido aplastada la auténtica izquierda cubana. Ahora, dada la aparición del trabajo de Fernández en dos lenguas tan importantes como son el inglés y el español, la denuncia llegará a una mayor cantidad de receptores.
Frank Fernández, con maestría, erudición y al mismo tiempo capacidad de síntesis, nos describe el papel determinante del anarquismo en la organización de la clase obrera cubana y sus primeras conquistas sociales, un proceso inocultable hasta para la «olvidadiza» historiografía oficialista cubana. Hay aspectos de los tratados por este libro sin el menor parangón dentro de lo publicado hasta el momento en Cuba con relación al anarquismo criollo:
- La participación de los anarquistas en la lucha contra Batista.
- El enfrentamiento del socialismo libertario al nuevo régimen.
- La supervivencia del movimiento ácrata cubano en el estierro.
El movimiento anarquista de la isla se destacó por su crítica sin cuartel a las desviaciones del ideal originario de la revolución cubana. Con boletines, manifiestos y actos de sabotaje los ácratas convocaron al pueblo a que se opusieran al gobierno de Fidel Castro, del mismo modo que ya se había hecho contra el de Batista. Restablecida una dictadura, los ácratas volvieron a colaborar con los focos guerrilleros que la combatían. En especial, apoyaron las guerrillas que operaban en las cordilleras occidentales de Cuba, particularmente la partida capitaneada por Pedro Sánchez en San Cristóbal y la comandada Francisco Robaina (Machete) en la misma región. A la segunda perteneció el anarquista Augusto Sánchez, asesinado tras ser hecho prisionero por las fuerzas gubernamentales. Frank Fernández recoge testimonios sobre los anarquistas cubanos caídos y encarcelados en esta nueva lucha: Rolando Tamargo y Ventura Suárez, fusilados, Sebastián Aguilar hijo, asesinado, Eusebio Otero, muerto en su habitación, Raúl Negrín acosado hasta el suicidio, Francisco Aguirrre, muerto en prisión, Victoriano Hernández, enfermo y ciego por las torturas también suicidado en la cárcel. Entre los anarquistas que conocieron el cautiverio castrista Fernández nos ofrece los nombres de: Casto Moscú, Modesto Piñeiro, Floreal Barrera, Suria Linsuaín, Manuel González, José Aceña, Isidro Moscú, Norberto Torres, Sicino Torres, José Mandado Marcos, Placido Méndez y Luís Linsuaín (oficiales los dos últimos del ejército rebelde ).
Pero si bien los socialistas libertarios cubanos escribieron páginas de honor y rebeldía en esta lucha, no faltó en sus filas, quien con vileza contribuyeran al abandono del anarquismo cubano por sus camaradas de otros países. Fernández denuncia en su libro un hecho sin precedentes en la historia del anarquismo en Cuba. Se trata del documento: “Una aclaración necesaria», fechado y firmado en Marianao el 24 de noviembre de 1961. El autor fue Manuel Gaona Sousa, quien por entonces ocupaba el Secretariado de Relaciones y, por tanto, tenía en sus manos importantes canales de comunicación del movimiento. A pesar de la opinión generalizada entre la militancia libertaria sobre el camino totalitario que emprendía la revolución, Gaona se identificó plenamente con el castrismo, al punto que amenazó con denunciar a sus ex compañeros a los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) como agentes del imperialismo. Manuel Gaona persuadió a algunos viejos libertarios para que le acompañaran en la firma de este documento, junto a individuos que nada tenían de anarquistas. En el panfleto se atacaban las campañas de recolecta de dinero para los anarquistas presos y la salida de los perseguidos del país, se afirmaba que no existían libertarios encarcelados en la isla, se justificaban los CDR, se hablaba de la supuesta integración de los anarquistas a las mal llamadas organizaciones de masas y por ultimo se tildaba las denuncias que llegaban a los compañeros anarquistas fuera de Cuba de: “mal intencionadas mentirosas”.
La edición hispana de este libro cuenta con un magnífico prefacio de Lily Litvak en el que se nos da una presentación intelectual de su autor, y se nos abre el apetito sobre el tema del anarquismo en Cuba. Así mismo contiene un prólogo de Francisco Olaya Morales, el cual elogia la obra al tiempo que recomienda, a la hora de analizar la evolución ideológica de Castro al bolchevismo, no quedarnos en el dato de que este, al principio fuera ayudado económicamente por los EUA (primer país en reconocer su régimen) y que la ayuda prestada por la CIA no fuese desdeñable, sino que se tenga en cuenta además la importante presencia del capital norteamericano en la industria minas y servicios de Cuba. Olaya también llama la atención sobre la analogía existente entre las ideas anarquistas que se difunden en Cuba a partir de 1850 y las prácticas comunitarias de los pobladores precolombinos de la isla, recordandonos cuanto habían influido, en el desarrollo del ideal anarquista, los modos de vida encontrados por los conquistadores en América.
Por su parte la edición en inglés cuenta con una magnífica introducción de Chaz Bufe, en la que esclarece, entre otros aspectos teóricos, muchas de las confusiones que existen sobre el «anarquismo», lo que hace que gente mal informada sobre el tema le confunda con: el terrorismo, el caos, falta de organización etc, acusaciónes repetida hasta la saciedad tanto por los medios de comunicación, como por una de las fuerzas especialmente contrarias a la doctrina libertaria: el marxismo. Por su parte, el traductor, Charles Bufe, nos explica que esta edición del 2001 discrepa en cierto sentido de la realizada por la Fundación Anselmo Lorenzo en el 2000. Entre otras razones porque Bufe ha trabajado, con un concepto editorial propio, directamente sobre el manuscrito de Fernández, En este caso se le solicitó al autor expandir el texto en unos cuantos miles de palabras más de las que aparecen en “El Anarquismo en Cuba”.
Sirva el estudio de Frank Fernández, pues, para dar, en contextos culturales diferentes, la «nueva» de como existió, luchó y fue aplastado el ideario ácrata en Cuba. Sirva, además, como herencia y punto de partida para quienes algún día resconstruirán, de sus cenizas, la utopía de un socialismo libertario en la mayor isla caribeña.
Estocolmo domingo 23 de diciembre 2001
Cuba Nuestra. P.O.Box 6508, 113 83 Stockholm Sweden. (http://www.cubanuestra.nu/)
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Publicado en la página http://anarkopunx.tripod.com
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Observaciones de Frank Fernández sobre Ramón de la Sagra. Respuesta de Carlos M. Estefanía
2007-10-18
Por Frank Fernandez.
Historiador del anarquismo cubano
Estimados amigos
Creo que debo hacerte algunas observaciones a la opinión que nos ofreces de Don Ramón. No hay dudas que hasta mediados de la década de l850 De la Sagra no es otra cosa que un liberal exasperado como lo sería más adelante Salmeron pero en cuanto al anarquismo tengo mis dudas. Hasta donde a llegado la leyenda y el mito de la Sagra es imposible de determinar, me encuentro que la Embozo de una enciclopedia del anarquismo español publicada tan recientemente por la FAL en 2001 me encuentro que no se le hace un balance final, contiene errores importantes y sumergen a Don Ramón en el mar anarquista de la época. No estoy de acuerdo pues he hecho mi investigación y el personaje que no sólo conoció a Proudhon, colaboró en el Banco del Pueblo y fue el primero en traducir su obra al español, seguido por Pi y Margall sino que regresó a España a publicar un periódico que mencionas pero del cual no queda rastro por ninguna parte. Su obra sobre Cuba fue pagada por el Conde de Pinillos y ya por esos años en París se convirtió en un asalariado de la surocracia y los intereses conservadores. Don Ramón fue esclavista a lo que se oponìa era a la Trata que son dos cosas distintas, ya había como tu señalas demasiados negros en Cuba. De hecho existen dos obras sobre Cuba pubicadas en París en l830 y después de su último viaje a la Isla en l860 del brazo de la Tula y con gastos pagados por el Serrano. Este último libro, del que poseo un original, es bastante explicito con respecto a la esclavitud en el que se convierte en un defensor denodato de tan noble institución. Su opinión de los asiásticos también resulta interesante. Y así, tanto el carácter y la obra de Don Ramón tuerce su rumbo en la dirección opuesta a sus supuestos ideales proudohianos convirtiendose en un conservador reaccionario y amanuense del sector esclavista. Todos tenemos derecho a cambiar de opinión.
Pero cuando de verdad demuestra quien es Don Ramón es durante la Junta de Información convocada precisamente por Cànovas para tomarle otra vez el pelo a los cubanos y servir de detonador a la guerra del 68, cuando debate !!otra vez!! con Saco sobre el tema esclavista el cual defiende con toda su dialéctica ¿anarquista?. Por favor no me insultes la inteligencia. Las llamadas «locuras de juventud» (que a Ferrara le hacían tanta gracia, quizás por haber sido el mismo víctima de estas perversiones) de Don Ramón cuando era amigo de Proudhon no lo convierten en anarquista, ideas que por esos años estaba en la infancia. Si alguien tiene dudas además de mi opinión los remito al Manual de la historia de Cuba de Ramiro Guerra, Edic. R, Madrid l975 pags 641-42
Frank Fernández
Estimado Frank,
Le agradezco su comentario al escrito donde hago referencia al polígrafo español Ramón de la Sagra, máxime cuando para mí el único insulto a la inteligencia radica en la imposibilidad de confrontar ideas y visiones. En tal sentido sus observaciones constituyen un halago a mi intelecto y un estimulo para la búsqueda histórica.
Creo que sus objeciones al período “anarquista” de este personaje, deben ser tomadas en cuenta, y lo mismo debemos hacer con lo que en sentido contrario afirma Federica Montseny. En su trabajo “Qué es EL ANARQUISMO” (Biblioteca de Divulgación Política Editorial La Gaya Ciencia 1976) la intelectual anarcosindicalista española escribe lo siguiente:
“Sin entregarnos a ninguna euforia de tipo racista, Hemos de decir, sin embargo, que antes incluso de que llegaran a España las ideas anarquistas claramente formuladas en la obra de Proudhon, traducido al español por P¡ y Margall, había ya aparecido en España un primer periódico anarquista en 1845: «El Porvenir», que editaron Ramón de la Sagra Peris y Antolín Faraldo. Este periódico apareció en Santiago de Compostela y fue suprimido por un decreto del general Narváez.
Ramón de la Sagra, su redactor principal, es el primer anarquista que hubo en España.”
La misma posición sostiene, hoy en día la Enciclopedia Británica, la cual podemos consultar hoy mismo en la red. Allí, en la entrada dedicada a Ramón de la Sagra aparece lo siguiente:
«The first known Spanish anarchist, Ramón de la Sagra, a disciple of Proudhon, founded the world’s first anarchist journal, El Porvenir, in La Coruña.»
En cuanto a la precisión que hace sobre la actitud de Ramón de la Sagra con respecto a la esclavitud, tomaremos nota, aún cuando contradice lo que afirma el Lic. Félix F. Torres Verde en su trabajo «El pensamiento económico de Ramón de La Sagra y Pérez», publicado por la Revista de Economía y Desarrollo 2001 #1 y en cuyo resumen puede usted leer:
«Promovió [Ramón de la Sagra ] la idea de abolir la esclavitud, llevar adelante el cultivo científico, el trabajo asalariado y por diversificar las exportaciones. Se pronuncia también contra la destrucción de los bosques, contra el concepto burgués de propiedad, por la inmigración de chinos a Cuba para impulsar el trabajo asalariado y propuso la idea de una maquinaria para cortar caña. “
Frente a la evidente contradicción, sobre distintos aspectos de la vida y obra de Don Ramón -como le llama-, existente entre lo que plantea usted y lo que dicen Federica Montseny, la Enciclopedia Británica y el Lic. Félix F. Torres, no queda otra que reconocer lo controversial del asunto. El deber será ipues nvestigar los grados de razón que tocan a cada autor.
Saludos cordiales
Carlos M. Estefanía
Y para terminar este trabajo aparecido en Taringa, se le quitó mi nombre pero al menos se cita el enlace a y una de las primeras paginas (ya muerta)de «Cuba Nuestra»
El Trotskismo: vida y muerte de una alternativa
Trotsky y el trotskismo
Leon Trotsky es el nombre que adoptó el revolucionario hebreo-ruso Lev Davidovitch Bronstein (1879-1940) durante su conspiración contra el zarismo. Fue éste uno de los líderes más importantes del Partido Bolchevique e incluso se le ha considerado como el verdadero estratega de la toma del poder por los seguidores de Lenin. Trotsky tuvo además la misión de reconstruir el Ejército Rojo en momentos en que sus continuas derrotas ponían en peligro los destinos de la Rusia soviética. Montado en un tren blindado recorrió los distintos frentes de la guerra civil, animando a sus hombres, administrando con eficiencia los recursos militares e imponiendo dentro del ejército un recio sistema disciplinario y el culto a la personalidad del que luego se apropiaría Stalin.
Leon Trotsky es el nombre que adoptó el revolucionario hebreo ruso Lev Davidovitch Bronstein (1879-1940) durante su conspiración contra el zarismo. Una de sus últimas fotos en México, donde fue asesinado.
Tras la muerte de Lenin, Trotsky se enfrenó a Stalin, quien le obligó a exiliarse en 1924. Desde este período hasta su muerte (fue asesinado por un agente soviético en México), Trotsky trabajó arduamente para reorganizar sus contactos y seguidores provenientes de la Tercera Internacional y lanzar batallas en dos frentes, una contra el capitalismo internacional y otra contra los partidos comunistas que seguían las directrices enviadas por Stalin desde Moscú.
Se entiende por trotskismo la versión del marxismo desarrollada por Davidovitch Bronstein, cuya idea fundamental es la de la revolución permanente. Según este concepto, el socialismo no puede ser construido en un solo país
Dicha concepción se contrapone a la visión estalinista que cree posible construir la sociedad comunista en naciones aisladas. El trotskismo prestó una atención especial al desarrollo político y económico de la URSS, a la que si bien consideraban un estado obrero, nol dejaban de criticar por haber traicionado su dirigencia los ideales de la revolución socialista. Por su parte, la nomenclatura soviética se dedicó a perseguir al trotskismo, incluso en sus enciclopedias, donde el nombre del segundo de Lenin fue desaparecido. La URSS solo reconoció en el año 1989 la responsabilidad de sus servicios de inteligencia en el asesinato de Trotsky.
Existe actualmente una organización internacional de grupos trotskistas, la Cuarta Internacional, fundada en 1937 por el propio Trotsky y que hoy cuenta con secciones en más de 60 países.
De izquierda a derecha, el dictador cubano Gerardo Machado; Antonio Guiteras Holmes, fundador de la Joven Cuba, organización aliada al trotskismo, y el Dr. Ramón Grau San Martín, quien fue presidente de la República, de 1944 a 1948.
Junco estuvo en el exterior durante cuatro años en los que colaboró con Julio Antonio Mella en México, líder de los comunistas cubanos en aquel exilio, y participó en la Conferencia de Sindicatos Comunistas de Montevideo. En 1929 marcha a Europa y tiene oportunidad de visitar la URSS. Durante este viaje se relaciona con Andrés Nin, el líder de los trotskistas españoles. Entonces Nin era aún oficial de la Unión Internacional Roja del Trabajo en Moscú. Cuando Junco regresa a Cuba, él y un grupo de amigos recibe considerable material de los trotskistas españoles, en especial escritos por Andrés Nin y Juan Andrade. Esta propaganda convence a Junco, así que decide unirse con la oposición trotskista. Junco publica un documento en el que realiza un análisis crítico de la situación social y política de Cuba. Sus enfoques se apartaban de los cánones de la Tercera Internacional, lo que trajo por consecuencia su expulsión del Partido Comunista a fines de 1932. Fuera del Partido, Sandalio Junco organiza la llamada Oposición Comunista, que pronto tomará el nombre de Partido Bolchevique-Leninista (PBL) y que se une a la Internacional de la Oposición de izquierda. Junco, además, es incluido dentro del liderazgo de la Federación Obrera de La Habana, la mayor organización de la capital. La dirección era compartida con el nuevo Partido Aprista y los socialistas, que junto a la Federación de Oriente constituían la oposición principal del movimiento obrero a la CNOC, aún en manos de los comunistas.
El PBL contaba por aquel entonces con el apoyo del movimiento revolucionario estudiantil, en especial de la famosa Ala Izquierda, que rivalizaba con el terrorista Directorio Estudiantil. Uno de los principales amigos en la Universidad de los trotskistas fue el estudiante Charles Simeón
En agosto de 1933 el dictador Gerardo Machado fue forzado a dejar el poder como consecuencia de una huelga general. Los comunistas habían propuesto a Machado boicotear la huelga si se reconocía el sindicato controlado por ellos, la CNOC, pero históricamente ya era tarde para tratos con Machado. Varias semanas después, el 4 de septiembre de 1933, un grupo de oficiales intermedios del Ejército, lidereados por el sargento Fulgencio Batista, en alianza con estudiantes de la Universidad de La Habana, toman el poder y establecen un gobierno radical nacionalista dirigido por el entonces venerable facultativo de Medicina, Ramón Grau San Martín.
El sector obrero que conducía el PBL ofreció todo su apoyo a Grau, a diferencia del Partido Comunista y la CNOC, para quienes cualquier grupo de izquierda, salvo los estalinistas, era «socialfascista». La suma de la oposición estalinista y de las maniobras del Departamento de Estado de USA sacó a Grau del gobierno en enero de 1934. Para ello fue utilizado el ya coronel Fulgencio Batista.
Durante los años siguientes, la Federación OBRERA DE La Habana, bajo la dirección de Sandalio Junco, organizó numerosas huelgas al tiempo que seguía combatiendo a la CNOC. En marzo de 1935 se lleva a cabo una huelga general revolucionaria donde el Partido Bolchevique Leninista desempeña el rol más importante. En la organización de este movimiento el Partido estuvo cerca de la Joven Cuba, grupo político organizado por Antonio Guiteras, quien había simbolizado el sector izquierdista del gobierno de Grau San Martín.
Durante los meses que antecedieron a la huelga general, el PBL se pronunció abiertamente sobre sus planes de organizar la revolución democrática antimperialista de obreros y campesinos, incluso llegaron a publicar el programa de gobierno acordado con la Joven Cuba. Estas proclamas trajeron la protesta de la sección norteamericana de la Internacional de Oposición de Izquierda, quienes criticaron el slogan, así como la colaboración con la Joven Cuba al tiempo que señalaban que para lograr una unidad amplia era necesario incluir a los estalinistas. Esta crítica tuvo muy poco impacto en la política inmediata de los trotskistas cubanos.
La huelga se efectuó bajo la dirección del Comité de Defensa Proletaria en el cual el PBL y Joven Cuba jugaban un rol determinante. La represión de Batista fue enorme. Se cerraron numerosos sindicatos, muchas personas arrestadas y el gobierno desató un terror generalizado. El movimiento laboral trotskista no se recuperó nunca de aquel golpe. Para colmo, el principal causante de esta huelga general, el líder semilibertario y antiestalinista, Antonio Guiteras, fue asesinado. El trotskismo cubano perdía un importante aliado, prestigioso y corajudo.
Muchos miembros del PBL se incorporaron a la Joven Cuba, lo cual no significó exactamente una penetración, ya que pronto aquellos ex-militantes del Partido Bolchevique Leninista perdieron el contacto con el trotskismo.
En 1937 Joven Cuba se funde con el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) del expresidente Ramón Grau San Martín.
En los siguientes años, los debilitados trotskistas constituyeron, sin embargo, los principales elementos opositores dentro de la nueva Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC), que Batista había permitido el control estalinista en 1938.
El Partido Bolchevique Leninista continuó existiendo, pero, como decíamos, su importancia dentro del movimiento obrero en particular, y dentro de la política nacional cubana en general, decayó. El Partido Bolchevique Leninista cambió de denominación cuando tomó el nombre de Partido Obrero Revolucionario. El POR operaba fundamentalmente en Oriente donde tuvo cierta influencia entre los obreros ferrocarrileros.
Durante las elecciones de 1944 el POR apoyó al expresidente Ramón Grau San Martín, así como a los candidatos auténticos en las elecciones municipales del Congreso. Pero en 1946 ya estaban desilusionados los trotskistas con el gobierno de Grau, por lo que intentaron llevar sus candidatos en el área de Guantánamo. Allí el Tribunal Electoral se negó a reconocerles, por lo que llamaron a la abstención.
En los años 50 el POR se suma a la tendencia posadista dentro del trotskismo latinoamericano y alarga su nombre, denominándose Partido Obrero Revolucionario Trotskista.
Algunos de sus miembros combatieron con las fuerzas de Fidel Castro entre 1956 y 1959. Ellos apoyaban fuertemente el movimiento hacia la izquierda del proceso revolucionario, sin dejar de ser atacados violentamente por los comunistas.
Castro contra el trotskismo
Con el fortalecimiento del régimen castrista se hicieron frecuentes los casos en los que un dirigente importante condenaba en público a una persona para que ésta fuese detenida y acusada ante los tribunales revolucionarios.
El asesino de Trotsky fue un agente estalinista llamado Ramón Mercader y del Río, nacido en Barcelona en 1913 y muerto en la Habana en 1978. Por encargo de Stalin tomó la identidad de «Jacques Monard»
Así ocurrió con los trotskistas. En mayo de 1961 bastó que el Che Guevara hiciera un comentario polémico sobre un artículo del periódico del PORT para que el gobierno de Castro suprimiese Voz Ploretaria (3) y destruyese las planchas del libro de Trotsky, La Revolución Permanente, que el PORT pensaba publicar. A continuación el Ministerio del Trabajo se apoderó de la imprenta de los trotskistas denegándoles el derecho a imprimir, por lo que tuvieron que recurrir a una máquina mimeográfica. Guevara invocó la dictadura del proletariado para justificar la represión contra los seguidores de una de las «cabezas» de la primera dictadura proletaria del mundo, Leon Trotsky.
En agosto de 1962, Castro intensificaba la persecución de los trotskistas. Dos de sus líderes fueron arrestados por distribuir una declaración en la que se hacía un llamado a una reunión de delegados de las cooperativas azucareras. La declaración denunciaba la falta de democracia dentro del movimiento obrero y las cooperativas cañeras.
En el mismo año 62, el PORT alcanzó a efectuar su Segunda Conferencia Nacional en La Habana, pero ya en diciembre del 63 recibía su tiro de gracia cuando sus principales líderes eran arrestados, acusados de distribuir periódicos ilegales en los que se abogaba por el derrocamiento del régimen imperante y se criticaba la figura del propio Castro. Ellos fueron sentenciados a prisión en términos que iban desde los dos a los nueve años. No salieron de la cárcel hasta que firmaron una declaración en la que repudiaban a la Cuarta Internacional.
El 8 de marzo de 1962 se anuncia en La Habana la composición de la Dirección Nacional de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) y el equipo estaba compuesto por 25 personas, 13 de las cuales provenían del antiguo 26 de Julio, 10 del Partido Socialista Popular (estalinista) y dos del antiguo Directorio (5). Anarcos y trotskistas brillaban por su ausencia. Así, la izquierda anti-estalinista quedaba excluida de la dirección revolucionaria.
El trotskismo internacional y la Revolución cubana
De pronto Castro se gira hacia la derecha y da un nuevo golpe teatral. El 13 de marzo de 1962, en un mitin en la escalinata de la Universidad de La Habana, Castro saltó airadamente de su lugar cuando un joven comunista relevó el testamento político de José Antonio Echeverría, mártir del Directorio Estudiantil Revolucionario. El texto, que era bien conocido, había sido depurado de sus referencias religiosas. Castro protestó violentamente contra la «falsificación», aunque en sus escuelas de instrucción revolucionaria y en los periódicos de las ORI se reescribía la historia de un modo más audaz (6). Aquel escándalo podía interpretarse como una señal de que Castro se aprestaba a frenar el avance de estalinistas dentro de la Revolución.
Efectivamente, el 26 de marzo Fidel se dirigió inesperadamente a la nación en un discurso televisado y denunció vehementemente a Aníbal Escalante, líder del Partido Socialista Popular (estalinista), quien hasta ese momento era Secretario de Organización de las ORI. Escalante fue acusado de todos los vicios propios de Castro: sectarismo, autoritarismo, hipercontrol y oportunismo político.
El discurso causó un efecto revivificante dentro y fuera de Cuba. La campaña contra el sectarismo fue interpretada como un signo de salud y fuerza dentro de la Revolución. Mientras Escalante se retiraba discretamente a Moscú, las lenguas se desataron para hablar con franqueza de los errores cometidos durante el período del «miniestalinismo». El trotskismo internacional cayó en la trampa. Aquella campaña contra un pequeño sector del estalinismo nacional le hizo creer a la izquierda antisoviética que Castro en enfrentaría las tendencias burocratizadoras de su régimen. El hecho fue estudiado con mayor serenidad por K. S. Karol, un periodista que conoció profundamente el sistema soviético y que siguió muy de cerca a la Revolución cubana en su primera década. Karol analizó las expectativas desatadas por el destronamiento de Escalante, las consideró demasiado jubilosas y escribió:
«Una lectura un poco atenta del discurso de Fidel Castro permitía constatar que atacaba directamente al antiguo secretario de la organización y no las mismas bases del sistema autoritario y vertical. Se hubiera dicho que en ese asunto, se trataba de nuevo del problema de algunos hombres particularmente nocivos y no de toda una concepción del gobierno, de toda una tradición común a los países del bloque soviético…
…Fidel Castro no quería, o no podía simplemente poner en entredicho la responsabilidad colectiva del grupo dirigente y por tanto la suya propia que había tolerado todas esas anomalias y permitido la cristalización de una cierta forma de poder y de gestión en la saciedad. Su elección estaba limitada, en primer lugar, por su alianza con la URSS, que no habría tolerado una puesta de entredicho global de toda la concepción del socialismo autoritario vertical…». *
En su libro Los Guerrilleros del Poder, Karol ofrece numerosos ejemplos de casos «autorepresivos» dentro de la Revolución cubana: la condena de Hubert Matos, de Lunes de Revolución, la lucha contra el «sectarismo», la expulsión autoinculpación forzada del poeta Heberto Padilla, quien a pesar de «con la Revolución todo», resultó demasiado crítico para ella. En todos ellos se operó de manera arbitraria e ilegal, en forma muy semejante a los «célebres» procesos de Moscú. Pero la recepción a estos testimonios no fue muy favorable que digamos entre los trotskistas de Francia, país donde residía Karol. Uno de los teóricos de la Cuarta Internacional, Livio Maitán, consideró que las conclusiones de Karol sobre el hecho de que Cuba había adoptado la concepción estalinista era simplemente aberrante, aunque aceptaba la presencia de algunos elementos alarmantes dentro del nuevo «estado obrero». Para Maitán el régimen cubano, como parte de la Revolución Mundial, merecía el apoyo de la Cuarta Internacional(7). Lamentablemente Maitán no se ubicaba en el hecho de que Fidel, más que dar la alarma contra las deformaciones estalinistas que amenazaban su revolución, era precisamente el mentor de las mismas, a las que se opone solo si éstas amenazan su poder personal. Castro podría ser considerado dentro de una perspectiva consecuentemente trotskista, como el principal obstáculo para la participación de las «masas» en la gestión económica y política del país. Lamentablemente, los teóricos de esta versión del marxismo-leninismo se han preocupado más por destacar las concepciones castro-guevaristas acerca de la lucha armada, el estímulo «moral» versus material, el aniquilamiento de las relaciones mercantiles dentro del sector estatal y la exportación de la revolución, que de analizar la represión de los dirigentes cubanos contra cualquier tipo de oposición obrera, especialmente la de inspiración trotskista.
La condescendencia con Castro de numerosos trotskistas internacionales llegó al extremo de perdonarle el hecho de que en enero de 1966, Fidel usara la plataforma del Congreso de la Tricontinental en La Habana para atacar a diferentes grupos del trotskismo latinoamericano. La convivencia con el estalinismo tropical llega a límites impensables, como es el caso del Partido Socialista Obrero de Estados Unidos, quien históricamente ha mantenido relaciones cordiales con el régimen de Castro. La generación más joven de este Partido ha transitado del trotskismo a un castrismo (8) ortodoxo en el que no cree ni el propio Fidel. A principios de los 90, cuando Castro se aleja de la URSS con motivo de su rechazo al proceso democratizador desatado por Gorbachov se podía encontrar en la Feria Internacional del Libro de La Habana un puesto de venta con las obras publicadas por aquel partido, entre ellas, numerosos discursos de Fidel y el Che, junto a clásicos de Trotsky prohibidos durante años en las editoriales, librerías y universidades cubanas. Allí estaba La Revolución traicionada, pero ningún cubano podía comprarla, pues se vendía en dólares y su tenencia estaba entonces penalizada para los ciudadanos de Cuba. Aquellos jóvenes vendedores norteamericanos, acosados por jineteras o jineteros (sexuales o intelectuales) no podían sospechar que estaban ofreciendo su mercancía ideológica en el país en que yacía enterrado y donde fue condecorado y premiado con un cómodo puesto de asesor de Castro, tras su excarcelación en México, el hombre que dio muerte a Leon Trotsky. **